En 2005, Mauricio Toro-Goya (1970) tomó la decisión política de su vida: dejar su carrera como fotoperiodista en el periódico El Día en La Serena para dedicarse de lleno a su obra artística. Nunca se acostumbró a la vorágine de la imagen digital y sintió que necesitaba volver a las prácticas más artesanales. Fue entonces cuando descubrió el ambrotipo, una técnica del siglo XIX que consiste en una placa de vidrio que se sensibiliza con nitrato de plata y que debe quedar húmeda durante la toma y el revelado. La imagen además se toma con una cámara de fuelle.
Tras más de una década de trabajo, Toro-Goya es hoy uno de los fotógrafos más aventajados de América Latina en el rescate del ambrotipo. En Chile es el pionero de la técnica en el campo de las artes visuales, y en julio pasado fue destacado en una reseña del diario The New York Times luego de participar en una exposición colectiva en el ICP de Nueva York.
Por estos días y hasta el 30 de octubre exhibe en el Museo de Bellas Artes, bajo el nombre Caprichos, imágenes rebeldes, tres series inéditas en el país: Imagen divina (2012), donde recrea a modo de estampas religiosas las iconografías de las vírgenes latinoamericanas, cuestionando los estereotipos de género; Gólgota (2013) hace una analogía con el Vía Crucis de Jesucristo para retratar el destino de 14 detenidos desaparecidos en dictadura, en el caso Caravana de Muerte, y en Milagreros (2014) realiza una lectura contemporánea del barroco latinoamericano, inspirándose en los ex-votos mexicanos, placas donde la gente agradece los favores concedidos por los santos.
"Las series funcionan como capítulos que hablan sobre la instalación de la Latinoamérica mestiza y cómo ese cambio influyó en nuestra cultura social y política. Cuando los españoles llegaron aquí había un imperio, una civilización con una administración política muy potente que fue totalmente aniquilada. Mi trabajo es una crítica a esos poderes políticos, militares y religiosos que aún nos rigen", cuenta el fotógrafo, quien además lanzará un catálogo razonado de su trabajo, analizado por las curadoras Andrea Jösch y Paula Honorato, este miércoles a las 19.30 horas en galería FLACH (Villavicencio 301 A, Barrio Lastarria).
En 2010, el artista viajó a México para perfeccionar la técnica con el maestro Waldemaro Concha, en San Cristóbal de las Casas. Aunque ya era un adelantado, tenía un problema: no era capaz de fijar la imagen en la placa de vidrio. En el viaje solucionó la técnica y además definió su imaginario estético. Se apropió de la historia de la llegada de la Virgen María, traída en la época de la Conquista española y a la que se cambió de color -su tez pasó a ser morena- para evangelizar a los indígenas. Ese antecedente, que resume el mestizaje de la cultura en la región, sería en adelante el hilo conductor de su obra.
"Los últimos cuadros son más complejos, atiborrados de elementos que cruzan tiempos y hechos históricos diversos. Hay personajes como Pinochet o la Estatua de la Libertad, los que imprimo a tamaño real, pego en cartones y coloco en mis escenografías. Todo es muy artesanal", cuenta Toro-Goya. El 22 de octubre, el artista realizará un taller en vivo de ambrotipo, montando una escena y un cuarto oscuro en el hall del Museo de Bellas Artes. Para participar de la actividad hay que inscribirse al e-mail: mediacion.educacion@mnba.cl. Los cupos son limitados.