Me escuchas bien? Estoy en el aeropuerto, voy con mi hijo que empieza sus clases en la universidad en Pennsylvania?" La frase me desconcierta. Estoy hablando con Jordan Belfort, el lobo de Wall Street, el verdadero lobo de la Bolsa estadounidense. Y después de haber visto la película, me cuesta imaginarlo como padre de familia.

Pero es el mismísimo lobo el que está al otro extremo de la línea, dispuesto a contarme que viene a Chile en noviembre y sin poner condiciones respecto de lo que puedo o no preguntarle. Probablemente sea yo quien se siente más incómoda consultándole si es cierto que lanzaban enanos para entretenerse, porque él se ríe mientras me responde.

Belfort se hizo rico como corredor de Bolsa en los 80 y 90, vendiendo "penny stocks", acciones altamente especulativas de empresas sin futuro, pero que dejaban altísimas comisiones a los operadores. Construyó de la nada una firma de inversiones a la que bautizó como Stratton Oakmont, para darle un barniz de respetabilidad a su negocio. Gastó millones en drogas, fiestas, prostitutas, yates y autos de lujo.

La fiesta se le acabó en 1998, cuando las autoridades estadounidenses cerraron la firma y lo acusaron de fraude. Pasó 22 meses en prisión y se le condenó al pago de US$ 200 millones, US$ 110 millones de eso como reparación a los incautos atrapados por su poder de persuasión.

Ahora recorre el mundo dando charlas motivacionales. A eso viene el 24 de noviembre, a dictar el seminario "Straight Line System" (entradas entre $ 90 mil y $ 500 mil), que resume sus tácticas de venta.

La verdad es que el entusiasmo de Belfort es contagioso. "Me atrae mucho la idea de ir a Chile, es un país pequeño, emprendedor, creo que la gente puede conectarse con mi mensaje: cómo crear una empresa exitosa desde cero, cómo recuperarse del fracaso", dice a toda velocidad. Y espera ver en el evento a "emprendedores, vendedores, dueños de empresas, personas que quieren ganar más dinero y ser más efectivos en los negocios, subir sus ventas".

Vuelvo a pensar en la película. ¿Cómo se pasa de operador despiadado en Wall Street a orador motivacional? "En realidad, mi éxito siempre se ha basado en enseñar a otros a ser muy buenos vendedores, en motivarlos (…) mucho del éxito depende de uno, ser un persuasor efectivo; y dos, hacer las cosas que uno debe hacer, pero no se atreve (…) mi éxito siempre se basó en conseguir que las personas hicieran eso. Una vez que escribí el libro, comencé a recibir solicitudes de todo el mundo para presentaciones, luego salió la película… y el resto es historia".

Hay que decir que confianza en sí mismo no le falta. "He estado haciendo esto por años, y tengo un historial espectacular trabajando con emprendedores, vendedores, gerentes de venta, enseñándoles cómo ganar más dinero", asegura, y sigue adelante, sin pausas, "siempre me ha gustado, y por eso el éxito de mi firma, usar mi capacidad para capacitar y motivar, ayudar a los jóvenes, y ahora a emprendedores, a convertirse en vendedores efectivos (...) ha sido una evolución natural, hacer lo que siempre me ha gustado hacer. Y a medida que llegaban peticiones y crecía la audiencia, me di cuenta de que también es una estupenda forma de hacer dinero".

Como parte de una gira internacional, en los últimos tres meses ha hablado ante unas 45 mil personas. Un periodista de Financial Times que asistió a una de sus presentaciones en Londres las describe como "decididamente pedagógicas, repletas de homilías de fe en uno mismo". En ellas, Belfort divide a los seres humanos en "patos" y "águilas": los primeros son "quejicas", que dan vueltas en la pileta y siempre encuentran razones por las que algo no se puede hacer. Los segundos avanzan en la vida como criaturas de acción, libres de las ataduras de reglas sin sentido.

Su sistema busca que todos emprendan el vuelo. "Puedo ayudar a cualquier persona a ser un vendedor efectivo, a persuadir, incluso a personas que no son vendedores naturales", me explica Belfort, "pero además, todos necesitan en mayor o menor medida ser influyentes, persuasivos, negociadores efectivos, para avanzar en la vida, aunque no se dediquen a las ventas".

Las charlas son prácticas y el sistema es muy fácil de aprender, agrega. Un vendedor tiene unos pocos segundos para establecer cercanía con un nuevo cliente y convencerlo de que es inteligente, un experto en su campo y con un entusiasmo y energía a prueba de bombas.

No puedo evitar preguntarle cuánto ha ganado aplicando su sistema. "¿Yo, personalmente?". Es la primera vez que suena sorprendido, pero se recupera fácil y el vendedor vuelve a salir. "Más importante que yo son las personas a las que he guiado, que han asistido a mi seminario en todo el mundo (…) basta mirar mi muro en Facebook y ver los miles de comentarios de personas que han duplicado sus ventas y mejorado sus vidas con este sistema. Tengo un muy buen historial".

¿Cuántos van a escucharlo y cuántos van a ver si es como el personaje de la película? Se ríe. "No lo sé con exactitud, probablemente sea mitad y mitad. Los recibo a todos, creo que más de alguno que llega intrigado por la película se interesa cuando me oye hablar y terminan participando y aprendiendo". Según el periodista de Financial Times, no se verán defraudados. Belfort salpica la charla con algunas anécdotas, como el lanzamiento de enanos ("no fue mi mejor momento"), y ofrece explicaciones sobre su uso de drogas. "Me sentía culpable. Me anestesiaba a mí mismo. Tengo que admitir que a veces era entretenido. Pero mucho fue porque me sentía mal con lo que estaba haciendo y lo cubría con drogas", le dijo a la audiencia londinense.

En su página web, señala que "el vertiginoso ascenso a la cima le significó también caer en los vicios del frenético estilo de vida de Wall Street, protagonizando una espectacular y bien publicitada caída de gracia. Aprendiendo lecciones invaluables de sus errores y los costos que tuvo que pagar, ha resurgido como una fuerza y herramienta muy potente reconocida a nivel mundial tras el éxito empresarial". No ha terminado de pagar: todas las ganancias del tour en Estados Unidos se destinan al pago de las indemnizaciones a sus víctimas, "pero me ha ido tan bien, he crecido y mejorado tanto, que espero que este sea el año en que todo quede pagado".

¿Cree que hay algo en el negocio financiero que lleva a las personas a romper las reglas? Se ríe otra vez. "Creo que lo que pasa es que se puede ganar dinero muy rápido pero no se construye nada (...) uno puede sentirse bien por algún tiempo, pero todo se centra en el dinero, no hay valor, es una de las trampas en las que uno cae (...) si uno no es capaz de mantener la ética e integridad en el más alto nivel, es fácil caer", comenta.

Dice que ha pasado tanto tiempo, "17 años", que le resulta fácil dejar atrás su estilo de vida desenfrenado. "Y todavía tengo las conexiones y el golpe de adrenalina de estar en las portadas, así que en realidad tengo lo mejor de ambos mundos".