Salvando las distancias, España y parte de Europa viven tiempos similares a los que describió Víctor Hugo en su obra magna Los miserables. Es cierto que ya no existen los trabajos forzados, la explotación infantil ha sido borrada del mapa europeo y la Iglesia no tiene el poder del siglo XIX, pero la brecha entre ricos y pobres se ha disparado, los derechos sociales por los que lucharon los revolucionarios franceses están siendo desmantelados, e incluso la prostitución, a la que se ve abocada Fantine, una de las protagonistas, se ha convertido en la vía de supervivencia para miles de españolas (según un estudio de Médicos del Mundo).

Es muy posible que los gobernantes actuales prefirieran que el pueblo expresara su malestar social cantando, como lo han hecho desde 1980 los personajes de un libro universal convertido en uno de los musicales más celebrados de la historia. Pero, de momento, los únicos que cantan son los actores de la superproducción de Hollywood Los miserables, considerada por la crítica internacional como la mejor adaptación cinematográfica del libro y el musical.

La historia se desarrolla en tres décadas y su hilo conductor es la persecución implacable a la que el policía Javert (Russell Crowe) somete al ex convicto Jean Valjean (Hugh Jackman), que, tras cumplir 19 años de trabajos forzados por robo, buscará la redención reconvirtiéndose en benévolo empresario, defensor de los débiles y adoptando a Cosette, hija de la prostituta Fantine (Anne Hathaway). El relato de Víctor Hugo indaga en temas universales relacionados con la condición humana y que recorren un libro de casi 1.500 páginas que el director Tom Hooper (El discurso del rey) ha convertido en una cinta de casi tres horas. El género es uno de los más difíciles, como reconoce su protagonista.

"El musical no tiene buena reputación en el celuloide, pero hay un motivo: los musicales o se hacen bien o son muy malos, no hay medias tintas. Te expones mucho y por eso se hacen muy pocos; si hay algo fuera de sitio, todo el edificio se derrumba. En este caso, Hooper se ha arriesgado mucho al filmarnos cantando en directo. Nadie lo había hecho antes. Eso le confiere un realismo y una fuerza increíble a la película", afirma. La cinta recibió ocho nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor Película, Actor y Actriz Secundaria. Ya ganó en los Globos de Oro como Mejor Musical, y Jackman y Anne Hathaway ganaron en la categoría.

Vestido con un elegante traje gris que parece estar hecho a medida, y luciendo esa irresistible y estudiada barba de dos días que tanto furor causó entre las neoyorquinas que hacían cola para verle el pasado año en Hugh Jackman, back on Broadway (que recaudó dos millones de dólares), el actor recibe en una suite de un hotel londinense. Lo espera una fila enorme de periodistas, pero él no pierde la gentileza. "Creo que es tan difícil sobrevivir como periodista como lo es sobrevivir como actor. Y aunque sé que no se puede llamar entrevista a un encuentro breve, si estás realmente alerta y presente, puedes conocerme".

"Alerta" y "presente" son dos palabras sacadas del léxico de la Escuela de Filosofía Práctica a la que Jackman acude desde hace casi 20 años. Oficialmente se trata de una escuela de filosofía que sigue las enseñanzas védicas y sirve de alimento para el espíritu. Según Jackman, la escuela es la roca, el cimiento de su vida.

El actor australiano de 44 años es uno de los artistas más rentables de Broadway. Nadie lo hubiera imaginado al verle debutar en la película X-men en 2000. Ya había hecho de todo en Australia: televisión, teatro, musical y cine. Pero hasta que no ganó el premio Tony al mejor actor por The boy from Oz, su nombre no empezó a cotizarse en ese Hollywood que tiende a encasillar a sus habitantes y donde a Jackman se le asociaba con películas de superhéroes.

A partir de su abrumador éxito de público y crítica en Broadway, directores como Woody Allen, Darren Aronofsky o Christopher Nolan llamaron a su puerta. Bajo sus batutas protagonizó Scoop, La fuente de la vida y El gran truco, respectivamente. Pero ninguna triunfó. "Es cierto, no he estado en ninguna película candidata al Oscar, pero me siento bendecido por las oportunidades que me han dado. Y hay demasiadas cosas en este negocio que están fuera de mi control".

Sin embargo, su suerte en Hollywood parece destinada a cambiar gracias a Los miserables, una película en la que Jackman lleva todo el peso y en la que no defrauda. "En las audiciones sufrí, porque realmente deseaba el papel. Hay pocos musicales que me gusten tanto y tan bien escritos como este. Y el papel de Jean Valjean es de los que te ponen retos como persona, porque, pese a ser alguien lleno de contradicciones, es un personaje ejemplar".

Para Jackman, el poder universal de Los miserables reside en que Víctor Hugo analizó conflictos que siguen de actualidad. "Hugo denunció la dureza y la brutalidad del tratamiento de niños, mujeres y reclusos, que en aquel momento sufrían por efecto de unas normas. Pero las normas a menudo van en detrimento de la humanidad y del amor. La frialdad y la dureza de corazón de Javert, el antagonista de Valjean, se producen porque él quiere cumplir con sus obligaciones como policía, sin tener en cuenta nada más". En el siglo XXI, el mundo sigue dominado por los Javert, y las normas que imperan siguen sin dejar mucho espacio al concepto de humanidad por el que abogaba Valjean y a quien Jackman aspira a emular. "Te recuerda lo que uno podría hacer o llegar a ser".