Habla con pausas, tomándose su tiempo, buscando la palabra necesaria. Esa fluidez en el verbo puede ser la perfecta versión hablada de su estilo arquitectónico: racional y sensible a la vez, en sintonía con el paisaje, abierto a la innovación y consciente al mismo tiempo del lugar donde se habita. También fueron los valores que se tuvieron en cuenta a la hora de darle ayer el Premio Nacional de Arquitectura a José Cruz Ovalle.

Una de las obras emblemáticas del arquitecto es el pabellón chileno de Expo Sevilla 92, diseñado junto a su colega Germán del Sol, quien obtuvo el Premio Nacional en el 2006. Aquella estructura de madera y con superficies curvas es un ejemplo clásico de lo que le interesa a este profesional, formado en la Universidad Católica de Valparaíso y en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. Con 64 años, Cruz Ovalle ha desarrollado una obra prolífica, donde cada proyecto va cargado de una intensa investigación teórica.

De acuerdo a los autores del libro Blanca montaña, que reúne a los mejores exponentes de la arquitectura local en Chile, la creación de Cruz se define por "la generación de un espacio continuo y fluido".

Tras ganar este premio -el mayor en Chile en esta disciplina-, José Cruz Ovalle afirmó: "La arquitectura es un oficio público, y de cierta manera uno ya está reconocido al crear. Lo que pasa con un galardón es que cambia la manera como los otros lo perciben a uno".

Cuando se le pregunta sobre el motor que mueve a sus creaciones, Cruz Ovalle expresa que cada una de ellas "siempre tiene en cuenta el origen, el emplazamiento donde se construye y la abstracción, donde lo sensible va de la mano con lo inteligible". "Siempre me importa que mis obras sean construidas desde donde estamos. Y estamos en América", agregó.

La distinción del Colegio de Arquitectos se otorga cada dos años y es la más importante en Chile en esta disciplina. Según el jurado, la obra de Ovalle "es reflejo de un oficio riguroso y que ha sabido interpretar de manera especial el paisaje nacional, fijándose mucho en el contexto y en la habitabilidad, adaptándose a los territorios".

Reconocido también en el mundo, Ovalle ganó en el año 2008 el Premio Internacional Espíritu de la Naturaleza de la Arquitectura en Madera, que antes recayó en el italiano Renzo Piano y el suizo Peter Zumthor, dos ganadores del Pritzker. Otras obras emblemáticas de Cruz son, por ejemplo, los hoteles Explora de Rapa Nui y de la Patagonia, y las sedes de la Universidad Adolfo Ibáñez, en Santiago y Viña del Mar.

Al enterarse del premio, el arquitecto Cristián Undurraga dijo que "era muy merecido, pues Cruz es muy original y de una profundidad que conmueve". Mientras, Claudia Pertuset, coautora del libro Blanca montaña, sostuvo: "Es el maestro de la arquitectura en madera. Sus obras tienen un componente mágico, único, pero a la vez funcional y armónico con el entorno".