JUAN SALVADOR Gaviota recrea la historia de una gaviota y su afán de cambios, su deseo de volar cada vez más alto y huir de la mediocridad de sus congéneres, quienes se han conformado con divisar el mar a pocos metros de altura, y únicamente piensan en comer. A través de esta fábula, Richard Bach nos invita a reflexionar sobre la relevancia de buscar la excelencia y sobresalir entre nuestros pares, en fin, huir de la mediocridad.

En el último tiempo, Chile enfrenta en mayor o menor medida este dilema. O nos quedamos junto a la manada o damos el salto al desarrollo. En este contexto, el último reporte de competitividad del World Economic Forum nos ubica en el lugar 35 de un total de 140 países, con una calificación prácticamente igual en las últimas tres mediciones. Este resultado nos deja un gusto amargo, que a pesar de los esfuerzos de los últimos 25 años, hoy se ha perdido velocidad y foco en las reformas necesarias para aumentar la competitividad en el contexto internacional y que por tanto permitan alcanzar el desarrollo.

Aunque en los ejes principales Chile está bien ubicado en el desarrollo del mercado financiero, ambiente macroeconómico e instituciones, tiene una baja evaluación en aspectos de innovación y sofisticación. Aún existen desafíos pendientes en los sectores de salud y educación básica, en sofisticación de los negocios y en la eficiencia del mercado laboral.

La apertura al comercio internacional y la abundancia de recursos naturales fueron fundamentales durante las últimas tres décadas. Sin embargo, sabemos que ello no es suficiente para enfrentar los desafíos de una economía mundial cada día más compleja y competitiva.

Hoy hay que poner el foco en mejorar la capacidad de la fuerza laboral con el objetivo de reducir rápidamente la diferencia de habilidades respecto de países desarrollados. De lo contrario, no contaremos con las capacidades necesarias para sofisticar procesos productivos y la naturaleza de su ventaja competitiva y, consecuentemente, elevar el ingreso y bienestar de la población. Más que una reforma sindical, la autoridad debería promover una legislación laboral moderna que ponga foco en mejorar los niveles de productividad laboral.

De la misma manera, los cambios que ha sufrido la estructura del sistema impositivo han generado un retroceso en términos de eficiencia económica y productividad. Esto se explica porque el foco de la reforma se impuso sobre los impuestos directos a los ingresos personales y corporativos. Los impuestos al ingreso son los que generan mayores costos por menor ahorro, inversión y crecimiento, pero también por un menor aumento en el empleo y los salarios reales. En cuanto al impuesto a las empresas, sabemos que el aumento de este tributo afecta negativamente la inversión y el stock de capital. Más aún, todo indica que un mayor impuesto a las empresas y la eliminación del FUT tienen un efecto asimétrico, perjudicando en mayor medida a aquellas empresas de menor tamaño, más endeudadas y con menor acceso al crédito.