Puede que Hollywood nunca termine de pagar a Kirk Douglas todo lo que él le entregó a la industria cinematográfica. Para empezar, la Academia jamás lo reconoció con un Oscar, sino que sólo saldó las cuentas en 1996 con un premio honorífico. Para seguir, Douglas tuvo el coraje de darle empleo a varios de los hombres perseguidos por el macartismo. Para terminar, algunas de sus mejores películas, entre ellas Espartaco (1960), El último atardecer (1961) y Los valientes andan solos (1962), fueron escritas por uno de esos hombres: Dalton Trumbo.
En vísperas de los 100 años del actor nacido el 9 de diciembre de 1916, el Cine UC rendirá desde hoy un prolífico tributo con 26 de sus películas, entre las que se incluyen todas las nombradas y las tres por las que fue nominado infructuosamente al Oscar a Mejor Actor: El campeón (1949) de Mark Robson, Cautivos del mal (1952) de Vincente Minnelli y Sed de vivir (1956) , también de Minnelli.
Hijo de inmigrantes judío-rusos, Douglas creció bajo el nombre de Issur Danielovitch Demsky en el pueblo de Amsterdam, en el estado de Nueva York. Sus padres eran analfabetos y se ganaban la vida vendiendo trapos viejos y ropa usada. En el colegio destacó por ser buen alumno, por sobresalir en el grupo de teatro y por practicar la lucha libre. Esta última característica se advierte en la película donde obtuvo su primera nominación al Oscar: El campeón. Aquí interpretó a Midge Kelly, un bruto irremediable que sacrifica a sus amigos, familia y prometidas con tal de ser el mejor en el ring de box. Al final, pierde en todos los frentes.
Los personajes maltrechos y con un destino fatal siempre se le dieron mejor a Douglas. Quizás por eso nunca ganó un Oscar (se sabe que la Academia tiende a premiar héroes positivos) y tal vez por lo mismo estuvo lejos de John Wayne y James Stewart y mucho más cerca de Richard Widmark y Robert Mitchum, otros dos olvidados por la estatuilla.
También lo hizo muy bien de villano o antihéroe y en el Ciclo UC hay al menos dos largometrajes de antología donde encarna a la perfección al infame sin escrúpulos. En El gran carnaval (1951) de Billy Wilder es Chuck Tatum, un periodista fanfarrón que tras ser despedido de un periódico neoyorquino consigue trabajo en un diario de Albuquerque, en Nuevo México. Un mal día, un hombre queda atrapado en un derrumbe subterráneo y Chuck comienza a cubrir la noticia bajo la lupa del peor sensacionalismo. Transforma el caso en un episodio de audiencia nacional, juega con la víctima, lo entrevista a través de un orificio, dilata a propósito su sufrimiento e inventa historias sin parar. Un criminal con gran pluma.
Tras esta cinta, Douglas protagonizó Cautivos del mal (1952) y se metió en la piel de Jonathan Shields, productor de cine amoral y obsesivo que utiliza a medio mundo para lograr la fama. Fue su segunda nominación al Oscar.
Luego vino su tercera y última frustrada postulación en 1956 por Sed de vivir. Aquí interpretó con ferocidad única al pintor Vincent Van Gogh, otra vez bajo la dirección de Vincente Minnelli, uno de sus realizadores preferidos. La película fue un gran duelo actoral con Anthony Quinn, quien hizo de Paul Gauguin y si se llevó el Oscar.
A la hora de las duplas, Douglas encontró en Burt Lancaster a su mejor compañía, con quien hizo cinco películas. La más famosa es el western Duelo de titanes (1956), también en el ciclo de la UC: Lancaster interpreta al sheriff Wyatt Earp y Douglas es su compinche Doc Holloway. Los pistoleros, del lado bueno o malo de la ley, siempre fueron personajes para el actor. Si en Duelo de titanes se trató del bribón, borrachín y tuberculoso Holloway, en El último atardecer (1961), fue el trágico y honorable Brendan O'Malley, quen se disputaba a balazos el corazón de Belle (Dorothy Malone) frente al corajudo Dana Stribling (Rock Hudson). Un año después de esa cinta fue Jack Burns en Los valientes andan solos (1962), otro cowboy solitario, pero en pleno 1960. Burns vive en un rancho al lado de la carretera, pero maneja los códigos de honor de otra época. A la larga, como en Espartaco o en El último atardecer, está condenado a perecer bajo el manto de la ignominia.
A las películas de Stanley Kubrick, a quien Douglas siempre dijo "admirar como director, pero no como persona", se deben quizás los dos personajes más "heroicos" de su carrera. En Espartaco es el esclavo griego que lidera la rebelión contra los romanos y termina crucificado muchos años antes de Cristo. En Senderos de gloria, una de las mejores cintas antibélicas de todos los tiempos, Douglas fue el coronel Dax, militar francés que en la Primera Guerra Mundial se rehusa a atacar a las fuerzas alemanas enemigas y es condenado al pelotón de fusilamiento por sus superiores.
La muestra UC también tiene espacio para cintas de aventuras, donde destacan Ulises (1954) de Mario Camerini, 20 mil legua de viaje submarino (1954) de Richard Fleischer y Los vikingos (1958) del mismo realizador. Y, por supuesto, el cine negro tiene su lugar a través de poderosos títulos como Retorno al pasado (1947) de Jacques Tourneur o Brigada 21 (1951) de William Wyler.