A Sebastián Irarrázaval (1967) le gustan las maquetas. En su oficina hay varias, pero sólo un computador. "Me gusta ver la tridimensionalidad de los proyectos", asegura. Es también un asunto de control: cuando una obra es demasiado grande, la única forma de mantener el control es con una réplica a escala. Y a él le gusta estar al tanto de todo, en especial de los detalles.

Es una de las cosas que ha mantenido en el tiempo, desde que creó su oficina en 1993 y comenzó con aplaudidos diseños de viviendas, hasta hoy, a cargo en forma simultánea de tres grandes proyectos: la nueva Escuela de Diseño de la Universidad Católica, el Hotel Indigo de Santiago y el Centro Cultural de Chile en Buenos Aires, la única Obra Nacional Bicentenario que se realizará en el extranjero.

Irarrázaval se ha convertido en el nuevo favorito de publicaciones internacionales. La editorial Phaidon lo ha incluido en dos de sus más importantes libros sobre arquitectura: el Atlas Phaidon de Arquitectura Mundial del siglo XXI y 10 x 10_3, sobre arquitectos emergentes de todo el planeta. En Chile, la editorial ARQ acaba de publicar un libro dedicado a su trabajo, como parte de la serie Obras ($ 11.900), consagrada a arquitectos menores de 45 años, de faceta experimental. "Son libros con obras construidas, de arquitectos de trayectoria muy corta, que vinculan investigación y proyectos", explica el editor Patricio Mardones.

Egresado de la UC en 1991, Irarrázaval forma parte de una generación, encabezada por Alejandro Aravena, que actualmente acapara la atención de publicaciones, seminarios y críticos extranjeros. "Tenemos algunas cosas en común, como la abstracción de la materia, así como el uso del acero y la piedra. Se trata de diseños expresivamente más sosegados, más contenidos. Es un cierto mutismo", dice Irarrázaval. "Son construcciones más sintéticas, que tienen que ver con la personalidad de los chilenos".

Edificios que, en su caso, se concentran en el inteligente uso de los materiales y el respeto por el entorno. Eso se ve en su diseño para el Centro Cultural Embajada de Chile en Buenos Aires, que se proyecta para 2010. Es una construcción de 100 metros, de acero, que continuará con la geometría curva de la embajada, para agregar salas de exposición, auditorio y cafetería. Y con una vuelta ecológica: su techo tendrá cubierta vegetal. "La idea fue invadir lo menos posible", afirma el arquitecto.

Para el próximo año se planea también la nueva Escuela de Diseño UC, que tiene la forma de un gran cubo de exterior de acero, con dos patios largos en su interior, que se localizará en el Campus Lo Contador. También está su plano del Hotel Indigo en Santiago, filial del que ya construyó en Puerto Natales. Esta vez, el edificio tendrá ocho pisos y una inspiración en el pasado agrícola.

Son proyectos insertos en el medio de la ciudad, en espacios públicos, pensados para ser usados por muchas personas. "Son menos aislados que los del pasado. Tienen una escala más grande y complejidades adicionales", cuenta. El tamaño es un desafío, pero no es algo que le interese especialmente. De hecho, sus inquietudes urbanísticas apuntan más a las construcciones pequeñas: "Aún no se ha resuelto cómo crece Santiago", observa. "De repente se construyen grandes edificios, pero no algo de dimensión intermedia, que necesita menos capital. Comunas como Vitacura, por ejemplo, se beneficiarían de edificios de cuatro pisos. Conservaría la misma densidad, pero en un crecimiento más armónico, sin grandes torres".

Tiene un gran respeto por la pequeña escala. Por eso, también trabaja en un proyecto de casas prefabricadas, a base de contenedores, pensadas para lugares remotos. "Son diseños sofisticados, pero súper económicos. Si en construcciones grandes pierdes el control de los detalles, eso se recupera cuando se trabaja en estos lugares pequeños", explica.

Mientras trabaja en diseños futuros, se puede ver la obra que realizó en Marbella, Quinta Región, para el proyecto Ocho al Cubo. Irarrázaval fue convocado junto al afamado arquitecto japonés Toyo Ito y experimentadas firmas locales, como José Cruz y Teodoro Fernández. Una selección de lujo, que incluyó a quien ya es mucho más que una promesa arquitectónica.