"Ha habido discrepancia de criterios. Algunos miembros sostienen que debe ser dictada por una asamblea constituyente. Otros, que la constituyente debe organizarse a base gremial y, finalmente, quienes sostienen que la Constitución debe aprobarse por un plebiscito". Así resumía, en 1925 el Presidente Arturo Alessandri el debate constitucional que se avecinaba y para la que el mandatario había convocado a una numerosa comisión consultiva.
Las propuestas de reformas constitucionales o generación de una nueva Carta Magna, surgidas a raíz de los movimientos sociales de 2011, renacieron con fuerza al alero de la campaña presidencial. Varios candidatos han recogido la idea de cambiar la Constitución y algunos proponen que el texto pueda tener su génesis en una asamblea constituyente.
En Chile nunca ha habido una experiencia de ese tipo. Si bien el tema se abordó por primera vez en la administración de Alessandri, y en dicho proceso constituyente se generaron dos comisiones, que estudiaron tanto las reformas a la Constitución como los mecanismos de cambio, la idea fue finalmente desechada. A dicho proceso fue al que se refirió Michelle Bachelet, al explicar el trabajo de su comando en la materia.
El gobierno de Alessandri que se inició en 1920 fue derrocado por un golpe militar en septiembre de 1924 y reemplazado por una junta encabezada por el general Luis Altamirano, a raíz del escaso avance de su agenda de reformas sociales, que permanecía bloqueada en el Congreso, ente que fue disuelto.
Los militares, a través de un manifiesto, prometían una asamblea constituyente -una vieja aspiración de diversos sectores sociales- que solucionara lo que se consideraban vicios del sistema parlamentario y su escasa eficacia para generar leyes tendientes a resolver los problemas sociales y económicos de la época.
Un nuevo golpe en enero de 1925, mientras Alessandri se encontraba en el exilio en Italia, instauró una nueva junta militar, solicitó el retorno del Presidente y lo mandató para modificar la Constitución.
Según explica René Millar, historiador y académico de la UC, "a raíz de su experiencia fallida en el gobierno, cuando no pudo hacer realidad su programa, Alessandri decidió y se le metió en la cabeza la idea de la reforma". La idea de los militares seguía siendo la generación de una asamblea constituyente, proceso al que a su regreso Alessandri adscribió.
En marzo de 1925, el Presidente designó personalmente una comisión consultiva, que lo ayudaría en la decisión del tipo de reformas necesarias, como en el mecanismo para generar el código. En ella llegaron a participar cerca de 125 personas, entre ellos, Luis Barros Borgoño, Francisco Bulnes, Guillermo Edwards Matte, Agustín Edwards, Emiliano Figueroa, Eliodoro Yáñez y representantes intelectuales y trabajadores como Manuel Hidalgo, presidente del Comité Obrero de Chile. "En eso, Alessandri fue bastante democrático, había gente de todo el espectro", dice el historiador Cristián Gazmuri.
En 33 sesiones, que se iniciaron en abril de 1925 y finalizaron a comienzos de agosto de ese año, el grupo -que sufrió diversas modificaciones, analizó los cambios necesarios y desestimó una asamblea constituyente.
La Tercera revisó las actas de cada sesión, para conocer el debate -ocurrido hace 88 años- que originó la reforma y constituye la génesis de la Constitución de 1925.
En la primera cita de la comisión, el 7 de abril de 1925, Arturo Alessandri criticó al régimen parlamentario y culpó al bloqueo de los proyectos de ley y la constante rotación ministerial provocados por el Congreso del fracaso de su gobierno. El Mandatario planteó una modificación constitucional como única alternativa. "Una de dos: o se aceptan las reformas que la hora presente reclama, o bien otro hombre debe tomar las responsabilidades", dijo el ex Presidente.
Al comienzo, la discusión se centró en cuál debía ser el mecanismo para generar una nueva Constitución y la necesidad de convocar a una asamblea constituyente, y en ese caso, cuál sería la fórmula para escoger a sus representantes. Las diferencias fueron inmediatas: los representantes de partidos deslizaron la opción de una salida negociada y partidaria; los representantes de la intelectualidad y los trabajadores propusieron asambleas de diversa índole: unos postularon elegir a los miembros por votación popular, en tanto que otra facción propugnaba que los constituyentes fueran representantes de los gremios (portuarios, ferroviarios, etc.).
"Es necesario saber si el Presidente está con el país. Esto no lo vais a saber consultando al Partido Radical, lo vais a saber llamando al pueblo, conglomerado que no se cobija bajo ningún techo político", dijo el escritor Fernando García Oldini en dicha sesión.
La réplica desde el sector partidario fue inmediata. Carlos Vicuña Fuentes, dirigente del Partido Radical, planteó los riesgos de una asamblea: "V.E. está en el caso de Julio César cuando dijo 'es necesario que alguien en Roma piense y actúe por la muchedumbre' (...) es posible, sin embargo, que la irreductible anarquía mental de nuestra época produzca discusiones tan estériles que sea imposible sacar de ellas las instituciones nuevas que anhelamos para nuestra patria".
Guillermo Edwards Matte, entonces ex diputado y representante del Partido Liberal, también criticó la idea de una asamblea (integrada por gremios) y la relacionó a los "soviets". "Los 'soviets' están constituidos por representación de consejos de trabajadores o gremios. Es necesario que digamos si queremos esa clase de instituciones para nuestro país".
Los representantes de los trabajadores, en tanto, insistían en una representatividad ampliada y, además, llamaban a los partidos a no realizar una campaña del terror. "Si las fuerzas de renovación de la república llegan a esa asamblea en mayoría, darán una Constitución de acuerdo con esas aspiraciones (...) no hay razón para estar preparando el terreno contra la supuesta dictadura proletaria", complementó el presidente del Comité Obrero Nacional, Manuel Hidalgo.
El debate se enfrió cuando Agustín Edwards Mac Clure, del Partido Nacional, planteó que como la comisión estaba destinada al estudio de las reformas y del mecanismo, él veía una fórmula para seguir adelante con el trabajo encargado por Alessandri. "Me atrevo a sugerir a S.E. que piense la conveniencia de dividir esta comisión en dos: una en la cual deben estar representadas todas las tendencias, que se encargará del estudio de las reformas; y otra que se encargará del mecanismo por el cual se va a convocar a dicha asamblea constituyente", dijo Edwards.
Generadas las dos subcomisiones propuestas, el Presidente participó en la que tenía como destino estudiar los cambios constitucionales. "Ese fue un grupo pequeño, conformado por abogados y políticos, de sus más cercanos", dice Millar. La idea del Mandatario era generar un texto que consagrara un régimen presidencial, en desmedro del parlamentarismo.
Las discusiones sobre las reformas, que giraron en torno a las atribuciones de cada poder estatal, las relaciones entre el Congreso y el Ejecutivo, y las formas de veto o intervención de uno sobre el otro, generaron un texto que consagró al Presidente como jefe de gobierno y Estado, le otorgó la facultad exclusiva de la remoción de ministros y lo consagró como colegislador. Además, hizo incompatible el cargo de ministro y parlamentario.
El proyecto, entre otras cosas, separó a la Iglesia del Estado, creó el Tribunal Calificador de Elecciones, y postuló la protección a la industria, el trabajo y la previsión social.
Sin embargo, una vez que fue presentado en la totalidad de la comisión, el borrador de Alessandri no fue del agrado de la elite política, quienes, según Millar, esperaban reformas al régimen parlamentario, pero no una modificación radical. Las libertades individuales y de prensa fueron objeto de debate a razón del excesivo poder que, según algunos miembros, se entregaba a la figura presidencial. "Alessandri redactó e impuso su voluntad", dice el historiador Gabriel Salazar. En efecto, varios representantes de partidos se retiraron del trabajo de la comisión consultiva.
Sobre los mecanismos no se conversó hasta julio, fecha en la que también los representantes obreros y gremiales estaban descontentos -algunos también abandonaron la entidad-, pues acusaban falta de representatividad popular en los miembros de la comisión.
El 23 de julio de 1925 se produjo una cita decisiva para el futuro del texto y su validación. A esa altura, con un proyecto redactado según su ideario, Alessandri ya no tenía en mente una asamblea, debido a la reticencia que este mecanismo causaba en la clase política -quienes consideraban que esa consulta podía generar más inestabilidad-, situación que se había reflejado en la discusión de la comisión.
En dicha cita, el radical Julio Bustos (quien fue desautorizado por el partido tras su intervención) expresó su disconformidad con el proyecto y emplazó a Alessandri a someterla a la decisión popular. "Uno de los puntos de ese manifiesto (el militar de septiembre de 1924) tiene una interpretación clara y precisa: la idea de una convocación a una libre asamblea constituyente", dijo Bustos.
Los dichos molestaron al Mandatario. "Puede darse por terminada esta cuestión. Levantaré la sesión e iré a mi despacho a dictar el decreto de convocatoria a la asamblea constituyente (...) es preciso que se acabe de una vez por todas la comedia política", dijo Alessandri a modo de amenaza, antes de dar por terminada la sesión y abandonar la sala.
Tras varios minutos, Alessandri regresó a la sala, luego de que un grupo de miembros fuera mandatado para ir a buscarlo. Al retornar, el Presidente encontró un clima conciliador, donde se había instalado la idea de que la comisión podía cumplir el rol constituyente.
Uno que planteó dicha idea fue el ex ministro de Hacienda -quien disputó con Alessandri la presidencia en 1920- Luis Barros Borgoño: "¿Por qué no ha de continuarse en la misma forma en esta magna asamblea que representa más ampliamente a los diferentes grupos políticos?", dijo. El abogado liberal Enrique Barbosa lo reforzó. "Esta asamblea ha sancionado a los que quieren llevarnos a un trámite innecesario y peligroso", dijo Barbosa. "Fue esa comisión la que hizo las veces de asamblea constituyente", dice Gazmuri.
Siete días después, el texto de la nueva Constitución era un proyecto de ley, para ser sometido a sufragio popular para su validación.
En su mensaje al país del 28 de julio, cuando presentó el proyecto, Alessandri validó la decisión de no citar a una asamblea constituyente. "Regresé dispuesto a convocar una asamblea, pero me encontré con que no había electorado, ya que los registros antiguos habían sido repudiados por la revolución (...) dirigentes de partidos han concordado con mi manera de pensar, señalándome inconvenientes graves que se oponen a la convocatoria de la constituyente", dijo el Mandatario. Aun así, se abrió a la posibilidad de que "cuando el poder electoral quede generado, tendremos instrumentos para elegir una constituyente para consultar al pueblo en cuanto al código que responda a las aspiraciones de nuestro momento histórico".
El 31 de agosto, la papeleta de votación del plebiscito planteaba Sí a la opción de un régimen presidencial consagrado en la nueva Constitución, o No para regresar al sistema parlamentario. En dichas elecciones, los partidos políticos llamaron a no votar, hubo niveles de abstención en torno al 55% y 60%, y la Carta Fundamental que rigió la mayor parte del siglo XX en el país fue aprobada.