CATALOGADA como una de las peores películas de la historia del cine clase B, la cinta de 1959 Adolescentes del espacio exterior (Teenagers from Outer Space) trata sobre cinco alienígenas (de aspecto humano y, como el título lo indica, juveniles) que llegan a la Tierra buscando un planeta para criar "Gargons", langostas gigantes que si se adaptan a nuestra atmósfera terminarán con la humanidad. Pero eso a ellos les da lo mismo. Y queda claro en la primera escena, cuando un precario platillo volador aterriza en algún punto de California y desde su interior emerge un tipo con casco como de motos GP que con un rayo desintegrador mata sin asco a un perrito llamado "Sparky", el que queda tragicómicamente reducido a un esqueleto.
Los alienígenas de la película son adolescentes y carecen de empatía. Son indolentes, poco corteses y muestran nulo interés por ponerse en el lugar del otro... Como todos los adolescentes. Algo que ya se sabía durante el boom de la ciencia ficción en los 50 y que por décadas ha llevado a muchos padres a preguntarse qué están haciendo mal en la educación de sus hijos. Ahora un nuevo estudio revela que es la biología, y no la educación de los papás, la culpable de este comportamiento.
La investigación holandesa, publicada en el último número de la revista Developmental Psychology, reveló que mientras las niñas a los 13 años ya están capacitadas para mirar las cosas desde la perspectiva del otro, los adolescentes hombres recién a los 15 desarrollan esta habilidad. Es más, durante este período la empatía en ellos incluso baja. "Encontramos que los niveles de empatía en las niñas se mantuvieron estables durante la adolescencia, mientras que los muchachos mostraron una disminución temporal entre los 13 y 16 años", dice a Tendencias Jolien van der Graaff, investigadora de la U. de Utrecht (Holanda) que lideró el estudio. Esto pasa por las diferencias en el desarrollo cerebral que tienen hombres y mujeres.
El estudio holandés siguió la senda de una investigación publicada el año pasado por Ronald Dahl, profesor de salud pública de la U. de California en Berkeley, que refutó la antigua creencia de que la empatía afectiva (la capacidad de interpretar lo que otra persona está sintiendo) y la empatía cognitiva (la de interpretar lo que otra persona está pensando) se formaban en la niñez. Lo que no es así. Los trabajos de Dahl mostraron que la primera se encuentra en la región límbica y se comienza a desarrollar en la infancia cuando los padres estimulan las emociones de las guaguas, mientras que la empatía cognitiva surge en la corteza prefrontal medial y se sigue desarrollando hasta la adolescencia.
Y eso no es todo. Un estudio del sicólogo social Caspar van Lissa, de la U. de Utrecht, mostró que ambas empatías no sólo no se despliegan al mismo tiempo, sino que una influye en el desarrollo de la otra. "Mi investigación sugiere que la adolescencia es un importante período de desarrollo de la capacidad de los adolescentes para 'entender lo que los demás piensan', mientras que la capacidad de interpretar lo que 'sienten los demás' ya está bastante establecida en ese nivel de desarrollo. Por otra parte, la capacidad de los niños para entender lo que 'sienten los demás' es un indicador temprano del desarrollo posterior en la capacidad de 'entender lo que los demás piensan'", dice Van Lissa a Tendencias.
El estudio holandés describe el proceso de desarrollo de la empatía en tres fases secuenciales: la primera en la lactancia cuando las guaguas aprenden las emociones replicando a sus padres con un comportamiento "espejo", riéndose o enojándose cuando estos lo hacen; la segunda, entre los ocho y 12 años, cuando se desarrolla la capacidad de reconocer emociones en los otros, notando por ejemplo cuando alguien está triste; y la tercera, entre los 12 y 14 años, cuando se logra la habilidad de entender lo que los otros piensan, aprendizaje clave en el proceso de aceptación social y desarrollo del humor.
La pregunta cae de cajón: ¿cuáles son las consecuencias de no consolidar estas habilidades? El estudio reveló que los adolescentes que logran un buen desarrollo de la empatía tienen relaciones más saludables y discuten menos con sus papás. Además, saber ponerse en la perspectiva de los otros es clave en la vida adulta en el ámbito laboral para entender los puntos de vista y experiencias de los pares.
La respuesta sobre por qué a los adolescentes les cuesta tanto desarrollar la empatía está en su cerebro. Sarah-Jayne Blakemore, profesora de neurociencia cognitiva del University College de Londres, dijo a Wall Street Journal que cuando deben ponerse en la perspectiva de otra persona, hacen un uso más intensivo de la corteza prefrontal medial (región vinculada a la empatía y el reconocimiento de normas sociales) que los adultos. ¿La razón? Probablemente porque deben hacer un esfuerzo más consciente para un proceso que en adultos resulta automático.
El estudio holandés mostró que esta deficiencia puede estar relacionada con dos factores, uno biológico y el otro ambiental. El primero es el aumento de testosterona en la pubertad (en la investigación los adolescentes más maduros físicamente mostraban menos empatía) y el segundo, la presión de los amigos por comportarse "como un hombre". "La caída en la empatía durante la adolescencia media parece estar asociada con el desarrollo puberal. Además, los chicos pueden estar menos dispuestos a mostrar su preocupación y simpatizar con los demás, lo que puede ser una consecuencia de los estereotipos de género y las presiones de socialización", dice Van der Graaff.
Aunque esto es transitorio. Los investigadores explican que una vez que salen de la adolescencia, los niveles de empatía se recuperan y equilibran entre hombres y mujeres. "El aumento en la capacidad de entender qué piensan los demás demora más, pero el proceso parte finalmente a mediados de la adolescencia. Finalmente, la empatía vuelve a los 18 años a los mismos niveles que tenía a los 13", concluye la investigadora de la U. de Utrecht.