A pesar de que todo cambie, el panorama seguirá siendo el mismo. Aunque los indicadores económicos se esmeren en comprobar lo contrario, aquella consigna gatopardiana vaticina que el desenlace siempre será igual: el que nace pobre, muere pobre. Abuelos, padres e hijos, sometidos sucesivamente a ese mismo y crudo horizonte. El futuro no es más que un cuento difuminado con el tiempo.

Como un llamado a hacerse cargo de esta realidad perfila su último documental Pachi Bustos (Actores secundarios, Los Angeles Negros), Cuentos sobre el futuro, cinta ganadora de la Competencia Nacional en la reciente edición de Sanfic. El registro, que obtuvo un crédito Corfo el 2006 para investigación y un Fondo Audiovisual para realización el 2009, explora el contrapunto entre la infancia de cuatro vecinos de la población Los Navíos, a principios de la década de los 90, y cómo sobreviven hoy, 20 años después.

"No sólo es la realidad de ellos, sino de miles. Es un Chile en que conviven dos países en uno, y como que no se miran. Es una situación invisible, no es que no se sepa, pero no se ve", afirma la directora, que cuenta que en octubre el filme estará en el mercado del Festival Dok Leipzig, en Alemania, uno de los más respetados en elcampo documental.

La antesala del filme data de 1995, cuando Bustos se unió a un grupo de estudiantes de Periodismo de la Universidad de Chile que realizaban un taller de video para niños en la población ubicada en La Florida. Con apoyo de la Fech, el resultado denominado Chinoticias consistía en un registro amateur donde los pequeños reporteaban los problemas del barrio simulando por un rato ejercer el rol de comunicadores audiovisuales. El material se proyectaba para toda la comunidad en una gran pantalla situada en la plaza del lugar. Pachi, que estudiaba en la Diego Portales e investigaba para su tesis sobre video popular, se integraba entonces a un colectivo universitario denominado La Rayuela, encabezado por el periodista Jorge Leiva, su actual pareja y con quien ha codirigido dos de sus trabajos anteriores.

"Los vínculos afectivos con ellos fueron muy fuertes. Al final, íbamos a verlos, les teníamos cariño. No era una cosa formativa. Aunque para Jorge una influencia clave de este taller provino de las clases que hacía Alicia Vega en Cien niños esperando un tren", explica la directora sobre el trabajo que duró hasta 1996.

Y si en aquel documental su director Ignacio Agüero se metía incisivamente en el relato a través de preguntas acuciosas, intentando develar el contexto histórico de ese entonces, aquí la mano de Bustos opta por la invisibilidad, dejando que el comportamiento de los personajes hable por sí sólo.

Así, Axel, un chiquillo que otrora jugaba por instantes a convertirse en camarógrafo profesional, dejó el colegio y hoy gana el sueldo mínimo como encargado de línea en una industria manufacturera. Eli, su hermana, quien también puso un paréntesis académico en su vida, ahora sólo espera que la cirugía a la malformación labial de su hijo recién nacido resulte sin problemas. Angelina, otra integrante del taller, congeló sus anhelos de juventud debido a un temprano embarazo: ahora se desvive trabajando de noche en una fábrica por su hija. Y por último, Orlando, quien vive de allegado en casa de su suegro y planea mudarse a su propia mediagua, financiada por el sueldo que gana como jardinero de un condominio.

"Sus padres tuvieron vidas difíciles, y los padres de sus padres igual. Entonces es un círculo del cual no pueden salir. Estos niños de hoy son los jóvenes de mañana que nunca pudieron materializar sus sueños", afirma Pachi Bustos.