Fue un tiro libre a los 22 minutos de partido. Era octubre de 1978 y en la cancha del Estadio Monumental estaban River Plate y Boca Juniors. Fue un tiro fuerte que se coló por el primer palo, que cuidaba el portero xeneize. Ese día, River Plate ganó el superclásico argentino 1 por 0. El que había pateado la pelota era conocido como "Omarcito", el hijo de Angel, que veía el partido desde la banca como técnico del equipo. Los ojos de Angel se llenaron de lágrimas mientras el hijo celebraba en la cancha. Angel, máxima leyenda de River como jugador, máximo anotador de los River-Boca, veía cómo su hijo lo hacía ganar el partido más importante del año.
Al día siguiente, en los diarios porteños, los titulares hacían referencia a la dinastía riverplatense que empezaba con Angel y seguía con Omar. "Otra vez Labruna", quedaba marcado con tinta en los periódicos. Pero lo que quedaba para el padre era más que un gol del hijo al rival más clásico. Lo que quedaba para Angel Labruna era el momento.
Ese domingo de octubre de 1978 había sido el Día del Padre.
Omar Labruna (55), actual técnico de Colo Colo, desciende directamente de la máxima figura en la historia de River Plate. Su padre, Angel Labruna, jugó veinte años en el equipo de la banda sangre, ganando nueve títulos, además de ser parte de "La Máquina", la delantera más exitosa en la historia del fútbol argentino. Cómo técnico dio seis vueltas olímpicas con el elenco millonario. El peso de Angel Labruna es tal, que el día del hincha de River Plate se celebra en el día del cumpleaños de Angel: el 28 de septiembre.
Omar ha llevado la carga de ese apellido durante toda la vida. Crecer y decidir ser jugador de fútbol no fue una decisión simple, pero se dio más por el destino que por la familia.
-Vivíamos a cuatro cuadras del estadio de River. Jugaba a la pelota en una plaza cercana cuando el utilero del club, que iba pasando, apartó a tres chicos del grupo y nos llevó a probar al otro día a la sub 10. Fuimos y el que quedó fui yo. Cuando me preguntaron el apellido se querían matar porque había ido solo y no sabían quién era yo. Así empecé mi carrera, aunque mi padre me inculcó estudiar porque llevar ese apellido de tanto peso era muy difícil.
A pesar del gol a Boca en el Monumental, Omar Labruna no jugó mucho en River entre 1975 y 1981, mismo período en el que su padre estuvo como entrenador. Recuerda que el padre lo aconsejaba y lo retaba como a todos. Y que sin querer lo postergaba. "A igualdad de condiciones, prefería a otro compañero".
Jorge Tresmonte, cronista deportivo especializado en River, recuerda la relación profesional entre padre e hijo: "En esos años jugó sólo 44 partidos. A veces, los propios jugadores tenían que convencer a Angel de que lo pusiera, pero el DT no quería que pensaran que lo hacía para favorecer a su hijo".
El peso de ser un Labruna se diluía en el camarín de River Plate, porque los jugadores entendían que cualquier posible favoritismo quedaba fuera de lugar para el padre. Norberto "Beto" Alonso, la máxima figura de River en los 70 y 80, lo recuerda: "No iba a jugar por ser el hijo del técnico. Pero un día River compró a dos uruguayos. De los Santos era uno de ellos. Y en un entrenamiento tuvo una agarrada con 'Omarcito'. Don Angel salió. Los trató de separar, pero después lo quiso atacar al uruguayo. La pelea no es buena para nadie. Pero el padre bancó al hijo".
Omar Labruna muchas veces piensa en qué hubiera hecho Angel en su situación. Se acordó de él cuando a mediados de año, cuando era director técnico de Audax Italiano y le ofrecieron tomar a Colo Colo. "A mi padre le ofrecieron mucho dinero para dirigir en México en 1974, pero él prefirió asumir en River por mucho menos y lo sacó campeón después de 18 años".
Labruna hijo hizo algo parecido. Tuvo que poner 200 mil dólares de su bolsillo para llegar a Colo Colo. Desde que empezó a dirigir, recorrió varios equipos menores en Sudamérica. Aunque fue ayudante entre 1995 y el 2000 y luego el 2002 del River multicampeón de Ramón Díaz y de que en Argentina se diga que era la mente tras esa dupla, Labruna no había dirigido a un cuadro grande. Por eso, esta vez se olvidó de la cláusula que siempre puso en los equipos donde estuvo: que de haber oferta de River Plate, él tenía libertad absoluta para dejar al club que dirigía.
-No lo hice porque me estaban ofreciendo a Colo Colo, el más grande de Chile. Me pareció una falta de respeto con el club poner esa cláusula cuando me estaban dando la oportunidad de un club grande. En otros equipos digo: "Bueno, me sale River, que es lo más grande". Pero Colo Colo está a la altura de River.
Oscar Meneses, director deportivo de Audax Italiano certifica la ansiedad de Labruna por tener su oportunidad en el Cacique. "Nos dejó una semana antes que empezara el campeonato, pero entendimos su deseo".
El desafío no le ha quedado grande. Después de meses en que Colo Colo no lograba ganar dos partidos seguidos, logró una racha de cinco victorias. "Así como le ganamos a Católica, estamos capacitados para ganarle a la 'U' el domingo que viene".
Pero el tema River, su gran meta, termina volviendo: "Por el apellido de mi padre, todos quieren que algún día tome River. Tarde o temprano, River va a salir, pero estoy disfrutando Colo Colo, haber llegado a un equipo grande".
El hermano mayor de Omar, Angel, ya había debutado profesionalmente en River Plate con su padre como director técnico a fines de los 60. Era un volante de gran técnica y Angel, el padre, se veía reflejado en él. "Nos quería a los dos por igual, pero se veía identificado en lo futbolístico con Angel porque tenía unas condiciones maravillosas".
A los 20 años, Angel se fue a operar de los meniscos. En el chequeo le descubrieron leucemia. Angel, el primer heredero del apellido Labruna, fallecería pocas semanas después de esa enfermedad, en 1969. "Nunca nos pudimos recuperar. Me llevaba siete años y éramos cómplices a pesar de la diferencia de edad. Para mis padres fue muy duro, nunca fueron los mismos".
Omar Labruna decidió irse de River en 1981 para no complicar más a su padre y evitar las ingratas comparaciones entre ambos. Para padre e hijo era difícil.
Angel Labruna padre murió en septiembre de 1983, a los 64 años. Una operación de rutina se tradujo en un paro cardíaco. Se desfallecía en los brazos de Ubaldo Matildo Fillol, arquero de River, campeón mundial con Argentina el 78, cuando ambos salían a dar un paseo por los jardines de la clínica.
-A las 12 yo lo había ido a visitar al hospital. Le habían dado el alta, pero el prefirió quedarse un par de días más. Las enfermeras estaban limpiando la pieza cuando un coágulo se le fue a una arteria. Eso pasa una vez en millones. Mientras viajaba a verlo a la clínica, falleció.
El golpe para Omar fue devastador. Logró terminar ese año como jugador de Sportivo Italiano de la Primera B argentina. En enero del 84, ya de vacaciones, llamó al presidente del club y le dijo que no tenía ganas de ir a entrenar. "Omar, yo hablo con el entrenador, quédate una semana más". Pasó la semana y Labruna lo decidió. Llamó al presidente, esta vez para decirle que lo de su padre lo había afectado demasiado.
Con solo 26 años, Omar Labruna se retiraba del fútbol.
Labruna sabe que las heridas del camino se cierran en una cancha. Su primer año sin jugar, tras la muerte del padre, no hizo nada. Pero al segundo, volvió como jugador de ligas del interior de Argentina. "No podía largarlo definitivamente, necesitaba fútbol". En paraleo empezó a hacer el curso de técnico. Y nunca dejó de ir a los partidos del club de su vida: River. Eso, hasta que la oportunidad de volver a la banda sangre, ahora como ayudante técnico, se le dio a los 36 años. De ahí no paró hasta su gran oportunidad: Colo Colo.
Por eso, Labruna sabe que esta es su hora de demostrar. Que para que todos los ciclos se cierren, él tiene que llegar a ser entrenador de River Plate. Para que la gran sombra de su padre Labruna se haga, finalmente, cada vez más tenue.