Para que Cristóbal (3) coma sin problemas, sus padres le entregan una tablet. Así, mientras almuerza sus verduras, el pequeño revisa videos en Youtube y pinta en forma virtual animales de la selva. Si no lo hacen así, simplemente no come. Valentina (15), reconoce que no es nada sin su smartphone. De hecho, ella sabe que si su promedio de notas en matemáticas -el ramo que más le cuesta- baja de 5,5, se queda sin plan de internet ni minutos en su teléfono.
Desde preescolares a adolescentes, la tecnología se ha convertido en la entretención favorita y por ello no sólo motiva pataletas cuando no la tienen, sino que se ha convertido en la nueva forma de castigo de los padres.
Según una encuesta realizada en el Reino Unido, ocho de cada 10 padres de niños menores de 14 años reconoce que su método preferido de castigo es la restricción de este tipo de aparatos. La razón: los niños lo resienten tanto como generaciones anteriores lo hacían cuando quedaban sin ver TV o sin salir a jugar con los amigos. Bien lo sabe Felipe (12), quien tiene claro que cuando desobedece el castigo será estar varios días sin su consola XBox. "Es lo único que me importa", dice.
Según cifras entregadas por Movistar, el 56% de los niños entre seis y nueve años tiene celular propio, cifra que aumenta al 78% cuando los consultados son adolescentes entre 10 y 18 años.
Con ese nivel de uso no es extraño que los gadgets sean la principal moneda de cambio cuando los papás buscan que sus hijos mejoren su comportamiento.
Aprendizaje
Sin embargo, no basta con restringir su uso. Para que los castigos ayuden efectivamente en el aprendizaje, requieren cumplir con, al menos, tres características, dice la sicóloga del servicio Fonoinfancia de la Fundación Integra, Carolina Gaete.
Primero, que se dé en una lógica de buen trato y no a través del miedo; que se le vincule al hecho de que se busca corregir y que el niño sepa de antemano con qué se le sancionará y por qué. "Si un niño deja de hacer sus tareas porque pasa mucho tiempo jugando en la consola o navegando en internet, restringirle esos aparatos es útil, pues son los que le están restando tiempo a sus quehaceres. Pero eso funciona siempre y cuando se le haya explicado con anterioridad cuáles son sus deberes y cuál será la consecuencia de no cumplirlos. No basta con un castigo grande y sorprendente", acota.
De hecho, tener las reglas claras, dice, evitará el posterior "berrinche". Un problema que los padres no siempre saben cómo manejar y que muchas veces termina con el levantamiento de la sanción por parte de unos de ellos. "Los niños se molestan si les quitan su 'juguete', pues no siempre saben como expresar esa rabia", explica el siquiatra infantil de la Clínica Las Condes, doctor Elías Arab.
Sin embargo, la siquiatra infanto juvenil de la Clínica Alemana, Ana Marina Briceño, dice que las pataletas son esperables en niños de dos a cuatro años, incluso cinco, pero no más. En los mayores no deben ser aceptadas y si persisten deben ser tratadas, porque revelan intolerancia a la frustración.
Briceño agrega que el niño debe entender que más que un castigo, se trata de una "consecuencia lógica a una falta que cometió" y que lo ideal es que ellos mismos concuerden con sus padres la sanción y los días en que esta se aplicará. Arab agrega que la unión de los padres es crucial y que éstos deben ser consistentes con los castigos y no desautorizarse entre ellos. ¿Otro consejo? Una cosa es comprarles gadget y otra es dejar que sean su única entretención. "Si son su única área de interés, hay una situación de riesgo, porque bajan las notas, no socializan y comparten menos en familia", advierte.