Entra al hall del Teatro Municipal con polera de cuello rebajado, chaqueta de cuero y una actitud distendida que poco tiene que ver con la imagen compuesta que se podría esperar del más célebre pianista clásico actual. Con 30 años, Lang Lang ha difuminado las barreras entre la música popular y el mundo clásico en la última década. Anoche, el concertista nacido en Shenyang y con agente en Nueva York debutó en Santiago con una ovación, cerrando su concierto con el público aplaudiendo de pie.
Embajador artístico del gobierno chino, rostro de Adidas, estrella del sello japonés Sony Classical, representante de Unicef y embajador de marca del Grupo Telefónica, los logros de Lang Lang en el marketing son tan sorprendentes como contradictorios, viniendo de un régimen que tiene confinado a Ai Weiwei, artista disidente de alcance global.
El pianista, cuyos shows ofrecen juegos de luces, humo y suele llenar estadios, llegó al país en la cima de su fama. Pero él se lo toma con calma: "Realmente nunca he sentido que soy el músico clásico más famoso del mundo. Me esfuerzo muchísimo y mi mamá me aterriza para que no ande volando por los aires", dijo ayer, horas antes de su concierto del Teatro Municipal.
Nacido en 1982, Lang Lang es hijo de un músico del ejército que vivió los rigores de la Revolución Cultural. Con estudios desde los tres años, el pianista es producto de la severidad con que su país busca formar talentos, así como de la obsesión de su padre por convertirlo en un genio, según relató en su biografía Un viaje de miles de kilómetros.
Discípulo de Daniel Barenboim, con quien estudió al chileno Claudio Arrau, el músico tocó en la apertura de los JJ.OO. de Beijing 2008, en una ceremonia vista por cinco mil millones de personas. Un año después la revista Time lo eligió uno de los 100 personajes más influyentes y The New Yorker lo calificó de "embajador mundial del piano". Su biografía fue traducida a 11 idiomas, y hasta hay un documental sobre su figura, The Art of Being a Virtuoso.
Debutó en público a los cinco años, ingresó al Conservatorio de Pekín y a los 15 ganó una beca para estudiar en Filadelfia. Dos años después se consagró al tocar a Tchaikovsky con la Orquesta Sinfónica de Chicago.
Rockstar del piano, el artista promueve el estudio de la música clásica en niños de todo el mundo a través de su fundación, Lang Lang International Music Foundation (se calcula que en China 40 millones de niños estudian piano influidos por él). "Las crisis económicas generan en el arte una ruptura, y en ese contexto, la música puede hacer que nuestros niños sean más creativos, imaginativos y abiertos hacia el futuro", dijo ayer.
Hoy en Fundación Telefónica se reencontrará con tres estudiantes chilenos que fueron seleccionados el 2012 para tocar con él en el festejo de sus 30 años, en Berlín. "La pasamos muy bien. Tuve la oportunidad de compartir con estos excelentes músicos y espero con ansias reunirme con ellos".