LOS días 5 de cada mes, Verónica Arriagada (50) se reúne con un compañero de trabajo distinto en la sala de profesores del colegio en el que trabaja y le entrega cuatrocientos mil pesos en atractivo fajo de billetes. El compañero de turno se va feliz. Ella, en cambio, espera pacientemente porque ya le tocará. Verónica es la encargada de juntar las cuotas y entregar mensualmente el pozo que ahorra junto a nueve colegas que no encontraron una mejor manera de obligarse a juntar plata: hacer una polla.

Ahorrar por las suyas se les hace imposible. Ni el chanchito, ni la plata bajo el colchón, ni abrir una cuenta de ahorro les ha resultado. No hay misterio en ese comportamiento: a los chilenos nos cuesta ahorrar. De hecho, somos uno de los países con las tasas de ahorro más bajas de los miembros de la Ocde. Según cifras del Banco Central de 2011, sólo el 9% de los hogares chilenos tiene algún sistema de ahorro, cifra bastante baja en comparación con países como Suiza, que tiene un registro del 18,8%. ¿Cuál es la razón que nos impide ahorrar? La respuesta está en el cerebro: algunas personas tienen mayor actividad cerebral en áreas relacionadas con la gratificación instantánea y el placer, y se dedican a buscar el gozo ante la primera posibilidad, aún a costa de las finanzas personales.

Por eso, poner una cuota mensual y esperar el mes en que llega la recompensa de ese "sacrificio" resulta atractivo. "Es una forma de ahorro obligatorio. Lo practicamos hace varios años y resulta, nadie falla, porque a todos les gusta recibir gran suma de una vez", cuenta Verónica. Y la fórmula es simple: las reglas las define cada grupo, compuesto generalmente por diez personas para abarcar los meses que van desde marzo a diciembre. Entre los integrantes definen la cuota mensual, que generalmente no supera los 70 mil pesos por persona. Y la gracia de esto es que todos ganan un monto acumulado.

Para no tener problemas, este ahorro se realiza con personas de confianza, como lo hace Vannesa Wityk (35), quien participa desde hace un año en la polla de su trabajo. Como las cuentas claras conservan la amistad, en su grupo eligieron con pinzas a quiénes sumar y lograron ponerse de acuerdo en lo más difícil: el mes en que cada uno quiere recibir la plata. ¿Cómo lo hicieron? Sorteo. "Es que nadie quiere partir en marzo. Es mejor sentir que ahorras durante el año y que al final serás el premiado", cuenta. Hay un efecto adicional de ser el primero en recibir el monto: la sensación de que pierden la plata porque se pasan el resto del año poniendo la cuota mensual. A Vannesa le tocó en noviembre, justo cuando se vienen en masa los gastos de fin de año.

Que (no) duela

Una de las ventajas de la polla es su sentido grupal y hasta amistoso. Características totalmente opuestas a las técnicas que recomiendan los expertos cuando se trata de ahorrar. El profesor de la U. de Yale, Ian Ayres, es un ejemplo de eso. En su libro Carrots and Sticks, Ayres sugiere ayudarse con "incentivos desagradables". Es decir, si usted quiere ahorrar mensualmente parte de su sueldo, debe establecer un castigo para cada vez que no logre cumplir su meta. Ayres propone que cuando una persona no logre ahorrar y gasta más de lo presupuestado en cosas innecesarias, done una suma importante a una institución -idealmente una con la que no tenga mucha simpatía- de manera que el dolor de perder ese dinero le impida caer en lo mismo. En sus estudios, quienes seguían esta receta tenían tres veces mayor probabilidad de lograr lo que se proponían, disminuyendo notoriamente su necesidad de gratificación instantánea.

Frente a este tipo de estrategias, la polla no parece ser un método tan doloroso a pesar de que significa una obligación: te comprometes a pagar una cuota junto con un círculo de personas de confianza y, en algún momento, te tocará recibir el premio mayor. Roberto Núñez (42) conoce de cerca esa gratificación: recibió 500 mil pesos en julio pasado y fue una semana de vacaciones al Caribe, evitando endeudarse hasta el cuello. "Fue la mejor elección y, sin duda, ahorrar en grupo no resulta tan doloroso al fin de cuentas y menos si al final ganamos todos", concluye.

¿Por qué funciona este método? Porque el incentivo es el monto total de esta dinámica. Dean Karlan, profesor de economía de la Universidad de Yale, explica que los incentivos permiten que sea más fácil llegar a la meta y, en este caso, parece más atractivo recibir un monto total después del esfuerzo a que se quede guardado en el cajón. Además, como agrega Carolina Contreras (40), quien recién se sumó a la polla con sus colegas hace unos meses, nadie quiere quedar mal con el compañero de trabajo. "El hecho de que nos comprometamos juntos logra que no duela tanto pasar la plata y esperas ansioso tu mes para usar el dinero sin culpas. Después de todo, hiciste un esfuerzo y queda la sensación de que es un premio", concluye.