Para Leni Riefenstahl fue como una aparición fantasmal. Un hombre alto y desnudo corrió frente a su camioneta a toda velocidad. Varios aparecieron tras él, estaban cubiertos de ceniza blanca y llevaban cascos sobre sus cabezas. También había mujeres y niñas, con sus cuerpos pintados y adornados por perlas blancas. Luego de un mes recorriendo los valles desiertos de Sudán por fin los había encontrado. Los miembros de la tribu Nuba se alzaban frente a sus ojos tan fuertes, esbeltos y bellos como nunca imaginó.

Corría 1962 y hacía un tiempo que la alemana estaba obsesionada con encontrar a aquel excepcional grupo de africanos luchadores, que apartados de la civilización vivían desnudos y no conocían lo que era el dinero. Inspirada por el libro Las verdes colinas de Africa, de Ernest Hemingway, Riefenstahl se había embarcado en la aventura de encontrar a los Nuba.

Tenía 60 años, pero su formación en ballet clásico, alpinismo y esquí, le permitía conservar una condición física sin igual que la mantenía activa. Sólo había un problema: el pasado la perseguía.

Treinta años antes, Riefenstahl alcanzó fama como la directora preferida de Hitler, dirigiendo para él dos emblemáticos documentales: El triunfo de la voluntad (1935), sobre el congreso del partido nazi en Nuremberg, y Olimpia (1938), sobre las Olimpiadas de Berlín, en 1936. Aunque hoy ambos son considerados desde el punto de vista estético como obras maestras, también son vistos como la exaltación máxima de la ideología nazi, propaganda que ayudó a justificar los horrores del régimen.

Acabada la II Guerra Mundial, Riefenstahl intentó romper con su vínculo nazi, posando la mirada en la belleza del continente africano. No le fue fácil. Admiradora de las fotos de Africa del británico George Rodger, Riefenstahl le pidió ayuda para encontrar a los Nuba. El fotógrafo se negó: el mismo había hecho los primeros registros del campo de concentración de Bergen-Belsen y aborrecía el pasado de Riefenstahl. Mientras, cada vez que fue llamada a declarar por su colaboración con el Führer, fue absuelta.

Sin los recursos ilimitados que tenía en la época nazi, la cineasta levantó sola su empresa en Africa. Riesfenstahl vivió meses con los Nuba, retratando sus costumbres. Ellos la recibieron con los brazos abiertos: nada sabían de su historia. Pese al rechazo inicial, las imágenes fueron publicadas primero en revistas y luego en dos libros durante los años 70. En ese momento terminaron por ganarse el respeto de la crítica: el talento y calidad del trabajo de la alemana eran innegables.

A casi 40 años de esas ediciones, Taschen publica Africa, una compilación de las fotos que Rienfenstahl tomó de la tribu Nuba y posteriormente de los Masai, Shilluk y Kau: 400 páginas que rescatan a la mujer considerada por algunos como la más destacada cineasta del siglo XX.

A pesar de su relativa rehabilitación pública, la percepción de Riefenstahl sigue teniendo dobles lecturas: o se ama o se odia. Susan Sontag lo graficó bien en un ensayo de 1972, a partir de sus imágenes de Africa: "Es el último y necesario paso en la rehabilitación de Riefenstahl. Es la final reescritura del pasado; o bien para sus partidarios, la confirmación definitiva de que siempre ha sido una fanática de la belleza, y no una horrible propagandista".

El triunfo del talento

Con una experiencia exitosa como actriz (llegó a rivalizar con Marlene Dietrich), y una promisoria carrera como directora en el "cine de montaña", Riefenstahl se presentó ante Hitler, como una entusiasta seguidora de sus discursos sobre el esplendoroso futuro alemán. El Führer, que también la admiraba, no dudó en pedirle algunos documentales para el partido.

Riefenstahl resultó ser una creativa artista tras el lente. En El triunfo de la voluntad construyó rieles para movimientos de cámara nunca antes vistos en cine. Consiguió planos únicos y grabó con un cálculo geométrico dándoles a las escenas del ejército alemán un efecto potente y luminoso, mientras que los contrapicados registraron a un Hitler fuerte y orgulloso. Lo mismo sucedió con su cinta sobre las Olimpíadas: 400 mil rollos de película con revolucionarios planos subjetivos, que montó con mirada coreográfica, mezclando con fineza la cámara lenta, la aceleración de la velocidad y la marcha atrás.

En 1993, la cineasta repasaría con orgullo su obra en el documental The wonderful horrible life of Leni Riefenstahl. Todo parece marchar bien hasta que el director le pregunta sobre su amistad con el jefe de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, y sus idas a la ópera con él y su esposa. Ella se irrita, negando los encuentros y su relación con los nazis. También niega haber sabido sobre la persecusión judía y los campos de concentración. Finalmente se lamenta: "Nunca pude estar orgullosa de esos documentales. Todo lo que hice era después horroroso. Casi arruiné mi salud editando las películas. ¿Y para qué?", dice.

A los 90 años, Riefenstahl estaba cansada de intentar limpiar su imagen. Para ella, El triunfo de la voluntad y Olimpia eran documentales artísticos sobre la paz, el trabajo y la soberbia del deporte.

Lo cierto es que Riefenstahl repetiría ahora a través de fotografías el mismo tipo de discurso utilizando una tribu hermosa, de cuerpos atléticos y fuerte sentido espiritual. Según Sontag: "Aunque son negros, no arios, el retrato de Riefenstahl evoca algunos de los temas más generales de la ideología nazi: el contraste entre lo limpio y lo impuro, lo incorruptible y lo manchado, lo físico y lo mental".

Luego de su travesía en Africa, Riefenstahl siguió imparable. Con 70 años, aprendió a bucear, realizando magníficas fotos del mundo submarino. A los 94 decidió volver a visitar a sus amigos los Nuba, pero estos estaban casi extintos. Riefenstahl se sorprendió al ver a un grupo cubierto con harapos y peleando por unos dólares. Años antes ella misma había confesado: "El tiempo que pasé con los Nubas fue uno de los más felices de mi vida. Fue maravilloso, siempre estaban alegres, riendo todo el día. Era gente buena".