Un cadáver flotando en las costas del sur de España, supuestos documentos británicos secretos descubiertos por el enemigo y un plan para engañar a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Esa es la trama del libro del historiador británico Ben Macintyre, Operation Mincemeat: The true spy story that changed the course of World War II (Operación Mincemeat: La verdadera historia de espionaje que cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial), que relata detalles hasta ahora desconocidos de una de las mayores acciones de la inteligencia británica.
El plan era sencillo. Usar el cadáver de un vagabundo, Welshman Glyndwr, para hacerlo pasar por un coronel británico, arrojarlo en aguas españolas portando documentos secretos sobre una invasión aliada en Grecia y Cerdeña y esperar a que una vez que se encontrara, la información fuera entregada por la España de Franco a los alemanes. Así, los nazis movilizarían sus tropas a esos dos puntos de Europa y dejarían libre el verdadero lugar de desembarco: Sicilia. El plan resultó a la perfección, y el 9 de julio de 1943, los aliados se encontraron sólo con dos divisiones del Ejército alemán en la isla italiana.
Eso era lo que hasta ahora se conocía de la operación Mincemeat, mucho de lo cual apareció en el libro The Man Who Never Was (El hombre que nunca fue), de Ewen Montagu, uno de los participantes de la operación y que se transformó en película en 1956. Pero con el relato de Macyntire, hay datos que ya sea por prohibiciones u omisión, Montagu no entregó y que aparecen por primera vez a la luz pública.
Código secreto
Ejemplo de ello es el rol que jugó el conocimiento que tenían los británicos del código secreto usado por los nazis para comunicarse. Gracias a eso, los aliados estuvieron enterados de cómo avanzaba su engaño, o que la fotografía de una mujer que fue puesta en la ropa del cadáver del supuesto coronel, William Martin, era en realidad la de la amante de Montagu. Además, Montagu dijo en su libro que la familia del vagabundo había permitido la utilización de su cuerpo, pero en realidad eso no fue así.
Joseph Goebbels, jefe de la propaganda nazi, dudaba sobre la veracidad de los papeles, pero Adolf Hitler estaba completamente convencido de que los aliados intentarían concretar la operación descrita en los documentos.
La participación española también se detalla en el libro. Luego de que un pescador encontrara el cadáver frente a la costa de Huelva, el gobierno de Franco, que se declaraba públicamente neutral durante la guerra, se movilizó para informar a Hitler del hallazgo. La embajada alemana en Madrid, sacó copias de los papeles que describían los lugares de la supuesta invasión, y una vez hecho eso, se devolvieron los documentos a Londres como si nunca hubieran sido leídos.