El domingo 24 de mayo, una semana antes del fallido atentado con una bomba artesanal, Herbert Pitronello (49) llamó insistentemente a su hijo Luciano (23) al celular que le había comprado para poder contactarlo. Lo obligó a venir a su casa, al departamento de Las Condes, donde Luciano dormía no más de tres noches al mes, para hacerle una advertencia.
El padre había recibido un mail de su hija mayor, Romina (25), que le copiaba la información de una página web de corte anarquista, donde se mencionaba a Luciano Pitronello como uno de los investigados por el Ministerio Público en el caso bombas.
Su hijo menor, Franco (21), también había recibido el correo donde Romina les pedía que evitaran que Luciano se metiera en problemas mayores, por lo que ambos decidieron hablar con él. "Nos negó hasta el cansancio que estuviera vinculado con los hechos investigados, sosteniendo que estaba estudiando y realizando de buena forma su carrera en el Inacap y que se encontraba trabajando en una empresa de aire acondicionado", relató Franco Pitronello a los policías en su interrogatorio.
Pero las explicaciones de Pitronello no fueron creídas por su hermano, quien le pidió que devolviera el celular y la moto de su propiedad que él usaba. Tanto desconfiaban de él, que incluso decidieron ponerle candado al vehículo. Ya eran años tratando de que el joven se reintegrara a la familia y dejara de frecuentar a los grupos anarquistas.
Siete días después, Pitronello sacó la motocicleta por la noche y se fue en ella hasta el Banco Santander de Vicuña Mackenna.
A las 2.25 de la mañana del lunes 1 de junio, le estalló en las manos un extintor relleno con pólvora negra, que pretendía ser el bombazo número 119. Como todo salió mal, la ropa del anarquista se incendió y con esto todo su cuerpo. Según el video de una cámara de seguridad, por más de 43 segundos estuvo en llamas, dando pasos desorientados, hasta que cayó en la calle después de que un taxista lo rociara con otro extinguidor. En el suelo y sin perder la conciencia, le dijo al taxista: "Soy Luciano Pitronello".
Por este hecho, el joven debiera comparecer ante el Séptimo Juzgado de Garantía el próximo martes 22 de noviembre, para ser formalizado por colocación de artefacto explosivo, delito incluido en la ley antiterrorista. Un hito relevante para el Ministerio Público, luego de que la Corte de Apelaciones echara por tierra las formalizaciones de otros 14 imputados por asociación ilícita y dejara sólo a seis acusados vigentes, por los bombazos registrados desde el 2005.
Luciano Pitronello es el segundo hijo del matrimonio entre Herbert Pitronello y Erika Schuffeneger. Cursó la enseñanza básica en el colegio Santa Marta de Ñuñoa, donde sus profesores lo recuerdan por los conflictos que se vivían en su hogar.
En séptimo básico, sus padres lo cambiaron al colegio Teresiano Enrique de Ossó, de La Reina. Luciano tenía 14 años y las cosas en su hogar no mejoraban. "Las peleas se hicieron cada vez más frecuentes. Algunas veces se escuchaban. El matrimonio se relacionaba poco con las otras personas y el papá era muy serio", recuerda un vecino del condominio de Emilia Téllez, donde la familia vivió desde mediados de los 90 hasta el 2008. También señala que fue en esos años cuando Pitronello comenzó a teñirse el pelo, a faltar a clases y que hasta pedía "monedas" a los conserjes para la micro.
Otro vecino cuenta que desde que cumplió 16 años era común verlo pintar lienzos de tela en los jardines del condominio. "Una vez estaba pintando uno sobre los hermanos Vergara Toledo (por cuya muerte se conmemora el Día del Joven Combatiente). El decía que era una injusticia que hayan matado así a esos jóvenes", relata.
El año 2006 -con 17 años-, Pitronello fue un activo participante de las protestas "pingüinas", y el 11 de septiembre fue su primera detención al interior de la Usach, después de enfrentarse con carabineros.
Para finales de ese año, las cosas empeoraron. Fue expulsado del colegio y entre diciembre y enero, sus padres se denunciaron tres veces por violencia intrafamiliar.
Para entonces, Pitronello ya era un anarquista y vegano, conocido como "El Tortuga". "Soy un anarquista de tan sólo 17 años, pero creo que tengo el criterio suficientemente bien formado para tomar mis propias decisiones, a pesar de no poder hacer mucho por mejorar un mundo que evidentemente está mal", escribió en un blog el 2005 llamando a boicotear las multinacionales. "¿Cómo la Coca-Cola hace que la gente sufra?, bueno, yo te lo puedo decir, empresas tan grandes como la Coca-Cola tienen un gran capital, y esto hace que a veces países como EEUU les pidan préstamos para financiar cosas (...) (lo digo con todas sus letras)… la Coca-Cola financió la guerra de Irak (...)… quizás uno como individuo no pueda hacer mucho… pero como masas somos invencibles (...) ¿pero qué ganamos con no consumir productos empresas como ésta?, no ganamos nada, sólo hacemos del mundo un lugar mejor para vivir", fue su manifiesto en la web.
"Con mi hermano no teníamos buena relación, por cuanto teníamos distintos pensamientos respecto de nuestros planes en la vida. Lo anterior, debido a que junto a mi padre somos gente honrada, de trabajo, distinto de Luciano, quien desde sus 15 años ha estado involucrando en actividades políticas, según comprendo de índole anarquista", señaló Franco Pitronello en su declaración policial el día del accidente.
Según su relato, fue el año 2007 cuando le tomaron el peso a la situación. El 29 de marzo, en medio de las protestas por el Día del Joven Combatiente, Luciano Pitronello fue detenido como posible autor del apedreo al auto de la ministra Gloria Ana Chevesich.
El quiebre definitivo se produjo a mediados del 2008, tras ser internado por su papá en una clínica siquiátrica. Al dejar el tratamiento, Pitronello decidió alejarse de sus padres, que se habían separado.
La despedida fue con una advertencia: "Debía decidir entre una vida normal y su vida política. Decidió irse de la casa, manteniendo un contacto esporádico con nosotros. Desde ese momento, dejamos de tener control sobre mi hermano", declaró su hermano.
Con su madre, la relación también se distanció y sólo la retomaron con motivo del nacimiento de la hija de Pitronello, en septiembre de ese año, producto de su pololeo con Roxana Navea. La estudiante de Educación Diferencial frecuentaba las casas okupa Cueto-Andes y Sacco y Vanzetti, donde participaba Mauricio Morales, muerto el 2009, cuando le estalló la bomba que pretendía instalar en la Escuela de Gendarmería.
Meses antes, Pitronello había decidido terminar sus estudios de forma vespertina en el Liceo José Victorino Lastarria. Estos fueron pagados por su padre, quien también le dio llaves del departamento de calle Helvecia y le ofreció trabajo en la empresa familiar de movimientos de tierra.
Sobre el carácter del joven, Inmanuel Molina, uno de sus profesores en el Lastarria, recuerda que "siempre que yo decía una cosa él buscaba generar una polémica". Otro profesor lo describe como una persona solitaria y arisca.
Al cerrar el año escolar, Pitronello descargó su rabia en la licenciatura. "Días antes de la ceremonia le dije que se vistiera formal y que tuviera un buen comportamiento", asegura Molina. Luciano llegó de terno y acompañado de Roxana y la hija de ambos. Al subir a recibir su diploma, rechazó darle la mano a su profesor y acto seguido, bajó a enfrentar a la directora. "¡Vieja de mierda, al fin me voy del colegio!", le gritó, según recuerda Molina. "Hubo que sacarlo entre varios profesores".
Egresó del Lastarria con promedio 5 y sacó entre 508 y 581 puntos en la PSU. Estudió tres meses periodismo en la Universidad Diego Portales y el 2010, nuevamente con el financiamiento de su padre, entró al Inacap a estudiar Ingeniería en Electricidad.
De sus actividades durante este período, la fiscalía ha logrado establecer que frecuentaba las mismas casas okupa que su polola. En su prontuario antes del accidente, sólo hay tres delitos de hurto por bajos montos (spray de pintura), la detención de la Usach y otra por ocultamiento de identidad.
En una de las últimas veces que Franco Pitronello supo de él, el joven dejó una pista de lo que estaba pasando. Como usó el computador para imprimir gran cantidad de papeles, su hermano lo encaró y decidió ponerle clave. Al revisar los archivos, encontró un panfleto que días más tarde reconoció en TV como uno de los dejados tras un bombazo al banco BBVA. Los borró todos.
Después del estallido, Pitronello estuvo 10 días en coma inducido en la Unidad de Quemados de la Clínica Indisa. Su padre decidió trasladarlo hasta allá, luego de que resultara con el 16% de su cuerpo quemado (vía aérea y globos oculares), más la amputación de su mano derecha y tres dedos de la izquierda.
En el recinto, fue su madre quien tomó el control. Reguló las visitas, prohibió la entrada de amigos anarquistas y hasta hoy es quien lo cuida en su casa de Ñuñoa. Allí está custodiado por policías las 24 horas del día, luego de que fuera amenazado de muerte.
Al despertar del coma, los doctores le preguntaron si se acordaba de lo que había sucedido y él señaló que "iba pasando" cuando explotó la bomba.
Pitronello estuvo 80 días hospitalizado, a cargo del doctor Jorge Villegas, quien trató a Carmen Gloria Quintana y a Gerardo Rocha. "El se encuentra en fase de seguimiento de rehabilitación, sin riesgo de infección y con apoyo sicológico", señaló el médico.
Diariamente, debe usar prendas elásticas que comprimen su piel, para evitar la mala cicatrización, y realizar ejercicios, para no perder la movilidad de sus extremidades. Desde el punto de vista ocular, perdió el ojo derecho y sólo posee visión parcial en el izquierdo.
Contactado por La Tercera, Herbert Pitronello -quien se presentó como empresario y militante UDI- dijo que ha visto muy poco a su hijo desde el accidente y que nunca le ha preguntado por la bomba. Destacó que le paga los mejores médicos, pero que es su madre quien lo cuida. "Tampoco hemos conversado sobre su futuro ni sobre lo que hará, porque no sabemos qué pasará con él. No sabemos si Luciano tendrá vida. Si lo llegan a meter en la cárcel se muere", señala.
Desde la Fiscalía Metropolitana Sur señalan que las actuales condiciones físicas no son un impedimento para que Pitronello enfrente a la justicia, y más aún, que existiría un riesgo cierto de que escape. Aseguran que la familia les ha dicho que "Luciano tiene claro lo que hizo".
En la audiencia fijada para el próximo martes, el fiscal regional Raúl Guzmán pedirá prisión preventiva y lo formalizará por colocación de artefacto explosivo, delito con penas de entre cinco y 20 años de prisión.
Para su padre, Pitronello ya está pagando "con su propio cuerpo la estupidez que cometió".