Nunca se me pasó por la cabeza tener hijos. El canto me chupó hasta los calzones. Me dediqué y amé la música desde que me paré por primera vez en el escenario y de ahí nadie me sacó. Además, voy a ser honesta: no me gusta lavar calcetines ni hacer cosas, aunque en mi adolescencia tenía muchas cosas que hacer en la casa: limpiar el segundo piso, lavar platos, lavar ropa, fregar aquí y allá. Ahora no me gusta hacer nada, me harté de esa vida de servicio de adolescente. Con un hijo habría vuelto a todo eso que dejé en Tomé, en la casa de mis padres.
Soy la reina de los gays y de las damas de la noche; soy la reina de este país. Eso es a nivel de toda escala y lo tengo más que claro. Pese a todo, nunca me he sentido en la gloria. Nunca he creído todo lo que me dicen. A veces me sorprende tanto cariño. Debe ser porque vivo como Raphael: “Digan lo que digan”. La maña de muchos artistas chilenos es que son muy divos. Eso es una tontera. En el escenario se demuestra un poco de ego y un poco de divismo para poder llegar a la gloria, pero abajo no se hace eso. El día en que yo me crea eso de que uno está en la gloria y que es el mejor, que me callen para siempre.
Aunque fuera lesbiana no lo diría. Eso es parte de mi vida privada y ahí no se mete nadie. Que crean lo que quieran creer. Una vez, hace 30 años, llegó una periodista a mi casa a preguntarme si era verdad que era lesbiana. ¡Lo encontré muy cara de raja! Yo le pregunté si ser lesbiana era un nuevo movimiento musical. Me dijo que no, entonces la mandé a partir altiro. Lo único cierto es que mi gran secreto es quién ha sido el amor de mi vida. Me lo guardo porque es mío. Dicen los rumores que fui de muchos amores cuando joven, pero para mí, mi amor ha sido la música. El otro me lo llevaré a la tumba.
Soy la precursora de la Nueva Ola. Que me perdonen la jactancia, pero así es. Fui yo quien empezó a cantar canciones en español y luego en otros idiomas, no otros. Hay que pensar también que tengo 62 años de trayectoria, ¡soy la más vieja! Esa etapa fue linda, aunque algunos le busquen matices. El pasado no es una tortura para mí. No hay nada que resienta o que cambiaría. De joven empecé a tocar en locales under que algunos veían como ordinarios. Los mediocres son los que dicen que hay trabajos poca cosa. Puedo asegurar que esa gente que me ninguneaba por tocar en bares, hoy no existe.
A muchos les da la impresión de que soy una mujer muy sola. No es tan así, aunque para mí la soledad es necesaria, es un espacio chiquitito que tenemos que tener todos para tener caldo de cabeza y entrar, muchas veces, en razón. En mis momentos de soledad reflexiono mucho, pero no soy sola como creen. Vivo con Jazmín, mi asistente histórica; una amiga de ella y su hijo, Simón. El es como mi nieto, mi hijo, es todo en mi vida. Es que a mí me importa mucho la gente. Eso es lo malo que he tenido siempre. Me preocupa cómo están y cómo viven. Creo que tengo un exceso de empatía. Mi afán por ayudar no pasa por estar acompañada, sino que para que otros no caigan en lo que caí yo o para no cometer errores que cometí.
Nunca estafé a nadie, como me acusaron. Nunca entendí el motivo por el que me metieron presa en 1987. Dentro de la cárcel, debo admitir, lo pasé regio. Con las reclusas me compuse dos temas buenos: Marcapasos y Jauría de mujeres. Dormíamos cien en el mismo lugar. Recuerdo que me querían mucho. Todas se sorprendieron cuando me vieron llegar. Me pasaban chocolates y cigarros, todo medio ilegal. También jugué básquetbol y les canté. Nunca supe por qué me llevaron realmente. No me dieron ninguna excusa para soltarme tampoco. Ahora, recapitulando, creo que fue porque querían matarme.
Lo lógico es que le tenga miedo a la muerte, pero no funciona así conmigo. La he visto pasar muy de cerca. Tanto, que conozco el túnel: hace 14 años me caí de un tercer piso y vi el famoso túnel. Se me fue el cuerpo nomás, pero juro que no fue intento de suicidio. Jamás he querido eso. Sólo recuerdo que desperté con los paramédicos que me estaban reanimando. No recuerdo mucho más.
Soy apolítica total. No soy ni de derecha, ni de izquierda; ni para allá, ni para acá. Ni siquiera voto. No es algo que me corresponda. Cuando veo a artistas que se casan con causas políticas los termino encontrando muy poca cosa. Ellos no son artistas para mí. Hacen esas cosas por si hay alguna oportunidad de conseguir contratos, subirse los sueldos y sacar provecho. Esa es la política: todos sacan provecho de algo, hasta de las desgracias.
Alvaro Henríquez es copión, pero bien auténtico. Me gusta mucho, lo quiero, y como compositor es bueno, pero utiliza mucho el plagio a sí mismo. Es peleador también, pero conmigo es amoroso y muy respetuoso, y eso lo agradezco. Escucho mucho a los jóvenes, porque tienen una linda rebeldía y una atención especial cuando una los aconseja. La gente de mi edad ya es muy terca, y cuesta trabajar con ellos o tratar de ayudarlos.
Algunos dicen que soy muy chora, pero lo confunden con ser desafiante, porque para mí chora es alguien que no siente tanto y yo no soy así. Soy nostálgica y me emociono con facilidad. A veces el cofre de la pena se me abre solo, se echa a perder el candado y queda muy expuesto. Antes de salir a actuar tirito mucho, me pongo muy nerviosa, pero también pienso que en el día en que no me dé miedo ya no voy a servir para esto.