Mi infancia fue bastante solitaria. Y silenciosa. Vivíamos en un barrio de gente mayor, muy cerca de una avenida grande. No nos dejaban jugar en la calle; no hubo pandillas, ni vecinos, ni fútbol, ni luche en la vereda, ni patines, pero sí muchos libros. Yo me sentía normal, pero debo haber sido una niña medio freak. Leía mucho. De todo. Empecé muy chica, con los cuentos de los hermanos Grimm, seguí con los cuentos de Oscar Wilde y no paré nunca más. Me gustaba mucho ver las películas de Tardes de cine, las comedias de la Doris Day y las de Jerry Lewis. Además, veíamos todas las series de esa época: La casa en la pradera, Yo, Claudio, Upstairs,downstairs y La hechizada. Por supuesto, yo me sentía igual a Laura Ingalls y soñaba con tener esos bototos y correr por una pradera de pastos altos y secos.
La escuela de la Chile me abrió la cabeza y el mundo. Lo pasé increíble. Me sentía libre, grande, afortunada. Empecé a entender que existían otras realidades tan distintas y válidas. Mi escuela era lo máximo, la vida universitaria maravillosa, mi maestro Fernando González tan cercano, tan sabio. Fue una época dura, pero en la escuela tuve la certeza de que estaba en nuestras manos luchar por la democracia, la utopía increíble y vital que se hacía realidad ahí, frente a nuestros ojos. Lo peligroso, subversivo y necesario que era nuestro oficio.
Nunca me ha saturado la vida como actriz. ¿Por qué me va a saturar? Es algo que siempre está cambiando. Nunca es lo mismo. Siempre hay algo nuevo, algo vibrante. Amo mi oficio.
Pienso que nadie desecha un matrimonio. Es como la discusión sobre el aborto. Nadie quiere abortar, no es una decisión fácil. Hay dolor, hay miedo y hay duelo. Quedan cicatrices enormes. Tampoco nadie quiere botar un matrimonio. El término de una relación sentimental es algo tremendamente doloroso y privado. No creo que estemos en épocas de desechables. La estupidez de la farándula por fin parece que tiende a desaparecer y, con ella, todo lo desechable.
Las pitucas tienen la gracia de tener lo mejor y lo peor junto. No tienen idea de lo que ocurre a su alrededor y eso les da una libertad increíble para decir lo que se les venga en gana, de hacer lo que quieran y, más encima, ser felices con eso. El punto es cuando las circunstancias las sacan de sus burbujas y ahí se les viene todo encima. "¡Ah, chuta... había pobres! ¡Putcha, parece que no puedo decir lo que se me venga a la cabeza porque hay otros que pueden sentirse pasados a llevar! ¡Ay, qué atroz, parece que no era tan feliz con sólo tener... parece que también quiero ser!".
No le atribuyo a nada el éxito de las teleseries turcas. Nuestra televisión siempre ha sido un péndulo. La cosa va y viene como si nada. Primero fueron las mexicanas, después las venezolanas, después las brasileñas, después las colombianas, después las turcas. ¿Y cuáles han estado siempre? Las nuestras. Las que hablan de nosotros. A veces bien, a veces mal, pero ahí van a estar. Siempre.
Mi mayor defecto es que me falta paciencia. Tengo un sentido del humor fatal, de una ironía que casi nunca nadie entiende. También, a veces, me falta perspectiva. No puedo creer la maravilla que tengo a mi lado, mis hijos, mi casa, mi trabajo, mi marido. Resulta que a veces ando enojada por la vida y alegando por cualquier tontera.
A mis raíces italianas les atribuyo los nervios destemplados. El amor por las pastas. El delicioso placer de escuchar el italiano bien pronunciado y ojalá al oído... Mi marido lo intenta, pero sus raíces británicas no se lo permiten del todo.
Mi relación con el cigarro es pésima. Soy adicta. Amo fumar y odio saber que tengo que odiarlo. La peor relación de todas.
Por suerte se está hablando de matrimonio homosexual, despenalización del aborto, legalización de la marihuana. Vamos como 50 años atrasados y nos estamos saltando un tema clave: nuestro querida Tierra. La verdad, si seguimos por donde vamos, a esta pobre Pachamama le queda bien poca cuerda.
Todos los hombres y todas las mujeres tienen derecho a decidir qué hacer con su cuerpo. Habría que definir "todas las circunstancias", porque así, tan brutal, suena un poco a sin límites el asunto y, hasta donde se sabe, todo tiene un límite.
La política, si pienso en el caso Penta, por ejemplo, me da un asco total lo que significa. También puedo decir que nuestros políticos son aburridos, mentirosos, poco empáticos. Los que vivimos los 17 años de dictadura sabemos que a veces el arte de la política en democracia es un mal menor. Ya vendrán mejores días, por ahora ni siquiera está nublado. Está más bien guateando pesado.
Todas las instituciones pasan por crisis, si no el asunto sería una lata. TVN es una enorme institución, de todos los chilenos. Lo está pasando mal pero, ¿quién no la pasa mal de vez en cuando? Estoy segura de que TVN saldrá adelante. De eso se trata este juego. De aprender de la derrota. Y ponerse creativos y volver al ruedo. En la victoria, por lo general, estamos ciegos con tanta luz.
El principal defecto de Chile es su desigualdad de oportunidades. Su falta de cultura. Sus calles sucias y rayadas. Sus tacos, su ruido. Ya no nos miramos, ni siquiera sabemos a quién tenemos al lado. Bien segregados, bien claros los límites. "¡Esto es mío y aquí no se mete nadie!". Cero comunidad. Cero.