Mi mamá murió de un infarto. No alcanzamos a socorrerla y eso es una herida grande en mi vida. Fue una pérdida muy dolorosa. Años después murió mi padre, pero a él lo entendí, cuidé y acompañé. Me hice especialista en él. Sabía la hora de sus remedios, a qué hora se iba a dormir, a qué hora despertaba en la madrugada, con miedo porque ya se acercaba la muerte y necesitaba conversarlo. Con su muerte aprendí a generar la voluntad de conocer al otro. Quizá fue tarde, pero ahora trato de vivir con más tolerancia.
En el matrimonio fracasé. En las relaciones de pareja, querer conocer al otro pasa por la voluntad. Yo me pude hacer especialista en mi papá, pero en el caso de mi matrimonio no había circunstancia similar. Ahí hubo mucha falta de perdón y, definitivamente, no me hice especialista de la otra persona.
No soy un mito por haber estado en Pipiripao. Me molesta que sea lo único con lo que me relacionan si he hecho un montón de otras cosas después de eso, aunque sé que es como mi carné de identidad. Lo miro con gratitud, fue una bonita etapa, pero nada más. Lo único que lamento fue haber trabajado tantos años sin previsión. Tenía el típico sueldo de joven que no tenía previsto lo que ocurriría en el futuro. Es el único dolor que tengo con UCV y el programa.
No veo ninguna diferencia entre los niños a los que entretenía en los 80 con los niños de ahora. Hoy son más distraídos, pero si los pones frente a una función de títeres reaccionan exactamente igual que los niños de antes. Hoy, los niños tienen incorporadas actitudes consumistas, pero porque los papás quieren que así sea, no es que ellos hayan cambiado. Hay mucho mito al respecto.
Ser padre soltero fue difícil. En algún momento la mamá de mis hijos privilegió otras cosas y me dejó a los niños. Fue difícil y muy duro. La relación de mis hijos con ella es muy buena, afortunadamente. En la suma, le agradezco por habérmelos dejado. Ella debe haber creído que iban a estar mejor conmigo y, a juzgar por el resultado, no se equivocó. Con ella somos incompatibles en términos valóricos y éticos, pero que hoy sean niños felices y sin resentimiento tiene que ver con la historia que les tocó vivir.
Admiro de las mujeres la capacidad de hacer muchas cosas a la vez. Cuando me quedé solo con mis hijos fue difícil asumir el rol que impone la sociedad a la mujer. Me acuerdo que la primera carga de ropa que lavé lo hice por suciedad, no por colores, y teñí toda la ropa. Otro día estaba tan cansado que por seguir la rutina levanté a los niños para llevarlos al colegio. Les puse uniforme, los subí al auto y partimos al colegio. No me di cuenta y era domingo.
Cuando un grupo de delincuentes incendió mi restorán en Olmué caí en un hoyo. Hasta hoy estoy endeudado. Cuando La Red cambió de dueños, yo dije: no necesito la tele. Me dediqué, entonces, a hacer circo, radio y teatro, pero antes me dediqué a la vida del campo y ahí decidí montar ese restorán, que fue quemado por menores de edad metidos en la pasta base. Eso es el demonio mismo hecho persona. Después de eso me separé, murió mi papá, tuve que sacar a mis hijos del colegio pagado por estar endeudado. Todo muy mal. Por suerte, Dios provee.
Mi candidatura a concejal fue porque me quejé por todos lados de la salud pública. Francisco Chahuán, que era amigo mío de Viña y que entonces era diputado, me dijo que las cosas hay que vivirlas de adentro. Me dieron un cupo de independiente, donde no me ponían plata. Fijo, me dijeron, no salía. Y no salí. Después no me invitaron ni a un canapé, ni a un cóctel, ni me dieron un cargo, ni nada, y me alegro por eso. Cada vez que se toca el tema para mí es una lata, porque hoy en día el nivel de envenenamiento es muy fuerte.
Con la muerte de Jorge Guerra (Pin Pon) me di cuenta de lo cretino que es Chile con sus artistas. A él le negaron muchas cosas. En el momento en que murió yo estaba en el Barros Luco con él. Murió en una sala común, nadie lo ayudó. Como éramos amigos, traté de llevarlo al UCV como personaje del Pipiripao, pero no pudimos, porque la marca Pin Pon quedó registrada en dictadura por TVN. Fue increíble, porque cuando llegó la democracia a los partidos políticos les devolvieron su sede, sus autos y sus bienes, pero a Pin Pon no le devolvieron su marca.
Tuve una polola que murió en un accidente de auto. Fue terrible. Ahí me di cuenta de que la vida es muy rápida. Por lo mismo, a mí no me gusta que me cuenten las cosas, me gusta vivirlas. No soy de la onda de espectador. Cuando hay que hacer circo, lo hago; si tengo que vender el auto para montar una obra de teatro, lo vendo. No veo consecuencias, yo vivo la vida. No estoy pegado en lo que pueda pasar, yo vivo en el riesgo, en la cuerda floja. Me he caído muchas veces, pero al final vale la pena.
Ir envejeciendo me ha hecho llegar a un nivel pleno en la vida. He descubierto la maravilla del "aquí y ahora". No puedo decir "en mis tiempos tal cosa", porque siempre son mis tiempos. Ahora, a los 55 años, siento que disfruto de mi pareja, del amor, del sexo, del teatro y del oficio de otra manera. Perdí absolutamente el miedo a cualquier cosa. Descubrí que hay dos energías que mueven la vida: el amor y el miedo, y yo no vivo con miedo. Tengo una insolencia de viejo que de joven habría sido imposible, porque ya me la gané. Me da un placer infinito decir exactamente lo que creo, lo que pienso. Todo educadamente.
Tengo una adicción con Facebook. Lo valoro mucho y valoro mucho a la gente que he encontrado en esa red. Yo escribo mis libretos y desarrollo mis textos ahí. Lo utilizo con el muro abierto para que lo lean quienes son mis amigos y quienes me siguen. Jodida, pero soy tu madre, que es la obra que hago en el Teatro La Comedia y donde me visto de vieja, se nutrió mucho de las anécdotas de mucha gente que me escribía. Igual, hay cosas que no me gustan y mis seguidores saben que odio: los emoticones. El que me pone uno sabe que puedo llegar a borrarlo. A Twitter no me meto, porque lo encuentro tremendamente agresivo.
Hoy no tengo nada que hacer en la televisión. Ya no me interesa. El trabajo artístico ya no se da en TV, y participar de un formato donde un programa es igual a otro, me da lata. Hubo grandes realizadores, pero hoy no hay gente tan creativa. Los realities me dan vergüenza ajena, es como que te abran la puerta del baño mientras lo estás usando.