Soy hijo único, pero tuve muy buenos primos. Viví rodeado de afecto. Tal vez si me hiciera un sicoanálisis, saldrían rasgos de hijo único... Hay varios políticos que son hijos únicos: Lagos, Arrate.
Mi padre era diplomático y gran parte de mi vida quedó repartida entre Buenos Aires, República Dominicana, Lima, Lisboa, París… En Lima fueron años muy intensos. Estaba en el colegio Champañat, que es donde Vargas Llosa ambienta su cuento Los cachorros.
Cuando cumplí 16 años decidí volver a Chile para estudiar. Decidí volver para tener raíces en un lugar.
Mi ambiente era una mezcla curiosa, porque obviamente era de lo que hoy le llaman ABC1, pero sin plata. No era una familia rica, era más bien de clase media en términos de ingresos, pero no en términos culturales.
Yo soy de formación religiosa y siempre me tomé en serio la religión. Pero estoy lleno de dudas, no soy beato.
Un día me inscribí en la Escuela de Derecho. Con mi abuelo, a quien no conocí, había el mito de que fue un gran abogado. Que había hecho buena plata, que se había metido en la política. Yo creo que eso influyó. Muchos amigos míos entraron a Derecho, así que yo también. Tenía 17 años.
Con Carlos Larraín éramos compañeros y bien amigos. No comparto nada de su punto de vista, pero es muy bien intencionado en sus ideas. Compañero mío y muy amigo fue Adolfo Zaldívar. Un curso más abajo estaban Jovino Novoa y José Joaquín Brunet, y un poquito más abajo Jaime Guzmán.
Personalmente conocí a Allende cuando asumí como subsecretario de Justicia, a los 27 años. Antes, había escuchado a mi padre hablar de él. Habían sido compañeros en el Instituto Nacional, pero en cursos distintos.
El Mapu fue fruto de una generación. Como partido unificado duró poco, pero es como Revolución Democrática ahora. Es una generación que se acerca a la política en momentos muy convulsionados y que está muy imbuida en grandes ideales de cambio.
Tengo muchas corbatas, un buen lote, unas 30. Me gusta la ropa. La buena ropa. Mi clóset es un pequeño walk in closet. Me gustan las marcas, cuando uno puede comprarlas. Si no, uno se encuentra con liquidaciones.
Creo que todos somos pretenciosos. Uno trata de hacer lo mejor posible con lo que Dios me dio. Voy al gimnasio por salud, yo tenía el colesterol bastante alto después de que salí de La Moneda y lo bajé drásticamente. Hago natación; es un momento para pensar, relajarse.
La Junta Militar le puso precio a mi cabeza. Me enteré por la televisión. Yo estaba en la Nunciatura y apareció el general Leigh diciendo que los peores no habían caído y publicaron una lista de unas 12 ó 18 personas, no recuerdo bien, y entre esos estaba yo. Felizmente estaba asilado. A todos los que encontraron de esa lista los mataron.
A mi esposa (María Teresa Chadwick) la conocí cuando recién salí de la universidad, en el 68. Ella estudiaba Sociología en la Católica y nos conocimos en cuestiones sociales. Después yo hacía clases en la universidad, y ella tomó el curso. Fue mi alumna.
La relación con mi cuñado (el ministro del Interior) es muy buena. Yo a Juan Andrés lo conozco desde que éramos chicos y tenemos una gran relación, aunque pensamos tan distinto en la vida.
La Michelle (Bachelet) es una mujer muy inteligente, muy capaz y tiene un instinto político muy notable. Y tiene el don de la simpatía. Yo creo que va a ser presidenta, pero no me confío. Como la propia Miche-lle dice, el partido se gana cuando termina.
Renunciar al PS fue una cosa formal. Lo hice porque la Michelle me nombró en el Tribunal Constitucional. Fue una cosa formal, porque con ese acto demuestras independencia. Ejercí tres años en el tribunal con total independencia de criterio. Ahora volví al Partido Socialista, porque siempre he militado en un partido. Es lógico estar ahí.
Uso Twitter, me encanta. Fui el primer ministro en tener una cuenta. Lo dejé cuando estaba en el tribunal, no me pareció adecuado. Mando dos, tres y hasta cuatro tuits por día. He ido subiendo mis seguidores: tengo 14.700.
Leo sobre todo novelas e historia. Lo que he dejado, y antes leía bastante, es la poesía. A lo mejor habría que retomarla, porque es tan linda la poesía. No noto interés editorial en los poetas. Una pena, porque Chile es un país de grandes poetas.
No canto, soy desafinado total.
El golf lo encuentro de momio y aburridísimo. Caminar y caminar. Tengo un rechazo de clase: que vaya una persona al lado con los palos es algo imposible de tolerar. No podría.
Sebastián Piñera es un hombre muy inteligente y con muchas capacidades. Debiera en la vida hacer una jerarquía, priorizando más sus metas, pero quién soy yo para decirle qué hacer.
Le tengo miedo a la enfermedad, al dolor, a las limitaciones. Hasta hoy no las tengo, por suerte. La vida te va preparando para ir dejando la escena. Un día esto se acaba y ya fue, pero el día previo, el paso, eso es lo que me preocupa. No sé si estoy preparado para el achaque previo a la partida.
El infierno lo descarto, porque hasta la persona más malvada tiene derecho al perdón. Para mí, no existe el infierno.
Me gustaría vivir lo más que pudiera. Tengo temor a partir. Sé que lo tengo que hacer, sé que lo tengo que asumir, pero me parece un viaje tan solitario. Si uno se pone nervioso porque no despega un avión o porque la reserva del avión no está hecha, imaginemos lo que es este viaje en el que uno va a la incógnita completa.