Hace 13 años, la música le salvó la vida a Claudio Abbado. En 2000, el director de orquesta italiano, que hizo fama por suceder con éxito a Herbert von Karajan a la cabeza de la Orquesta Filarmónica de Berlín, estaba consumido, casi desahuciado por un cáncer de estómago que lo más probable acabaría con él. No sucedió. Luego de que gran parte de su sistema digestivo fuera removido, Abbado se recuperó y volvió a las pistas. Estaba delgado y pálido, pero sus ganas de continuar en la música estaban intactas. "Vivo como un asceta, como poquísimo, pero tengo la enorme satisfacción de tener tiempo para pensar, para estudiar, para estar en contacto con la naturaleza", señaló en 2004 al diario El País.
Contra todo pronóstico, Abbado vivió por una década más, tiempo que dedicó a crear, en 2003, la Orquesta del Festival de Lucerna en Suiza, cuyos conciertos fueron muy aclamados, también dirigió la Orquesta de Mozart en Bolonia, Italia, y en 2004 volvió a a dirigir la Filarmónica de Berlín, con la Sinfonía Nº 6 de Mahler, concierto que fue grabado y reconocido con el premio a Mejor Disco del Año por la Revista Gramophone.
Aunque se había mantenido activo hasta diciembre pasado, la salud del director decayó en las últimas semanas. Ayer por la mañana, falleció en su casa de Bolonia. Tenía 80 años. A través de un comunicado de prensa, su familia pidió que no se lo homenajeara con flores, sino con "donaciones" para e l Centro de Hematología y Oncología de Bolonia. Sus restos serán velados hasta hoy en la noche en la Basílica San Stefano de la ciudad.
Considerado una figura central de la música docta de los últimos 50 años y admirado por maestros como el indio Zubin Mehta y el argentino Daniel Barenboim, Abbado modernizó las orquestas en las que participó e impulsó la carrera de talentos emergentes. No sólo trabajó en Europa, su talento alcanzó también Latinoamérica, concretamente Cuba y Venezuela, donde apoyó en estos últimos años la formación de Orquestas Juveniles. También tuvo una conexión con Chile, a través de su sobrino Roberto Abbado, pianista que entre 1987 y 1989 estuvo a cargo de la Filarmónica de Santiago.
El director de la Orquesta de Cámara de Chile, Juan Pablo Izquierdo, fue un admirador de su estilo. Se cruzó con Abbado en los años 60 en EE.UU. "Fue asistente de Leonard Bernstein en la Filarmónica de Nueva York y yo gané ese mismo concurso para sucederlo. Nos cruzamos, pero nunca lo conocí. Lo vi y escuché muchas de sus grabaciones. Con la Filarmónica de Berlín logró una sonoridad muy clara, donde todos los instrumentos se escuchaban, desenmarcándose de Von Karajan. Fue un gran director", señala el músico.
Abbado saltó a la fama internacional en 1960 al debutar, a los 27 años, como director de orquesta en La Scala de Milán. Luego, llegó el turno del mundo. Al tomar la batuta en Berlín, en 1966, se consagró dándole rápidamente un sello musical personal. Entre 1979 y 1987 dirigió la Orquesta Sinfónica de Londres, fundando la Orquesta de la Juventud de la Unión Europea. En tanto, hasta 1991 lideró la Staatsoper de Viena.
"Claudio no sólo fue uno de los más grandes directores de orquesta, sino también el más límpido ejemplo de cómo es posible conjugar la continuidad con la tradición y la pasión del futuro", señalaron ayer autoridades de la Filarmónica de Berlín.
Admirador y gran difusor de Gustav Mahler, en cada orquesta que fundó o tomó a cargo, Abbado rescató también el repertorio italiano clásico e incluyó obras modernas de compositores como Arnold Schoenberg, Karlheinz Stockhausen y Giacomo Manzoni. En 1988 fundó el festival de música Wien Modern, en Viena, que se expandió a otras áreas del arte contemporáneo.
Nacido en 1933 en Milán, hijo de un violinista y una profesora de piano, Abbado supo desde niño que quería ser director de orquesta, luego de asistir a varios ensayos de orquesta en Milán, dirigidos por Arturo Toscianini. Décadas más tarde, Abbado diría que la forma tiránica de Toscianini al tratar a sus músicos le repelía y le había hecho decidirse por adoptar un estilo más suave. "Aprendí de mi padre a escuchar el silencia. Para mí escuchar es lo más importante, escuchar a los demás, lo que dice la gente, escuchar la música", señaló el director en una entrevista a The Guardian.