"Es la misión de la Nasa más difícil que se haya intentado en la historia de la exploración robótica planetaria". Con estas palabras, John Grunsfeld, uno de los líderes de la misión Mars Science Laboratory de la Nasa, intentó resumir lo que estará en juego el próximo 5 de agosto, cuando el robot Curiosity -el más caro y sofisticado de la historia- ingrese en la atmósfera del planeta rojo tras nueve meses de viaje con el fin de encontrar rastros de vida en Marte.

El robot -el cuarto que envía la Nasa a ese planeta- está a sólo 18 días de su descenso y la agencia espacial norteamericana ya comenzó las maniobras de aterrizaje: inició el reseteo y testeo de las computadores a bordo para probar si todos los sistemas están bien luego de un viaje de 505 millones de km. Mientras ayer se prendieron por 40 segundos los motores de la nave para hacer una corrección en su trayectoria, la tercera que se hace desde que emprendió su viaje en noviembre de 2011.

La preocupación en la Nasa es total. No sólo porque la misión tuvo un costo de 2.500 millones de dólares, sino porque el descenso en la superficie marciana incluye siete minutos críticos y casi a ciegas, donde todo dependerá de cuan bien funcionen las computadoras para el aterrizaje que incluye un trayecto de unos 200 km. "(Estos ajustes) nos ponen más cerca de nuestro objetivo de entrada. Si se necesitan otros, espero que sean pequeños", dijo Tomas Martin-Mur de Nasa.

La cápsula, que viaja a 20 mil km por segundo, lleva en su interior a Curiosity, un robot de seis ruedas y del tamaño de un auto que tiene la capacidad de tomar y analizar el suelo marciano en busca de rastros de vida.

Por eso, el lugar escogido por la Nasa para el descenso es el cráter Gale, que tiene 154 km de diámetro y entre 3,5 y 3,8 mil millones de años de antigüedad. Los científicos creen que en esa zona de Marte pudo haber un ambiente húmedo en el pasado, con posible presencia de agua líquida. Y si existió agua, pudo existir vida.

Nueva tecnología

Pero para lograr ese objetivo mayor, Curiosity deberá primero lograr ingresar en la atmósfera de Marte y tocar suelo marciano sin destruirse. Lo más crítico son los siete minutos que dura el descenso total y que la Nasa ha llamado "los siete minutos de terror". Esto se debe a que en ese momento la agencia espacial no sabrá lo que está pasando con la nave: toda comunicación se pierde tras el ingreso de la cápsula en la atmósfera y sólo se retoman una vez que el rover pise suelo marciano y reporte su buen descenso.

El sistema de aterrizaje del Curiosity es nuevo y fue diseñado por la Nasa para sostener el peso de la nave de casi una tonelada y lograr, a la vez, detener su velocidad de más de 21 mil kilómetros por hora durante su descenso.

Para ello, una vez que entre el Curiosity a la atmósfera marciana (a unos 11 mil metros de altura de la superficie), la cápsula que lleva al robot desplegará un paracaídas supersónico de 16 metros de diámetro: el más grande que se ha desplegado en otro planeta. Su fin: frenar la nave.

A esto se sumarán ocho cohetes que disminuirán la velocidad de la cápsula hasta alcanzar los 20 metros de altura. En ese momento, Curiosity será bajado con cables hasta la superficie, y cuando falten 12 segundos para hacer contacto, el rover desplegará sus ruedas y se instalará sobre suelo marciano, mientras que el resto de la nave saldrá expulsada fuera de la zona de aterrizaje. "Esos siete minutos son la parte más difícil de esta misión completa", explicó Pete Theisinger, de Nasa y gerente del proyecto. "Para que el aterrizaje tenga éxito, cientos de eventos tendrán que ejecutarse bien, muchos de ellos con una fracción de segundo, y todo ello controlado automáticamente por la nave espacial. Hemos hecho todo lo que podemos pensar para tener éxito. Esperamos que Curiosity llegue seguro al suelo, pero no hay ninguna garantía. Los riesgos son reales", concluyó Theisinger.