La tendencia a nivel planetario se consolida como hábito: figuras de casi todos los estilos pueblan su agenda con shows en los más diversos rincones del mundo, gracias a la actual bonanza de los espectáculos en vivo. Pero, en la escena local, el asunto es algo más nebuloso. Aunque en los últimos años se han abierto más instancias para la música en vivo, y la avanzada de distintos festivales ha facilitado una mayor vitrina para los exponentes nacionales, el circuito de conciertos en Chile aún batalla con la falta de recintos, la ausencia de convocatorias mayores y la inestabilidad en las condiciones técnicas y comerciales.
Por eso, muchas bandas y cantantes han empezado a explotar un nicho creciente: los eventos privados. Una nueva forma de hacer frente a los históricos inconvenientes del circuito nacional, ya que se trata de instancias que permiten presentaciones breves -se pueden hacer varias en una sola noche- , en buenas condiciones de infraestructura, a cambio de generosas sumas de dinero y ante públicos nuevos y numerosos, empujados hasta ahí por un factor externo. Aún más: muchos reconocen que hoy su agenda luce mayor cantidad de citas privadas que espectáculos públicos.
En el desglose, las fiestas de grandes empresas son las más fecundas, en un ranking liderado por las multitiendas, los supermercados, las farmacias, las mineras y las compañías de seguros. Ahí, el mejor período es entre noviembre y marzo, donde se concentran las celebraciones de fin de año o los festejos veraniegos. Gran parte de los invitados cobra un promedio que va de $ 1,2 a $ 10 millones por espectáculos que no sobrepasan los 60 minutos. Pero, en el último tiempo, también han surgido opciones tan disímiles como matrimonios, bautizos, cumpleaños y eventos de particulares.
"El show privado es un área más del trabajo de un artista. Me parecen estupendos y me encantaría poder hacer más", comenta Pablo Herrera, uno de los más solicitados en el rubro romántico. "Yo he llegado a cantarle a mil mineros, por ejemplo. Todos hombres. Casi impensable, pero siempre nos va bien y vuelven a llamarme", acota Douglas, otro insigne de la balada.
Pero, desde hace al menos dos años, el género del amor tiene un nombre casi insuperable a la hora de rastrear conciertos exclusivos: el trío Natalino. El grupo de Desde que te vi capitaliza un promedio de ocho shows privados por mes. En ellos, y según la institución, tienen una tarifa que fluctúa de $ 6 a $ 10 millones, parecido a lo que pueden pedir en una instancia con entradas. Eso sí, hay una diferencia voluminosa: según un cálculo entregado por el propio conjunto, de 10 presentaciones que hacen durante una temporada, ocho son privadas. "Nos encanta esta clase de conciertos, porque, a diferencia del masivo, es mucho más íntimo", dice el guitarrista Hugo Manzi.
Aunque Natalino escala entre los grupos que más rentabilizan este nuevo escenario (ver fichas), el primer lugar recae en un número casi insuperable: la Sonora de Tommy Rey. Monarcas de las pachangas universitarias y los desmadres de Año Nuevo, el conjunto materializa entre ocho a 10 espectáculos por mes, sumando 16 en las etapas de bonanza. "En años nuevos hemos llegado a hacer seis shows en una noche", establece uno de sus músicos, Leo Soto, al describir la dinámica de la agrupación y cómo los eventos de esta índole les permite multiplicarse sin mayores obstáculos. A la hora de cobrar, el precio es relativo y varía según el lugar, pero se mantiene sobre los $ 3 millones. También se han habituado a los matrimonios, donde la tarifa bordea los $ 2,8 millones.
Otros con buenos números son la Sonora Palacios -también pueden llegar a los 16 concierto en un solo mes- Américo, Chico Trujillo, La Cubanacán, Luis Jara y La Noche. De hecho, los hombres de Leo Rey ejercitan las mismas matemáticas que Natalino: durante un mes alto, como diciembre, ocho de 10 presentaciones son exclusivas. Además, piden entre $ 8 y $ 10 millones, con opción de cobrar hasta $ 15 millones.
En el caso de Luis Jara, su ejemplo retrata otra de las caras de la tendencia: las condiciones que se establecen a la hora de negociar un concierto asociado a una marca. Por ejemplo, el también animador de Mega puede cantar para cualquier empresa, pero exige no hacerlo público y que no se difundan imágenes que lo asocien con la firma. Además, solicita un rider de primer nivel, casi el mismo de un recital abierto, y que incluye frutos secos y sushi.
Los Tres también han entrado de manera paulatina a este universo, aunque siempre bajo estrictas exigencias y garantías. Por ejemplo, piden que las condiciones técnicas y económicas sean las mismas que en cualquiera de sus giras habituales. Además, la gran mayoría de los consultados también sugiere que no se grabe el espectáculo ni se use con fines comerciales.
Otra consecuencia del crecimiento de los eventos privados la disfrutan artistas de escasa presencia pública y que aprovechan esta plataforma para mantener a flote carreras que ya no se replican en radios o TV. Por ejemplo, toda la generación nuevaolera: por año, Luis Dimas hace 16 fiestas para empresas y cerca de 10 matrimonios. Pide $ 1,2 millón. O también la camada de estrellas de fines de los 80: Juan Antonio Labra se embolsa $ 1 millón por un show de casi media hora. Ecuaciones diversas para un escenario donde todos ganan.