Los homenajes se sucedían ayer. Desde España, México y Cuba, artistas y escritores lamentaban la muerte de Mario Benedetti. El escritor era velado en el Parlamento uruguayo, donde recibió el saludo del Presidente Tabaré Vázquez y de una multitud de admiradores. A miles de kilómetros de allí, en Las Cruces, Nicanor Parra también recordaba al autor de La tregua: por la mañana escribió un artefacto en su memoria. Luego sacó su Volkswagen viejo, se puso al volante y salió a dar un paseo.

"Fui de excursión a Algarrobo en el escarabajo", cuenta ya de regreso en Las Cruces. "Salí a cargar baterías".

Parra y Benedetti se conocieron en Chile a principios de los 60. El uruguayo era un admirador de la obra del antipoeta y en 1969 le hizo una larga entrevista en su casa de La Reina, que fue publicada en la revista Marcha con el título Nicanor Parra o el artefacto con laureles. "Sííí", recuerda el autor de los antipoemas. "Y después la publicó en su libro Poetas comunicantes".

Ayer, Nicanor le dedicó un texto. "El título es En la hora de su muerte", cuenta. Y luego recita: "A lo más que se puede aspirar/ Es a dejar dos o tres frases en órbita/ Que yo sepa don Mario dejo al menos una:/ La muerte y otras sorpresas// ¡Señor mío, la frasecita!", dice en referencia a uno de los títulos del uruguayo.

Benedetti era un poeta urbano y coloquial. De ahí su cercanía con Parra. Pero carecía de la ironía y el poder corrosivo del antipoeta. Mantuvieron relaciones cordiales en los 60, pero no profundizaron una amistad. "Amigos, no. Amigotes tal vez", dice Nicanor. Y añade: "En este momento somos todos amigos... En el momento de las sorpresas".

Poesía comprometida

Cansado del oscurantismo que imperaba en la poesía uruguaya, Benedetti se convirtió en un cruzado del lenguaje sencillo y trasparente a mediados de los 50. "La claridad se convirtió para mí en una obsesión", diría. Así, escribió Poemas de la oficina (1956), libro que tuvo un efecto similar al que había generado Poemas y antipoemas dos años antes en Chile.

"Parra fue el primero en escribir este tipo de poesía, aunque no era coloquial, sino antipoeta, pero yo no lo conocía personalmente", recordó en una entrevista.

Benedetti visitó Chile en 1962. Entonces la obra de Parra crecía a nivel continental y comenzaba a ejercer enorme influencia. El poeta y escritor uruguayo no fue inmune a su radiación.

En 1969 llegó a la casa de Nicanor pocos días después de que éste recibiera el Premio Nacional de Literatura. "La verdad es que el prestigio literario de Parra en las nuevas promociones chilenas es lo suficientemente firme y creciente, como para que su madurez se agite con un Premio Nacional más o menos; sin embargo, lo hallé más alegre que otras veces, y también más seguro, más tranquilo", anota. Sin embargo, la cercanía entre ambos no iría más allá. De hecho, ese año marca una inflexión en la trayectoria de Parra: comienza a preparar sus Artefactos, que estallaron como bombas de racimo en la literatura chilena. Mientras el antipoeta extremaba sus armas y recurría al eslogan, el pop y a las frases hechas, relativizaba su discurso político: "La izquierda y la derecha unidas/ jamás serán vencidas", escribiría.

Benedetti, en cambio, optaba por la llamada poesía "comprometida". "La antipoesía es negativa, está siempre contra algo, la coloquial, aunque está contra cosas, es más positiva", diría, ya convertido en un ícono de la izquierda sentimental. El escritor será sepultado hoy en el Panteón Nacional de Uruguay.