Son casi las nueve de la noche en The Shamrock, un bar  cosmopolita que queda debajo de las Torres de Tajamar, y unas 15 personas comparten una mesa. Hacen lo mismo que todos hacen en los bares: conversan, se ríen, comen algo y toman cerveza.

De repente se levanta el portugués Jorge Martins, un investigador de la Universidad de Oporto que lideró el equipo que hace un par de semanas observó por primera vez de forma directa un exoplaneta. El científico encara al público, se ubica frente a una pantalla que dice "25 Years of Hubble" -por los 25 años del famoso telescopio que orbita alrededor de la Tierra- y cuando va a hablar se da cuenta de que el micrófono no funciona. No tiene audio. Como buen presentador, Martins se ríe, gesticula para rellenar y cuando por fin su voz se escucha -en inglés- da la bienvenida a una nueva edición de Astronomy on Tap, sesiones de astronomía y cerveza que realizan en Chile una vez al mes astrónomos del  Observatorio Europeo Austral (ESO, según sus siglas en inglés).

El portugués Martins cede su lugar a Roger Weiss, un experto en supernovas que cambió sus oficinas en el University College de Londres por el observatorio de Paranal. Su currículo dice que es un genio y su aspecto -anteojos de marco grueso, polera negra y unos bluyines poco ambiciosos- parece confirmarlo. Su charla es la primera de las tres que habrá esta noche, se llama "Hubble Fucks Ups and Fixes" -algo así como "Los condoros y arreglos del Hubble"- y también es la más graciosa, ya que narra, de forma bien didáctica, la comedia de equivocaciones en la gestión del famoso telescopio y su largo historial de reparaciones. 

A esa altura de la noche el resto de las mesas del bar ya escucha a los astrónomos y muchos participan de otra de sus tradiciones: un cuestionario sobre los contenidos de cada charla una vez que se terminan. "Creo que la gente ve a los científicos como una elite. Por eso acá tratamos de transmitir algo de conocimiento. Las charlas son voluntarias, nadie viene por obligación y todos las hacemos porque nos gusta hablar de ciencia y nos gustan las cervezas, como a todo el mundo", dice Martins explicando, en parte, la razón de estas reuniones.

De Nueva York a Santiago

Astronomy on Tap fue una idea de la astrónoma estadounidense Meg Schwamb, que partió con las reuniones en Nueva York a inicios del 2013, como una forma de impulsar la divulgación científica en el campo de la astronomía. En un inicio participaban investigadores, profesores y alumnos de universidades como Columbia o Princeton, y con el tiempo las reuniones fueron llegando a otros lugares de Estados Unidos, como Columbus, en Ohio;  New Haven, en Connecticut, y Austin, en Texas.

 En Chile aterrizaron con Linda Schmidtobreick, una astrónoma alemana que participó de una reunión en Nueva York y decidió importar la idea (http://astronomyontap.org/locations/santiago-chile). Aunque quien la ejecutó fue Amy Tyndall, una astrofísica nacida en Liverpool "como los Beatles", como agrega a la explicación de su origen. Ella organizó la primera edición fuera de Estados Unidos, en Santiago, en octubre del año pasado, y también las siguientes cuatro. Esta es la sexta reunión y como Tyndall debe volver pronto a Gran Bretaña, está preparando un grupo de cuatro astrónomos para que tomen el relevo. Ahí es donde entran personajes como Martins y Weiss.

"Esto está pensado para personas que no son astrónomos. Estamos en una primera fase para construir una reputación entre la gente de acá y después esperamos que esto ya sea más mitad y mitad entre astrónomos y los que no lo son", dice Tyndall. Mientras que Weiss agrega:  "Astronomy on Tap es algo muy proactivo, llevamos astronomía al público en lugar de esperar que el público venga a nosotros. Lo hemos hecho en inglés, hasta ahora, pero esperamos empezar algo similar en español".

En el escenario ya está el segundo expositor: el astrónomo español Juan Carlos Muñoz, quien antes de partir aclara que tiene una competencia con el portugués Martins por quien dice más veces "fuck" durante su charla. Después de la extraña acotación pasa a explicar una serie de imágenes -probablemente tomadas desde observatorios chilenos, como Paranal o La Silla- sobre cómo se distorsiona la luz de una galaxia antes de llegar a la Tierra al viajar por el espacio. Al noveno "fuck" perdí la cuenta de cuántos dijo.

Termina el español y Martins vuelve a escena: pregunta a los comensales cuántas galaxias ven en una foto del espacio. Son más de 25 mil. Bromea, se ríe de la cifra y se ríen con él. "Tratamos de hacer charlas en términos simples, que no haya nada técnico. Sin abreviaciones, por ejemplo. Explicas todo lo que estás contando en charlas que no duran más de 10 o 15 minutos y con un toque de humor", dice Tyndall. Gonzalo Orellana, uno de los comensales que llegó para tomarse una cerveza y terminó escuchando sobre el Hubble, está de acuerdo: "Me gustaron mucho las charlas. Son sencillas, explicativas y coloquiales. Eso hace que las entiendas. Yo soy dentista: sé de dientes, pero no de galaxias y entendí todo. Se agradece que expliquen las cosas 'en sencillo'".

Divulgando

Parte la tercera charla: la experta en galaxias lenticulares de la Universidad de Birmingham,  Evelyn Johnston, dicta "Pointing Hubble to the Darkest Patch of Sky" ("Apuntando el Hubble al pedazo más oscuro del cielo"). Los espectadores siguen atentos y ya van en la segunda o tercera de las cervezas extranjeras - Guinness, Schlappeseppel o Anderson Valley- que venden en este bar aparentemente irlandés. Las cervezas son buenas, pero un poco caras.

Los astrónomos dicen valorar la importancia de actividades como ésta para dar a conocer su trabajo. "La divulgación es un deber para los científicos. Creo que sirve porque la gente quiere saber en qué se está invirtiendo el dinero y, también, para aumentar el conocimiento de las personas, eso es algo esencial. Independientemente de si un país es rico o pobre, las personas tienen que tener educación, conocimiento, cultura", opina el astrónomo portugués Jorge Martins antes de volver a tomar el micrófono para agradecer a Tyndall por traer la actividad a Chile. Todos aplauden y la inglesa se pone colorada con el clásico color británico después de un par de cervezas.

Ya menos sonrojada, la astrónoma cuenta que en países como Estados Unidos probablemente la importancia de la divulgación científica es distinta a la que tiene en sitios como Chile. ¿La razón? "Porque acá hay consorcios, como los europeos, que ocupan territorio chileno para hacer ciencia. Entonces, estas oportunidades sirven para mostrarles a los chilenos qué tipo de ciencia se hace en su país y la importancia que tiene", remata Tyndall.