Leonora Carrington tenía fama de fuerte, pero en el fondo siempre tuvo miedo. Miedo a los nazis, miedo a la locura, miedo a la muerte. La pintora surrealista llevaba tanto tiempo en los libros de historia del arte que, cuando murió, en mayo del año pasado, mucha gente se sorprendió de que siguiera viva. Esa misma sensación tuvo el periodista y director de cine Javier Martín-Domínguez cuando la descubrió al leer Memorias de abajo y decidió buscarla.
Martín-Domínguez había rodado un documental sobre Paul Bowles y una versión de Viaje a la luna, de García Lorca. Estaba preparado para manejar la mezcla de mito y surrealismo que fue Leonora Carrington, hija de una familia inglesa más que acomodada, pintora, escritora, compañera de Max Ernst; refugiada de la II Guerra Mundial; emigrada al Nueva York de los vanguardistas y casada con Chiki Weisz, el fotógrafo húngaro que ordenó la famosa maleta de Capa.
A su casa llamó Martín-Domínguez hace cuatro años. La propia Carrington cogió el teléfono. Hablaron. Quedaron en verse. Se vieron. También quedaron en grabar una charla para incluir en una película sobre su vida. La conversación iba a durar una tarde; duró 10 días. "Congeniamos", dice el director. "Y eso que es complicado rodar con alguien de 90 años que no es precisamente expansivo. Bowles era lo contrario: hablaba por los codos".
La cinta Leonora Carrington. El juego surrealista se estrenó el viernes en el Festival de Cine de Guadalajara y vuelve a exhibirse este miércoles. Es un retrato sin narrador, salpicado de escenas oníricas y con entrevistas al hijo de Carrington, Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska, autora de la biografía novelada Leonora.
En ella se muestra cómo la pintora huyó toda su vida: de las clases de equitación en la casa familiar de Lancashire; de tres colegios y del psiquiátrico de Santander, en el que la internaron cuando Max Ernst fue deportado por los alemanes. A ella le costó reponerse. Huyó a una España recién salida de la Guerra Civil. "Habían volado los puentes en las carreteras. Yo tenía miedo todo el rato", recuerda. "Prefiero no hablar de eso. Me pone enferma". Le recomendaron que escribiera para liberarse y lo hizo. Su libro Memorias de abajo nació de ese pavor y de la psicosis. "Siempre hubo horror en sus ojos cuando hablaba de los campos de concentración", cuenta Poniatowska.
El miedo asaltó de nuevo a Carrington cuando Elena Garro, primera esposa de Octavio Paz, la señaló como inspiradora de las revueltas del 68. Se marchó una temporada a EE.UU antes de regresar definitivamente a México, donde murió con 94 años. Al final no pintaba. Hacía esculturas: árboles con vida, caballos alados... Siempre le gustaron los animales. "Los humanos no somos más que primates complicados", dice Carrington. "Me da miedo el tiempo, porque no lo entiendo. Cuanto más viejo eres, más rápido va todo". En los últimos minutos del filme, sopla las velas de una tarta, enciende un cigarrillo a escondidas de sus hijos, sonríe, calla, murmura de nuevo: "Tuve una vida aburridamente normal".