HACE un par de años, una encuesta hecha en Inglaterra por Nuffield Health reveló cómo la pereza se ha convertido en un protagonista de la vida moderna: el 59% de los entrevistados dijo que prefería tomar el ascensor antes que subir apenas dos pisos de escaleras y el 15% afirmó que si su control remoto dejara de funcionar seguiría viendo el mismo canal en lugar de hacer el esfuerzo de levantarse y cambiarlo. En el último tiempo, esta holgazanería, que también nos llama a dejar de lado el informe que debemos terminar o a no levantarnos para ir al gimnasio, ha cautivado el interés de investigadores que han demostrado que en quienes se dejan dominar por la flojera no impera un placer por hacer nada, sino que subyace un afán de neutralizar emociones negativas como depresión, ansiedad e inseguridad.
Precisamente, estudios de universidades en EE.UU. y Canadá indican que las personas con una alta propensión a actitudes como usar videojuegos en lugar de estudiar o echarse a dormir en vez de hacer ejercicio sostienen diálogos internos bastante sombríos. Estos se hallan marcados por frases como "soy demasiado estúpido para esto" o "si no puedo terminar este reporte, todo lo demás que he hecho no tiene sentido". Un ejemplo es un caso incluido en un estudio de Robert Leahy, director del Instituto Americano de Terapia Cognitiva: era un contador llamado Tom que flojeó tanto que no completó a tiempo su informe de impuestos. Al consultarle cómo veía su situación, dijo que se sentía defectuoso, incompetente y patético.
Los expertos definen la holgazanería como el acto de posponer cualquier acción que sabemos que deberíamos estar realizando en un momento determinado. Fuschia Sirois, sicóloga de la U. Bishop (Canadá) y quien ha realizado varios estudios sobre esta conducta, explica a Tendencias que cuando una persona que cae en la pereza intenta iniciar un nuevo régimen de ejercicios y lo ve como algo difícil o que le genera inseguridad, su propensión a dejarlo todo de lado crece, favoreciendo actividades más agradables como ver una película. "En los casos más crónicos, lidiar con estas emociones más negativas puede llevar a abandonar tareas esenciales de la vida diaria", señala.
¿Cómo se manifiesta este circuito? Investigaciones del sicólogo Roy F. Baumeister, de la U. Estatal de Florida (EE.UU.), muestran que las emociones negativas deterioran el autocontrol y nos inducen a perder el tiempo. Por ejemplo, tests muestran que cuando las personas se sienten molestas actúan de forma más alterada y caen en actos como usar videojuegos cuando saben que deben estudiar. De la misma forma, la ansiedad disminuye la constancia al seguir una dieta o un régimen de ejercicio.
De hecho, cuando las personas optan por matar el tiempo revisando Facebook, en lugar de trabajar, en realidad lo que hacen es intentar reparar su autoestima. Para probar esta idea, la U. de Wisconsin-Madison realizó un test en que 86 personas debían preparar y realizar un discurso breve. La mitad de ellos fueron objeto de críticas, mientras el resto recibió comentarios neutrales.
Los participantes, luego, tenían la opción de revisar su perfil en la red social o realizar otras cuatro actividades en línea: ver videos en YouTube, leer noticias, escuchar música o disfrutar de videojuegos. ¿El resultado? Quienes recibieron opiniones negativas eran dos veces más propensos a elegir Facebook. Según los autores del estudio, esto muestra que aun cuando creamos que holgazaneamos en Facebook, en realidad es una acción subconsciente destinada a mejorar el ánimo y a reafirmar los valores que conforman nuestra identidad.
Uno de los estudios de Sirois muestra otro sutil mecanismo de defensa que los más holgazanes usan para regular sus emociones. En 2004, la sicóloga entrevistó a 80 estudiantes e identificó que quienes más tendían a flojear y posponer tareas hacen un uso mayor de frases llamadas contrafácticas: aquellas que parten con términos como "al menos" o "si solo hubiera". De acuerdo con la experta, el uso de oraciones del tipo "al menos no me despidieron de la oficina" opera como un intento de elevar la autoestima en una situación que les parece amenazante o agobiante.
Tras esta necesidad de neutralizar sensaciones negativas mediante la holgazanería, existe un complejo circuito cerebral que se radica en el sistema límbico, una de las zonas dominantes del cerebro. Se trata de un área que opera de forma casi automática y que maneja gran parte de nuestras emociones, además de reacciones como alejar las manos del fuego… y apartarnos de las tareas que nos parecen poco placenteras.
Timothy Pychyl, sicólogo de la U. Carleton (Canadá) y autor de varios libros sobre el tema, dice a Tendencias que esta área nos induce a optar por una reparación inmediata del ánimo (ejemplo: dormir una siesta en lugar de afrontar una tarea que genera angustia): "Es nuestro cerebro emocional y responde más rápido, porque evitar cualquier daño es central para nuestro éxito evolutivo. En cierto sentido es responsable de la pereza, ya que rendirnos ante la sensación de sentirnos bien mina nuestro afán de completar tareas".
Una de las estrategias para combatir la pereza que ha mostrado resultado se conoce como reevaluación cognitiva y fue comprobada en un estudio de la U. de Stanford. En el experimento se les pidió a estudiantes que memorizaran detalles de varias botellas de vino mientras estaban sentados en una habitación llena de elementos distractores como fotos y posters. A la mitad de ellos se les dijo que vieran la actividad como una oportunidad de mejorar su memoria y, a la vez, rendir mejor en la universidad. A los otros sólo se les dijo que lo hicieran lo mejor posible.
En el primer grupo se redujo la propensión a dejarse llevar por la holgazanería y los ayudó a recordar más detalles, ya que según los autores se elevó la concentración, el entusiasmo y el rendimiento, tres actitudes que brillan por su ausencia en los más perezosos. En otro test realizado por Baumeister se vio que quienes menos caían en la pereza seguían una serie de rutinas para eliminar las tentaciones de su ambiente, como colocar el reloj con alarma en un extremo de la habitación para obligarse a sí mismo a levantarse.
Pychyl señala que este efecto se conoce como "voluntad extendida" y evita tener que depender del autocontrol. "Funciona, por ejemplo, si quiero salir a andar en bicicleta cuando llego a la casa, pero termino tomando una cerveza. Lo que hago es dejar la cerveza fuera del refrigerador y la bicicleta al lado de la puerta. La bicicleta clama mi atención y la cerveza está caliente, así que salgo a pedalear mientras la botella se enfría en el refrigerador".
Amy Reichelt, sicóloga de la U. de Nueva Gales del Sur (Australia), también destaca una técnica llamada Pomodoro, que consiste en fraccionar las sesiones de trabajo en espacios de 25 minutos y considerar pequeñas recompensas como cinco minutos de acceso a Facebook o una pausa corta para tomar café, cada vez que termina un ciclo. Luego, se vuelve a trabajar durante 25 minutos más, creando un circuito que, según Reichelt, permite mantener a raya la pereza.