DESTINO obligado para surfistas, pintores y enamorados, Pointe a Pitre deslumbra fácilmente. Es la ciudad más atractiva de toda isla Guadalupe, un pequeño trozo de las Antillas Francesas lleno de palmeras, playas blancas, mujeres que visten coloridas vestimentas, arquitectura colonial francesa y ritmos africanos. Nada mal. Sobre todo ahora que destacó por ser un muy buen sitio para vivir y visitar, según el ranking Estudio Mundial sobre Calidad de Vida 2011, elaborado por la consultora Mercer, que esta semana fue publicado y donde aparece como número uno.
Su buen nivel de vida lo convierte en una excelente oportunidad para que los chilenos se animen y busquen otras alternativas distintas del Caribe, tal como lo hacen muchos europeos y estadounidenses. Para los chilenos, existen opciones por mar y por aire (ver recuadro).
Influencia de culturas
Dos grandes sectores conforman la isla Guadalupe: Grande-Terre y Basse-Terre, además de otras pequeñas islas. Al medio de esto irrumpe el ruido y el color de Pointe a Pitre. Se trata de una ciudad comercial que comenzó a escribir su historia en 1654, cuando era apenas un mercado asociado a las actividades de la pesca. Algo de esto queda todavía en el mercado al aire libre, ubicado en el barrio de La Darse. Es, sin duda, uno de los imperdibles para cualquier viajero, pues no sólo es posible comprar frutas y verduras, sino que también, se ofrecen flores, especias y artesanía mientras se pasean las mujeres con turbantes y vestidos multicolores.
No hay que olvidar que esta es tierra francesa con influencias africanas, hindúes e indias. Colón la descubrió y los españoles intentaron conquistarla, pero sin buenos resultados. Los indios habitantes defendieron a Karukera, la isla de las bellas aguas, hasta que llegaron los franceses y lograron vencerlos. Poco tardaron estos últimos en levantar su bandera, explotar el azúcar y combatir contra los ingleses que, más de una vez, lograron imponerse y ocupar la isla Guadalupe. De ahí la mezcla de culturas. Los guadalupeños hablan francés y un dialecto criollo. Los sabores de India se mezclan con los de Francia en comidas típicas, como el colombo (pollo con arroz y curry) y, claro, celebran carnavales, como Mardi Gras -que coincide con el miércoles de ceniza- y la Fiesta de las Cocineras, donde -a comienzos de agosto- salen las mujeres a las calles, cargando canastos llenos de comida que se bendice y se degusta en un gran banquete.
¿Qué ver?
Mercado al aire libre. Ubicado en La Darse, es el sitio ideal para comprar artesanía y probar un poco de la fruta y de la comida típica que ofrecen las mujeres que cargan cestas con comida.
Plaza de la Victoria, un lugar de encuentro entre los habitantes de Pointe a Pitre. Es el sitio donde se juntan las tiendas y los restaurantes.
Los museos Schoelcher, destinado a mostrar la historia de la esclavitud y la vida del abolicionista Victor Schoelcher; y el de Saint John Perse, dedicado al escritor, Nobel de Literatura, Alexis Léger.
Parque Nacional Guadalupe. Ubicado en Basse-Terre, permite recorrer a pie la selva tropical, muy llenas de orquídeas y todo tipo de fauna ad hoc. Son 17.300 há que cruzan cascadas, puentes colgantes y bosques de bambús, tabonucos y enormes helechos.
Para deportistas
Si ya recorrió todo lo turístico de Pointe a Pitre y se cansó de comprar artesanía, buenas son las playas. Mejor si son de arena blanca. Estas se encuentran en lugares como Gosier, Sainte-Anne y Saint-Francois, aunque si realmente quiere jugar ser el único sobreviviente de la isla, puede visitar las arenas coralinas de Anse 'a la Gourde y Anse Tarare. Esta última, destino de nudistas.
Los que buscan más acción, pueden llegar con su tabla de surf a la costa este de Grande-Terre. En Le Moule y Porte d'Enfer, se puede nadar y surfear. Si es fin de semana, el lugar favorito de muchos sigue siendo Port-Louis. El windsurf, por otro lado, también tiene su espacio, muy cerca de los complejos hoteleros de Grande-Terre y en la isla Terre de Haut.
Otra opción muy cotizada es la práctica del buceo, con o sin implementos. Quienes buscan sumergirse en estas aguas claras, suelen llegar a la Reserva Costeau, en isla Pigeon, muy cerca de Basse-Terre. Gracias a políticas de conservación y a la prohibición de practicar la pesca con arpón, hoy es posible deslumbrarse con la gran cantidad de peces y especies de corales.
El día en Guadalupe puede terminar con alguna caminata por alguno de los senderos que siempre llevan hasta una cascada, en plena selva tropical, o a algún jardín botánico. El Parque Nacional de Guadalupe también está hecho para el trekking. Una buena opción es caminar por todo este sitio, hasta llegar al volcán de La Soufri'ere o bien, internarse hasta dar con la Chutes du Carbet, nada menos que las cataratas más elevadas de todo el Caribe oriental.
El santuario de Jacques
Muy cerca de la isla Pigeon se encuentra la reserva natural que recuerda al célebre explorador francés Jacques Cousteau. No es fácil llegar, pues se controla su acceso; sin embargo, es factible contratar excursiones que comienzan en la playa de Malendure, arriba de un kayak. Se navega un rato hasta la isla Pigeon. Este es lugar de desembarco y suele ocuparse para explicar, a los turistas, parte de la historia y de la riqueza que rodea a la isla. La aventura continúa al escalar el cerro Le Piton, sitio desde donde se puede apreciar el Parque Nacional Guadalupe, además de una vista paradisíaca del mar. Para descansar de tanto esfuerzo, el paseo termina practicando snorkel en el jardín de coral y en la piscina natural de la Reserva Cousteau. Dicen que es uno de los más bellos escenarios, dignos de los documentales que alguna vez realizó Jacques Cousteau. Los peces multicolores y los arrecifes de corales son parte del encanto.