Era 1901. Nikola Tesla ponía en marcha uno de sus proyectos estrella: la Torre Wardenclyffe. Una construcción de unos 60 metros de altura que salía del medio de su laboratorio y que debía ser útil para experimentar con las telecomunicaciones inalámbricas. Más secretamente, Tesla tenía en mente demostrar cómo la electricidad podía ser transmitida sin la necesidad de cables, lo que ya había probado en su laboratorio. Es que este inventor de origen serbio tenía un sueño: proveer de energía eléctrica al mundo gratuitamente. Pero dicha intención no fue bien recibida por sus inversionistas, que miraban sus ideas por los réditos económicos, y le quitaron el apoyo. Fue uno de los golpes más duros en su historia.
Pero la Torre Wardenclyffe, ubicada en Long Island, a unos 100 km de Nueva York, cobró relevancia nuevamente el año pasado, cuando un grupo de fanáticos organizó una campaña por internet que en un par de semanas reunió más de un millón de dólares para restaurar el laboratorio de Tesla y convertirlo en un museo. De esa forma, evitaron que el lugar terminara transformado en un centro comercial.
Ese es un dato del creciente y cada vez más notorio interés (y fanatismo, a veces) que rodea a Nikola Tesla (1856-1943) y que hoy se ve en libros, películas, blogs, videojuegos y exposiciones. David Bowie lo interpretó en la película El gran truco (The Prestige) y en un capítulo de la cuarta temporada, Dr. House le hace un guiño con una frase que aparece en un pizarrón: Tesla was robbed ("Tesla fue robado"). La página de Amazon da cuenta de tres nuevos libros sobre él este año y sólo este mes, dos nuevos títulos sobre Tesla llegaron a las librerías en Chile: El legado de Tesla, de Robert G. Barret, y Firmado: Nikola Tesla. Escritos y cartas 1890-1943. En la editorial dicen que este último se ha vendido bien y que ya se empina por los 100 ejemplares. Más: el pasado viernes debutó en Broadway la obra de teatro Tesla y la web donde se adquirían los boletos lo describe como "el tema de moda".
No sólo responden al interés de reivindicar a un personaje hoy considerado de culto y que está siendo desempolvado por el mundo más "serio", si se quiere, sino que hoy existe un interés real en su obra, que no fue menor: en la web del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) se lee que al final de su carrera, Tesla tenía más de 700 inventos y 100 patentes a su haber en campos de la física, la robótica o la ingeniería. Pero sus innovaciones nunca lo convirtieron en millonario ni le dieron el reconocimiento que él esperaba. Coincidentemente, el año de su muerte (1943) una sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos lo reconoció como el verdadero inventor de la radio, en lugar de Guglielmo Marconi, por la que había ganado el Premio Nobel en 1909 y quien pirateó 17 patentes de Tesla.
Una constante en su vida fue lidiar con la incredulidad del resto. En una exposición eléctrica en el Madison Square Garden, en 1898, dio muestras de un aparato manejado a control remoto. Era la primera vez que los asistentes veían algo así: un barco de acero, bien pesado, controlado por radio. Aunque fue patentado, su invento encontró resistencia e incredulidad: se rumoreó que había alguien escondido bajo la nave que le daba movimiento. "El hacía lo abstracto y difícil de imaginar más abstracto aún", dice Javier Ríos, profesor del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la U. Federico Santa María.
Guerra de egos
Nikola Tesla nació en 1856 en una localidad que pertenecía al imperio Austrohúngaro y que en la actualidad forma parte de Croacia. Su padre era un pastor ortodoxo serbio y aunque su madre era analfabeta, él estaba seguro de que había heredado su inquietud intelectual de ella. Desde chico podía aprenderse de memoria los libros y resolver complejas operaciones matemáticas, pero su padre quería que siguiera sus pasos religiosos. Tesla tenía otros planes: muy joven se enfermó de cólera y le pidió a su padre que, en caso de sobrevivir, lo dejara estudiar física y matemática. Dicho y hecho.
Después de estudiar ingeniería eléctrica en Austria y encontrar poco eco a sus teorías sobre la corriente alterna, el gerente de Continental Edison, Charles Batchelor, socio y amigo de Thomas Edison, lo convenció de viajar a Estados Unidos para trabajar directamente con Edison. "Conozco a dos genios y tú eres uno de ellos; el otro es este joven", decía la carta de presentación que escribió. Tesla vendió todo lo que tenía para pagar los boletos de tren y barco, y partió a Nueva York en 1884.
Acá empieza el capítulo más relevante de su biografía: su antagonismo con Edison, con quien protagonizó La guerra de las corrientes (el primero desarrolló una forma de distribución de energía eléctrica conocida como corriente alterna y el segundo, la corriente continua). "Con Edison tuvo un encontronazo muy fuerte. Según cuenta el propio Tesla, le ofreció 50.000 dólares si era capaz de establecer una mejora en sus generadores y cuando lo logra y va para que le paguen esos 50.000 dólares, Edison se ríe y le dice que se vaya acostumbrando al humor americano", contó el escritor Miguel Angel Delgado a la web lainformacion.com. "Uno no puede dejar de pensar qué habría pasado si Edison y Tesla no hubieran chocado sus egos y hubieran podido trabajar juntos. Si esa capacidad y visión de Tesla se hubiese podido complementar con el instinto empresarial de Edison, no nos podríamos imaginar lo lejos que habríamos llegado", agrega Delgado.
Fue, de hecho, algo que le llamó la atención a Larry Page, uno de los fundadores de Google. A los 12 años leyó una biografía de Tesla y quedó impactado por la asimetría entre su capacidad innovadora y la incapacidad para convertir sus ideas en productos y servicios.
Además, la fama de estrafalario no lo ayudó mucho a escalar hacia un lugar destacado en el mundo científico. Tesla era amigo de los anuncios pomposos y tremendistas: dijo que podría partir el planeta por la mitad, que era capaz de cambiar el clima y provocar terremotos. Sobre esto último, se ha descrito la escena cuando sus vecinos entraron a su laboratorio desde donde había surgido un estallido y un temblor y lo encontraron dándole golpes a la máquina que había provocado el temblor para que se detuviera (sí, había creado una máquina que producía terremotos a pequeña escala).
Más allá de las excentricidades, el profesor Javier Ríos explica que hoy la gente tiene más curiosidad y está más abierta a entender y replicar sus experimentos. En la universidad lo están haciendo con las bobinas de Tesla y mediante un sistema resonante, que a través del aire pueda pasar rayos eléctricos, para hacer sonar música. "Hoy se habla más de él que cuando yo era estudiante, principalmente por los medios de difusión. Si en mi tiempo de estudiante hubiera visto en YouTube el video de un generador de Tesla como los que se hacen de manera casera, claro que lo hubiera hecho. Es como jugar con lo que estamos aprendiendo", explica.
Entonces, una de las frases de Tesla cobra sentido: "El científico no tiene por objeto un resultado inmediato. No espera que sus ideas avanzadas sean fácilmente aceptadas. Su deber es sentar las bases para aquellos que están por venir, y señalar el camino".