A inicios de 1974, Philip K. Dick fue cegado por un flash de luz rosada. No tuvo dudas: era Dios quien lo contactaba. Paranoico, esquizofrénico y consumidor habitual de anfetaminas, intentó dar salida a sus visiones religiosas en la novela Valis. Pero necesitaba algo más que literatura: entre marzo de 1974 y marzo de 1982, pocos días antes de morir, Dick dedicó sus noches a poner por escrito todo lo que rondaba por su cabeza: serían cerca de ocho mil páginas de reflexiones sobre su lugar en el universo. La materia prima de su obra.

Suerte de diario y, sobre todo, intento de interpretación de sí mismo, fue titulado por Dick como Exégesis. Publicado parcialmente a inicios de los 90, el próximo año se publicará íntegramente en dos tomos en EEUU. A cargo del proyecto está la investigadora Pamela Jackson y el escritor Jonathan Lethem. "Se trata de un laboratorio de averiguaciones filosóficas", adelantó el autor de La fortaleza de la soledad. No es lo único que trae de vuelta al autor de Ubik.

Crecientemente apreciado por la comunidad literaria, Dick ha sido una cantera frecuentemente visitada por Hollywood. Ya en 1982 Ridley Scott convirtió una de sus novelas (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?) en Blade runner. En septiembre, en tanto, se estrena The adjustment bureau, basado en su cuento Equipo de ajuste (1954). Paralelamente, el sello Minotauro acaba de reeditar tres de sus novelas: Los clanes de la Luna Alfana, sobre un hospital psiquiátrico en la Luna; Tiempos de Marte, la historia de un grupo de familias de colonos en Marte, y El hombre en el castillo, su celebre ucronía sobre un mundo en que los nazis ganaron la II Guerra Mundial.

Visiones

"Ficciono la filosofía, no soy un novelista. El núcleo de mi escritura no es el arte, sino la verdad", anotó Dick en una de las entradas de Exégesis. Eran mediados de los 70 y él venía de escribir más de 40 novelas que exploraban la identidad del ser humano. Se había casado cinco veces, le había ido mal en rehabilitación y seguía sospechando que lo seguía el FBI y la KGB. Según contó Lethem a The New York Times, el escritor trabajaba en sus diarios a la medianoche.

Dick solía decir a sus amigos que trabajaba en Exégesis, pero en realidad se trataba de algo con poca forma. "No es sólo un manuscrito. Es una compilación de largas luchas nocturnas mano a mano con el universo. Sus armas eran el inglés y sus investigaciones paranoicas. Lo que hacía era poner en las páginas el funcionamiento de su cerebro noche tras noche", aseguró el escritor.

Mientras trabajaba en sus diarios, Dick escribía también Valis. Ahí ocupaba la ficción para entender esa luz rosada que interpretó como Dios: después de explorar con la drogas en los 60 y 70, Horselover Fat, su alter ego, se lanza a una búsqueda espiritual. Una de esas noches, Dick anotó en Exégesis: "Dios se manifestó ante mí como un infinito vacío (...) El dijo: 'Construye líneas de razonamiento para entender la experiencia de 1974. Pensarás que son lógicos, pero no lo son. Son infinitamente creativos'".

Según Lethem, Dick estaba en una misión imposible. "Las visiones que dominaron su vida en los últimos años lo mandaron al espacio y él quería regresar con una verdad. Y eso, por definición, es imposible", dijo. Y agregó: "Exégesis es absolutamente impactante, brillante, repetitiva y contradictoria. Quizás contenga el secreto del universo"