Marco Enríquez-Ominami viajaba en el asiento trasero de su 4x4 hacia un acto de campaña cuando, pasado el mediodía del viernes 3, recibió por mensaje de texto en su celular los resultados de la encuesta CEP. De inmediato pidió al chofer que lo llevara hasta la sede de la fundación y del Partido Progresista, para reunirse con su equipo.

"Estoy de vuelta", bromeó el candidato al llegar a la casona de calle Salvador, donde lo esperaban dos de sus colaboradores más cercanos: Cristián Warner, vicepresidente de la Fundación Progresa, y la presidenta del PRO, Patricia Morales. Con ellos se encerró en una oficina del segundo piso a repasar los números del sondeo político que lo posicionó como la segunda figura presidencial de la oposición, 46 puntos debajo de Bachelet.

El 8% de respaldo que le otorgó el CEP -pese a estar muy por debajo del 20% que Enríquez-Ominami obtuvo en la presidencial de 2009- fue festejado por el entorno de un candidato sin representación parlamentaria y menos visible que hace tres años y medio.

Desde que perdió en primera vuelta, MEO optó por desplegar una estrategia de bajo perfil, centrada principalmente en la construcción de un partido político y de una fundación, dos proyectos colectivos con los que espera dejar atrás la imagen personalista de la candidatura de 2009.

Durante estos tres años estuvo varias veces fuera de Chile, dando charlas y participando en seminarios que le permitieron conseguir financiamiento y ampliar sus redes. También recorrió siete veces el país, para ayudar al nacimiento del PRO y, luego, para la campaña municipal. Ambas tareas terminaron en que, según el Servel, a julio de 2012, le falta constituir formalmente su partido en tres regiones; y en las municipales de octubre pasado, el PRO obtuvo el 4,47% de los votos y eligió 50 concejales y siete alcaldes (propios e independientes).

"Muchos pensaron que en estos tres años el respaldo a la candidatura de Enríquez podría desaparecer", dicen en su entorno. Y el resultado de la CEP, añaden en el comando del ex diputado por Quillota, si bien no le da ninguna garantía electoral, sí refleja, al menos, que cuenta con un electorado fidelizado. También, aseguran, deja en claro que en la eventualidad de que Michelle Bachelet no se presentara, él sería el candidato opositor más competitivo frente a los abanderados oficialistas, venciendo incluso a Andrés Allamand (24% contra 19%), aunque perdería frente a Laurence Golborne por 11 puntos (32% contra 21%).

Cuesta arriba

Con Bachelet encumbrada en las encuestas (obtuvo un inédito respaldo y sería electa incluso en primera vuelta), el camino para Enríquez-Ominami se hace cuesta arriba. "Hace rato que fijamos domicilio político en la centroizquierda", señalan en el comando, admitiendo la disputa por un electorado común con la ex presidenta. Y con un agravante: mientras la intención de votos de Bachelet es transversal, la de MEO está principalmente en el segmento de jóvenes de entre 18 y 34 años, de sectores socioeconómicos medio y bajo, que según la misma CEP es el sector más apático frente a la presidencial (ver pág. 3).

En el oficialismo hay sectores que aspiran a que la campaña de MEO se sume al trabajo de confrontar la figura de la ex mandataria, repitiendo lo que hizo el 2009, cuando enfrentó con hostilidad a Eduardo Frei. Pero Enríquez, afirman sus cercanos, no está dispuesto a ello. Bachelet tiene inéditos índices de popularidad, sus bases de apoyo se cruzan con las de MEO y arremeter en su contra puede tener un efecto boomerang. No sólo eso. A su electorado no le será fácil mantenerse neutral en una segunda vuelta y, según sus cercanos, el ex diputado no repetiría lo hecho en la última presidencial, cuando no apoyó con convicción a Frei ni llamó a evitar un triunfo de la derecha. Esta ambigüedad, afirman, no la volvería a repetir.

En el entorno de Enríquez aseguran, en todo caso, que no se ha tomado todavía una definición sobre la forma en que enfrentarán a Bachelet en la campaña. "Hay que esperar hasta marzo, que ella se defina, y ver cómo baja su campaña; si vendrá con una estrategia agresiva frente a las otras candidaturas, o conciliadora, o centrada en un discurso de gobernabilidad", comenta un estrecho colaborador del abanderado del PRO.

El tema se ha discutido. A comienzos de diciembre, en una cita en la sede del partido en calle Salvador, Enríquez-Ominami se reunió con el experto comunicacional y electoral francés Jacques Séguelá y con el sociólogo y publicista José Antonio Camacho, además de miembros de su staff. En esa conversación, Séguelá -que asesoró a mandatarios como François Mitterrand y Václav Havel, y colaboró en la campaña de primera vuelta de Lagos- les aconsejó no orientar su candidatura en función de Bachelet. Más aún si no se sabe "cómo viene ella". Le recomendó enfocarla en lo programático y en la participación ciudadana.

La idea es tener listo el programa de gobierno en marzo, justo cuando la ex presidenta defina públicamente si será candidata. Para entonces, dicen fuentes del comando, debería tener afinado y listo para presentar en sociedad a un equipo político que lo acompañe en la campaña y le permita mostrar un "elenco".

En el comando hablan de levantar una campaña "rupturista frente al modelo", pero con responsabilidad, tomando distancia del tono irreverente del 2009. "Marco ya no es la novedad, ahora debe demostrar que está preparado para gobernar", comenta un cercano al candidato.

En esa misma reunión de diciembre, Séguelá también recomendó no atacar durante la campaña a Bachelet, cuya alta y, hasta el momento, incombustible popularidad la ha blindado del ataque frontal de sus adversarios, quienes ven un riesgo en emplazarla. "Vamos a confrontar a Bachelet con contenidos, en temas como educación y reformas políticas, pero no estamos dispuestos a una guerra sucia", resumen en el PRO. Esta idea fue refrendada el domingo recién pasado, durante una cena en casa de Enríquez, a la que asistieron su padrastro, el ex senador Carlos Ominami, y un par de colaboradores.

Precisamente por el trato más cuidadoso que tendrán con Bachelet es que en el entorno de MEO admiten que preferían que en la última CEP hubiera aumentado más el apoyo dado a Andrés Velasco (sólo un 3% dice estar "decidido" a votar por él). El ex ministro de Hacienda, quien, a diferencia de Enríquez, se ha mostrado disponible a participar en la primaria del sector, ha desplegado una campaña con ataques a la Concertación.

Esto es funcional al ex diputado PS, quien apuesta a que se erosione la base de apoyo del conglomerado para captar mayor adhesión. Pero como en esta nueva aventura presidencial ha optado por no quebrar con la Concertación -dijo a La Tercera el año pasado que con los dirigentes del sector "vamos a tener que construir un diálogo"-, su escenario ideal es que un tercero sea quien asuma el desgaste de confrontar al bloque opositor.

Aunque reconoce que "no hay puentes con la Concertación ni con los otros candidatos", a mediados de diciembre se reunió con el senador y precandidato presidencial del Partido Radical, José Antonio Gómez, en el Café Literario del Parque Bustamante. La idea era avanzar en un acuerdo programático en torno a educación pública, reforma tributaria, seguridad ciudadana y la propuesta de convocar a una asamblea constituyente.

Cercanos a MEO afirman que no hubo avances sustantivos en la cita.

Poco antes, a fines de noviembre, el ex secretario general del PPD Oscar Bahamondes tuvo contactos con dirigentes del PRO, también para ver la posibilidad de llegar a acuerdos electorales y programáticos, pero sin éxito.

Para MEO, levantar una plantilla parlamentaria podría hacer toda la diferencia entre su incursión presidencial anterior y la actual, según analizan en la Concertación.

Enríquez ha dicho que se inclina por definir un "concepto parlamentario" que le dé libertad, como lo hizo en las municipales, para apoyar a candidatos de distintos sectores políticos, pero con los que estén de acuerdo respecto a ideas centrales, como el fin al binominal, una nueva Constitución y educación pública. Esto le permitiría llevar candidatos en siete circunscripciones donde, según los cálculos del PRO, tendría ciertas posibilidades de triunfo, especialmente en el norte, donde tiene alcaldes electos.

Si eso se concretara, MEO podría disponer para el próximo gobierno de una pequeña bancada. "Un grupo de parlamentarios afines a él, con el peso del PRI, pero que obedezca a su liderazgo", como especulan en la Concertación.