Volvió 25 años después y cambió todas las reglas. Con Los detectives salvajes a punto de salir a librerías, Roberto Bolaño regresó a Chile para abrir una guerra con la literatura chilena: de José Donoso a Diamela Eltit, incluyendo a toda la Nueva Narrativa, todos recibieron sus disparos. Le llegaron muchos de vuelta. A pocas horas de recibir el premio Rómulo Gallegos, en 1999, Bolaño le dijo a Roberto Brodsky (1957), uno de sus amigos chilenos, lo que pensaba de la gresca: "Quédate a este lado y vas a ganar".
Trece años después, la escena puede leerse, casi exactamente como sucedió, en la nueva novela de Brodsky, Veneno. Lanzado en la Feria del Libro de Santiago, es una continuación de Bosque quemado, relato biográfico sobre la disgregación de su familia con que el autor ganó el Premio Jaen 2007. Ahí, la identidad del narrador terminaba, al menos, apaleada. Acá, en Veneno, busca su lugar en el mundo en la literatura. Pero la escena chilena no está para bollos.
El protagonista de Veneno es Alberto Shapiro, una sombra del propio Brodsky: como él, es un novelista chileno que vive como profesor en EE.UU. y lidia en su obra con la memoria. También fue de los fieles de Bolaño. Vuelve a Santiago, a mediados de 2009 , con su primera novela y acá se asoma por los callejones oscuros de la escena. Su viejo amigo Frank muestra su lado celoso y envidioso. Ruiz y Florenciano, editor y crítico, revelan los engranajes del baile, administrado su entrada a través de concursos, cátedras, etc. "¿Quieres o no que te hagan un hueco?", le preguntan.
"El mundo literario chileno es un mundo de espías, de tramas e intrigas, zancadillas y golpetones", dice Brodsky. "Es igual en todas partes, pero Chile está lejos y es muy chico. Si no se vincula uno a un grupo, no tiene por dónde llegar", agrega, y asegura que Veneno pretende agarrar a un virus enraizado en nuestro sistema cultural y que lleva por lema: si podemos destruir algo, lo vamos a destruir.
Mientras un perplejo Shapiro se reencuentra con Chile, narra su historia como escritor y explica cómo se fue a EE.UU., reconstruye también su amistad con Bolaño y los efectos que tuvo en las letras locales. "Lo que hace Bolaño es tirar el mantel", dice Brodsky. "Veneno circunscribe una lucha canónica literaria de comienzos del nuevo siglo. Hablo de un canon que, de alguna manera, fue una invención de Bolaño: él reinventó la escena en función de una centralidad -Donoso- para plantar su bandera. Y así combatirla. Eso cambió: hoy esa centralidad no existe o está muy dispersa", agrega.
Eco del boom de Bolaño, Veneno es otro ladrillo para la canonización del autor de 2666. Brodsky baja expectativas. "Era un muy buen amigo. Quería relatar ese momento, que vi muy de cerca y fue sintomático de una época", dice el autor que, por lo demás, ha escrito un libro deudor de la ética impuesta por Bolaño: "Veneno plantea la necesidad de la escritura de no sujetarse a un programa muy claro de vida ni de poder".