Ni la crisis Europea ni la amenaza de una desaceleración de la economía China. El presidente de la Asociación de Exportadores de Frutas de Chile (Asoex), Ronald Bown, es tajante al señalar que el origen de los problemas que afectan al sector hoy, provienen del ámbito interno. Según las cifras que maneja, el volumen de exportaciones vinculadas a su gremio habrían caído entre 5% y 7% esta temporada. Su análisis atribuye las dificultades a la pérdida de competitividad que enfrenta el sector desde hace meses, y que se ha visto acrecentada por la tendencia alcista de los costos de la mano de obra y la energía. Tal cual están los factores hoy, Bown ve lejana la posibilidad de que Chile se transforme en una potencia alimentaria de aquí a 2015.

¿Ha incidido la crisis europea en las exportaciones del sector?

Nos manejamos muy bien en el ámbito externo y tenemos la capacidad de discernir si es necesario abrir nuevos mercados cuando alguno anda mal. En promedio no ha sido una mala temporada, pero los promedios son muy mentirosos. Ha sido buena para algunos subsectores, como las cerezas, pero para el pequeño productor, que tiene costos muy altos y no está muy abierto a los mercados, fue difícil.

¿Tienen registro de algún país al que hayan reducido drásticamente los envíos?

Uno miraba siempre a Europa Central como una alternativa para seguir expandiéndose, pero ya no. EEUU también está en crisis y América Latina está creciendo, pero no tanto. Lo único que queda mirar es Asia. En cuanto a los países, Argentina nos está complicando, porque no hay regulaciones permanentes, ni certeza de lo que va a pasar y hay mucho control de las exportaciones vía camiones. Sin embargo, Brasil se está recuperando y, sorpresivamente, nos está yendo bien en Venezuela, y en Colombia. México está recuperándose. Pero no hemos perdido ni un mercado, porque el sector reacciona rápidamente a los problemas externos.

¿Qué implicaría para las exportaciones agrícolas una desaceleración de China?

Si estuviésemos vendiendo a los chinos en general tendríamos una preocupación bastante grande, pero los que compran nuestras frutas son gente pudiente, que no va a sufrir una situación muy tajante. Además, las crisis hacen que la gente pase de consumir fuera a dentro del hogar.

¿Entonces de de dónde vienen las mayores amenazas?

Definitivamente, los problemas que enfrentan los exportadores son internos, no externos. No es que la autoridad haya fallado 100%, pero nos llama la atención el tema macroeconómico, que no está bien desde el punto de vista de una economía proyectada a largo plazo. Seguimos con problemas de competitividad producto del tipo de cambio y de los altos costos, como la mano de obra y energía. Además, se necesita mayor competencia en los puertos, con al menos cuatro operadores por región. También hay problemas de financiamiento, porque a los bancos no les interesa darle crédito a la agricultura.

¿Las medidas lanzadas por el gobierno para mejorar la competitividad del sector no han sido efectivas?

No son suficientes. La reconversión frutícola, por ejemplo, no se ha abordado todavía. La economía del país creció 5,3%, pero de una manera poco consistente en el largo plazo. Lo que se está haciendo es una política del día a día, que tiene como motor el precio del cobre. Queremos un desarrollo del país armónico y para eso necesitamos un incremento de las reservas del Banco Central. La única posibilidad que tenemos es ser más productivos y competitivos, alcanzando mejores mercados y precios. Pero ser competitivo es complejo. Hay estudios que demuestran que en algunas regiones 60% de la uva de mesa está en rojo. En otros casos el problema no es productividad, sino financiamiento.

¿Ven riesgo de que la agricultura desaparezca?

Eso está sucediendo. Por eso decimos que tenemos que reencantarnos con la agricultura y fidelizar a la gente, para que se quede en el campo. Pero no hay políticas para eso. Si uno analiza lo que está pasando ahora y lo proyecta a diez años más, obviamente podría desaparecer.

¿Cuáles son los subsectores más vulnerables?

La fruticultura en general porque es muy intensiva en mano de obra. Dentro de ella, los más complicados son quienes no pueden incorporar medidas para incrementar la productividad. La uva de mesa por ejemplo, requiere mano de obra porque tiene procedimientos que no puede realizar la tecnología. En esos casos se está viendo una reducción de las plantaciones.

¿Qué está haciendo el sector para solucionar el problema de escasez de trabajadores que atraviesa?

El Ministerio de Agricultura está viendo maneras de traer mano de obra extranjera, que es lo más viable para solucionar el problema. Pero también hay que ver las maneras de mejorar la productividad, las condiciones laborales y los salarios, para fidelizar a la gente.

¿Cuánta gente le hace falta a la agricultura?

Sobre 50 mil personas, pero las necesidades dependen de la región y los rubros.

¿Y están en condiciones de recibir a esa cantidad de extranjeros?

Es que sería en un lapso de tiempo, porque además la agricultura tiene seis meses de actividad. De todos modos se deberían especificar mejor los derechos y deberes de los extranjeros. No queremos que compitan con la mano de obra nacional, pero también queremos extranjeros que tengan acceso a imposiciones y buenas condiciones laborales. Las visas también deben flexibilizarse; quizás la flexibilidad podría determinarse según región y sector.

¿Una política de este tipo les daría un respiro en relación al resto de los problemas que acusan?

Es un desafío, porque hay que asumir responsabilidades en cuanto a las condiciones de los trabajadores. Dónde viven, dónde comen... Pero es mejor un desafío a no tener gente.

¿Qué le competería al sector privado?

No podemos permitir que a través de la fruticultura se empiece a quedar la gente, por lo que tendríamos que asumir un rol más decisivo por ejemplo desde el punto de vista de crear mecanismos adecuados para que los extranjeros tengan facilidades de entrada y de salida.

¿Cuáles deberían ser los referentes para aplicar un sistema de ese tipo?

Nueva Zelandia, Australia, España...Ellos saben cuándo llega un trabajador extranjero, dónde se desempeñará y cuándo se tiene que ir. Aquí la situación es bastante distinta, hay un poquito más de informalidad, y eso hay que mejorarlo.

¿Estamos cerca o lejos de ser potencia alimentaria?

Nosotros pretendíamos serlo en 2015. En ese momento se veía que se podía llegar, pero hoy no. Falta celeridad en solucionar el problema de la competitividad. También es necesario mejorar los tratados vigentes; hay países con los que teniendo acuerdo aún pagamos 50% de arancel. Además, se necesita mayor inversión en imagen país. Sólo por este concepto puede haber un diferencial de precio por kilo de entre 15% o 30% por producto. Eso podría compensar el diferencia de ingreso por el tipo de cambio. Ahí ha habido una falencia del Estado.