El invierno no es para quedarse encerrado entre cuatro paredes. A dos horas de Santiago está el Parque Nacional La Campana y, dentro de éste, el

endero Los Peumos, que conecta el sector de Granizo, en la comuna de Olmué, con el de Ocoa, en la de Hijuelas.

Son dos mundos geográficos y ecológicos distintos, tan distintos como decir roble y palma; boldo y cactus; bruma y sol. Por algo en 1985 la Unesco lo declaró Reserva de la Biosfera.

Desde granizo y subiendo

Son las 9:30 de la mañana y, si el plan se cumple, en dos horas estaremos en el Portezuelo disfrutando de una parada y un tentempié. Los músculos están tensos. El frío forja la templanza del grupo. Pero si Darwin anduvo por aquí identificando especies; si los picunches y luego los españoles extraían minerales del cerro todo el año, ¿cómo amilanarse ahora?

Después de identificarnos con el guardaparques de Conaf, comenzamos un ascenso suave pero con mucho acarreo. La correcta zapatilla con la correcta tecnología, hace que cada piedra y peñasco sea sólo una melodía de fondo. De lo contrario, el desgaste de las suelas -y las rodillas de bajada- puede ser drástico.

En el primer kilómetro nuestra parada inicial es, precisamente, frente a unas piedras de gran tamaño con varios hoyos en sus costados. Eso parecen a simple vista pero, en verdad, son unos marayes. Impresionan estos morteros usados desde tiempos ancestrales para sacar minerales como cobre y cuarzo. Más arriba veremos la mina Balmaceda, de la que hasta hace pocos años aún se extraía mineral.

Retomar el camino es poner los pies sobre un colchón de hojas de boldo, litre, peumo, quillay y, a medida que vamos subiendo, nos sorprenden algunos robles de Santiago, especie endémica en peligro. Según escuchamos, son los más septentrionales en su tipo y su lento crecimiento podría hacerlos desaparecer hacia 2080.

La subida se vuelve intensa. El camino se transforma en una cicatriz de tierra y piedras, pero nos damos el tiempo de parar y mirar lo que va quedando atrás, o mejor dicho, abajo. Una espesa capa de bruma que poco a poco, a medida que avanza la mañana, deja ver Olmué. Si hubiera suerte, dicen, podríamos ver hasta el mar. Pero es poco probable, pues en la costa siempre hay niebla matinal.

Al fin la promesa se cumple y luego de 5 km de buen ejercicio cardiovascular, llegamos al Portezuelo Ocoa: una interminable pirca ubicada a 1.050 m que separa el sector Granizo del de Ocoa. Es el intermedio indicado para comer, tomar algo reponedor y obtener muy buenas fotos de ambos lados del paisaje.

Palmas de Ocoa y El Amasijo

Si no se ve, no se cree: sólo unos metros más abajo de la pirca, el bosque esclerófilo da paso a cactus y un terreno blanquecino más cercano a la arena que a la tierra de hoja. El cielo se abre y comienza a hacer calor.

Los cambios siguen a medida que bajamos: el café inicial vuelve a perderse y regresan los verdes. Los espinos dan paso a gigantes rocas que, cual meteoritos blancos, interrumpen y salpican la ladera. Al poco andar, comienza a aparecer la vedette del Portezuelo: la palma chilena (jubaea chilensis). Parecen árboles pero en realidad, y para nuestra sorpresa, son maleza. Sí, nuestra palma es una maleza, la más austral del mundo y la única de superficie lisa. Las abrazamos, las fotografiamos y nos comemos sus "coquitos", que también son del gusto de los degú, roedores de la zona que les dejan unos huecos perfectos y que quedan esparcidos a lo largo del camino.

Si quiere seguir admirando palmas, puede tomar el sendero hacia la quebrada El Amasijo, debidamente identificado a la izquierda. Dentro de Ocoa, éste es el territorio con mayor concentración de esta especie endémica en peligro de extinción por el antiguo método de extracción de su miel que obligaba a quemarlas.

Ya van más de dos horas de bajada y el hambre llama. Al final del recorrido, en la zona de camping del parque, nos espera el asado, la conversa y la verdad que siempre regala la montaña: que somos puntos mínimos en el paisaje, pero que si nos levantamos temprano y ponemos empeño en la subida, la bajada siempre tiene su recompensa. Y todo esto tan cerca de la gran ciudad.