Fueron parte esencial del vestuario, símbolo de distinción y clase. Para los hombres, los tipo bombín, copa y borsalino marcaron una tendencia. Para ellas, modelos importados y made in Valparaíso adecuaron sus pomposos peinados a decorativos diseños tan naturales que hasta plumas exóticas servían para lucir lo más parecido a un ave sobre sus cabezas. Toda una época de la sociedad porteña e inmigrante, reflejada en los más de 80 sombreros que custodia en perfecto estado el Centro de Conservación de Textiles de la U. de Valparaíso, en la V Región.
Nueve son en total las colecciones donde, cual biblioteca textil, estas y otras piezas son almacenadas y archivadas con parte de su historia. Entre ellos destacan la serie Mundt-Fluhman. Vestidos, prendas de niños de fino algodón hechas todo a mano y la tenida completa de fines de 1800 con que la matriarca de la familia llegó de Suiza a casarse. Sobresalen, sin embargo, la decena de los más variados sombreros que sus descendientes usaron.
Justamente, en esa colección está el sombrero más antiguo de todos. Un modelo de terciopelo con encintado de raso y plumas de la tienda porteña Pensamiento. "Es de 1910 y puede ser anterior. No le hemos hecho ninguna restauración, está en estado original y perteneció a Nanet Fluhman", cuenta Angela Herrera, restauradora textil y coordinadora del centro.
De origen alemán-suizo, esta familia tuvo por generaciones un solo heredero, hasta Carmela Mundt, quien tuvo siete hijos y rompió la tradición. Fue ella quien, tras una inundación en su casa de Viña del Mar, "al revisar las bodegas, encontró los baúles con todos estos objetos y los donó en 1999", recuerda Herrera.
Las vestimentas, junto con zapatos y guantes, son parte de las 530 piezas que han sido donadas para conservación al centro.
Destaca también la herencia de Luz Ibaceta Cobo de Núñez, inmigrante española que en 1923 -según evidencia su certificado de la época- obtuvo en Valparaíso su título de sombrerera. Allí abrió un pequeño taller de venta de sombreros y lencería. Rafia, terciopelos, tejidos, plumas naturales, cintas, tul y otros diversos materiales dan forma a los distintos diseños que elaboró y que guarda el centro.
"De los años 20 a los 50, el sombrero fue un accesorio indispensable en el ropero de las mujeres. Por la accesibilidad, por el costo, era para un medio alto. Era lo más chic comprarse un sombrero para uso diario", dice la restauradora.
Entre algunos modelos singulares figuran los de la tienda Madame Gaultier. Boinas a crochet y fieltro dan forma a sus diseños de los años 30 y 40. "Calle Condell 1418, dice la etiqueta, ella era una modista que hacía también sombreros para damas", precisa Herrera, quien espera montar una exposición con las prendas.
Influenciado por turistas y viajeros que llegaban con lo último en moda, Valparaíso fue un mercado importante en el área textil y de sombreros. De hecho, a mediados de 1900 hubo más de una decena de sombrererías. La más antigua, Woronoff, fundada en 1927 por el destacado porteño y cavallieri Jacinto Cademartori Rosso.
Hasta los 70 fue exclusiva de hombres. Francisco Soto-Aguilar, ex trabajador y actual dueño, cuenta que "la clientela se ha ido muriendo, pero tenemos nietos y bisnietos que siguen ocupando sombreros Woronoff, porque, a diferencia de otras prendas, puedes usarlos por 40 ó 50 años y no pasan de moda". Según Soto-Aguilar, el nombre de la sombrerería nació de un ruso que en los años 20 experimentaba con monos extirpándoles sus testículos para buscar la pócima de larga vida. "Cademartori dijo: 'Le voy a poner Woronoff por el sombrero larga vida", contó. Además de importar de Italia, EE.UU. y Brasil, el maestro sombrerero transformaba, planchaba y creaba. Trabajó 47 años en el local de Av. Pedro Montt. Hace 10 meses murió y con él parte de su arte.