Sonia Maria Campos Braga, hija de una costurera con siete hijos que enviudó antes de los 40, jamás fue a un taller de actores ni a las tradicionales escuelas de teatro. En rigor, ni siquiera se le pasó por la cabeza. Actriz infantil televisiva, figura a los 18 años de una popular versión del musical Hair y luego regular invitada a la emisión local de Plaza Sésamo, Braga aprendió más o menos por instinto y porque su hermano mayor la introdujo en el círculo de los actores y la televisión, presentándola siempre como "una pequeña princesita". A sus 65 años, recuerda sus inicios así: "Mi primer sueldo fue mucho más que todo el dinero que mi familia podía ganar en un mes. En ese momento, a los 14 años, dejé el colegio y empecé a aprender de la gente con la que me rodeaba: actores y directores".
Han pasado cuatro décadas desde que a los 25 años se transformara en ícono erótico imbatible a través de Doña Flor y sus dos maridos (1976) y la condición de actriz instintiva y natural sigue guiándola por el mundo.
El miércoles por la noche presentó Aquarius, su nuevo filme, en el Festival de Cannes. Antes de la premiere, hizo una protesta en la alfombra roja con sus compañeros de elenco para denunciar un golpe de Estado en Brasil. En el proceso contra la presidenta Dilma Rousseff, Sonia Braga tiene claro de qué lado está: "Me parece que es una maniobra para cambiar el gobierno de ahora durante una época muy delicada en Brasil. No creo que sea lo correcto y sólo por decir esto me he encontrado con miles de personas atacándome en mi Facebook, por ejemplo. Mi temor es que sentará un precedente para que cada vez que a alguien no le guste un gobierno decida hacer un empeachment. Nuestra democracia es muy joven y costó mucho ganarla. La forma en que todo esto está pasando no es la adecuada: quienes apoyan el empeachment son personas muy conservadoras, contrarias al aborto, a los derechos de las mujeres, etc. En fin, creo que saltar hacia atrás nunca ha sido bueno. Lo peor es que el pueblo está dividido", dice a La Tercera en el Hotel Five Seas de Cannes.
Mujer vital
Trabajando para producciones estadounidenses o respondiendo al llamado del cine brasileño, la actriz de Paraná maneja una aproximación espontánea a los roles que le van llegando a su agente o a su propia casa. El caso de Aquarius es ejemplar, pues se trata del segundo largometraje de Kleber Mendonça Filho, un realizador no muy conocido, aunque sí muy respetado por su cinta anterior. La decisión de embarcarse en el proyecto fue fulminante, apenas mediada por la noche en que se leyó el guión.
"Cuando empiezo a interpretar a un personaje, nunca dejo nada de mí en casa. Es necesario que uno se entregue en un cien por ciento a lo que está haciendo, porque de lo contrario las cosas no funcionan. Al menos para mí", explica. Se encuentra en plena promoción de Aquarius y las reseñas la ubican como la gran favorita hasta el momento para quedarse con el Premio a Mejor Actriz. "Me tomo este trabajo como una especie de salto desde el aire, donde siempre hay alguien esperándote abajo. Si hay complicidad con el equipo nunca te golpearás en el suelo, alguien correrá por ti. Aún así, a veces te lastimas. Me ha pasado", añade.
"Es raro encontrar una historia que diga tanto sobre la mujer y acerca de lo que significa ella para sus amigos, su familia, sus vecinos, la sociedad. Por eso creo que Kleber Mendonça es realmente un tipo sorprendente. Todo lo que el personaje de Clara hace, todo lo que significa, es la visión de Kleber", explica Sonia Braga. La actriz interpreta a Clara, una periodista retirada de 65 años que de un día para otro se convierte en la única habitante de un antiguo edificio llamado Aquarius, amenazado de inminente demolición para construir unos modernos condominios. La película, que según la crítica se ubica entre lo mejor de esta edición de Cannes junto a Toni Erdmann de Maren Ade y Paterson de Jim Jarmusch, dibuja un sensible y hermoso paralelismo entre la vida de Clara, la de su propio edificio y la voraz lógica de las inmobiliarias que aniquilan el paisaje de Recife.
Aquarius toma su nombre del edificio donde vive Clara y construye al menos dos discursos: sobre la posibilidad de envejecer con dignidad y acerca de la deshumanización de las ciudades corroídas por el afán de homogeneizar todo con el mismo frío modelo habitacional. La grandeza, quizás, del director Kleber Mendonça es contar una historia así sin caer en el panfleto anti-empresarial, sino a través de la vida de una mujer de espíritu libre, alguien que se resiste a irse de su nicho no por terquedad, sino por sentido de pertenencia.
"Es imposible separar lo político, lo social y lo personal en un personaje como Clara. Ella y todos quienes la rodean tienen un compromiso en ese sentido. Es curioso, porque este guión fue escrito hace tres años, antes de que empezaran las manifestaciones en Brasil. Creo que de alguna manera el director Kleber Mendonça vio venir todo este tsunami social y político en Brasil. Tenía una suerte de presentimiento y por eso también la película es tan única", enfatiza la actriz. En Aquarius, Clara está lejos de ser la clásica solitaria aguafiestas de la tercera edad que rechaza los cambios. Por el contrario, nunca pierde de vista a los amigos y los hijos y cada vez que puede deja que el sexo entre a su pieza. También, desprecia al joven jefe de obras de la inmobiliaria, un ingeniero con estudios en Norteamérica que presume de su posgrado en lo que llama "business".
Sobreviviente de un cáncer mamario a los 35 años, Clara cree en la fidelidad de los vinilos, aunque no rechaza escuchar mp3 en el auto. Pasa las noches con una copa de vino, con el grupo Queen, con Maria Bethania y, en momentos de extremo romanticismo, con Roberto Carlos. "El personaje tiene 65 años, igual que yo. Los mismos gustos y visiones de la vida. Hay escenas maravillosas, como cuando ella toma el viejo LP de Roberto Carlos y pone la aguja del tocadiscos en la canción O Quintal Do Vizinho. En la película eso es como un viaje en el tiempo. Me daban escalofríos", cuenta.