"Lo único que se puede hacer con la realidad es inventarla de nuevo", aventuró Tomás Eloy Martínez. Corrían los años 90 y el argentino de nuevo ponía en segundo lugar al oficio que le daba de comer, el periodismo, detrás de la literatura. En 1985 había echado mano de la ficción para La novela de Perón, implacable retrato de Juan Domingo Perón. En 1995 dio rienda suelta a la leyenda: Santa Evita, una novela disfrazada de reportaje, con pocas páginas de verdad. El resto proviene de una imaginación que logró capturar como pocas veces el mito de Eva Perón.

Muerto a los 75 años, Eloy Martínez es llorado por viejos estandartes de la literatura latinoamericana. "Era uno de nuestros grandes escritores. Merecía muchos reconocimientos, desde luego el Premio Cervantes", dijo Carlos Fuentes. Según informó el hijo de Eloy Martínez, Ezequiel, su padre dejó prácticamente terminada una novela titulada El Olimpo. El núcleo del libro es un centro de detención de la dictadura argentina conocido como El Olimpo. Otra vez Eloy Martínez lidiaba con la historia de su país.

Las impurezas de la vida

Periodista de oficio, dirigía el suplemento cultural del diario La Opinión en 1975 cuando la Triple A lo obligó a abandonar Argentina. Fundó diarios en Venezuela y México, y participó en el equipo original del argentino Página 12. Desde su inicio, en 1994, fue parte de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. Pero a Eloy Martínez la ficción lo seducía.

"¿Por qué privar a la historia de la imaginación, el desatino, la exageración, la derrota, que son la materia prima de la literatura?", se preguntaba en Santa Evita, esa novela traducida a 35 idiomas, donde relata la asombrosa historia -real- de la desaparición del cuerpo momificado de Eva Perón.

En La novela de Perón, había ficcionado la memoria infantil del político y sus aprensiones desde el exilio. Suscitó un debate al falsear la historia oficial. Luego, Eloy Martínez decidió dar un vuelta de tuerca al periodismo. "Detecté puntos oscuros en la historia de Evita, y se me ocurrió que, como la novela es un género impuro por naturaleza, podía invertir la técnica de la non-fiction de los años 60, de Capote, Mailer, y narrar una historia ficticia con las técnicas del periodismo", dijo.

Funcionó. Le creyeron. Varias historias falsas sobre el cuerpo de Evita se dieron como ciertas. Eloy Martínez había aportado al imaginario de Perón e hizo crecer el mito de Evita. En Purgatorio, su última novela, se hundió en los pliegues de los desaparecidos políticos. Ya leeremos qué hizo en la póstuma El Olimpo: de seguro, narró un episodio histórico, aunque también es seguro que no se privó de la materia de la que están hechos los sueños.