Iván Navarro (41) está en una de las salas de su estudio situado en el barrio de Greenpoint, en Brooklyn, y dice que no se imagina que en alguna de las disquerías que circundan el área -un nido de hipsterismo, tiendas de segunda mano, comercio informal de vinilos en plena vereda y locales para los fetichistas de la música abandonada por el tiempo- alguien, aunque sea al menos un curioso, ingrese a preguntar por el nuevo álbum de Electrodomésticos o Jorge González. "Acá nadie conoce la música chilena. Es súper difícil que una persona llegue diciendo: 'Oye, ¿ustedes tienen el último disco de González?'", imagina el hombre dedicado a la escultura y que desde 1997 reside en Nueva York.
Pero desde hace algunos años, Navarro ha impulsado una aventura kamikaze. Vender hielo en tierra de esquimales: uno de los artistas visuales chilenos más cotizados del circuito internacional fundó en 2006 el sello Hueso Records bajo el plan de comercializar un trozo de la música local en EE.UU. y, sobre todo, de rescatar algunos de los capítulos más perdidos del género. La cruzada partió con Roquerío, el impecable debut de Nutria, el alias del cantautor Christian Torres, quien también llegó a la Gran Manzana a principios de siglo y cuyo primer título sintonizó con el cruce de folclor, trova y pop que por esos mismos días inauguraban Gepe o Leo Quinteros.
"En ese tiempo le pedí a Nutria una canción para un proyecto que estaba haciendo y de repente me dijo: 'Tengo un disco casi listo'. Entonces le propuse 'hagamos un sello, va a ser mejor para todos, sobre todo para ti, se ve mejor que muevas tu disco con un sello antes que venga de la nada'", detalla el artista, cuya obra se expresa a través de las esculturas lumínicas -reinventar objetos cotidianos con tubos fluorescentes- y que ha expuesto en algunas de las más prestigiosas galerías del planeta, incluyendo su paso por la Bienal de Venecia de 2009.
Eso sí, Hueso Records ha alcanzado mayor notoriedad desde hace dos años, con iniciativas como la edición de las únicas dos grabaciones que sobrevivieron de la banda ochentera Pinochet Boys; la salida de los demos extraviados que se convertirían en el fallido tercer trabajo de Electrodomésticos en su primera etapa, y el estreno hace dos semanas de Naked tunes, el primer álbum de Jorge González en inglés. A la lista se suman Pánico, Caty Purdy y Alvaro Peña. Casi todos sólo en vinilo y cuyas copias -salvo algunas que Navarro ha traído al país- descansan en su taller neoyorquino y sólo se pueden adquirir por la web. Un restaurador cuya arqueología se ejecuta a distancia.
"Para mí es muy difícil mostrar mi trabajo en Chile, entonces esto es una forma de hacer arte y de conectarme con el país, pero sin el rollo de estar levantando una escultura allá. Los problemas siempre han sido logísticos, por lo que una vez pensé: '¿Cuál logística me puede dar la opción de seguir haciendo arte en Chile?'. La música, obvio", cuenta el artista.
Luego sigue: "Si me dices 'hazte una exposición o hazte un disco', prefiero hacer un disco, porque el nivel de experimentación es mayor. Con esta clase de artistas sí, porque si me dices que trabaje un álbum con Gepe, no estaría tan seguro. Es alguien ya súper delimitado en el pop. Lo que me interesa es publicar cosas interesantes, raras, y encontrar grabaciones claves que nunca se hayan publicado".
Cuando las encuentra -y luego de conversar con sus creadores, a quienes por lo general ha conocido a través de terceros-, el chileno los manda a fabricar en una firma neoyorquina con costos bajos y hace tiradas en vinilo que van de 100 a 500 copias. Al tenerlas en formato físico, empieza a promocionarlas por Facebook y parte a distribuir otros ejemplares a algunas disquerías de Brooklyn, como Academy Records, la tienda de la Gran Manzana que hoy luce un mayor stock de vinilos chilenos.
El plan es claro: "Esto es una apuesta a futuro. Si hoy hago una edición de 100 copias, en 10 años más va a tener muchísimo más valor, se la van a pelear. La música me permitió entrar en el mundo de los coleccionistas y esa lógica la manejo muy bien, por mi experiencia en la escultura. Le das valor a la música desde la perspectiva del arte. Por lo demás, a estos músicos les interesa trabajar conmigo, porque no estoy en Chile, porque quieren potenciarse en EE.UU. Para mí sería mucho más fácil vender estos discos en Santiago, pero no es la idea. Queremos ser un sello chileno fuera de Chile".
Pese a las intenciones, puede que el próximo año los trazos geográficos tengan un giro. Navarro planea volver a vivir durante todo 2015 en su tierra natal, debido a razones personales ("quiero que mi hija de siete años crezca allá, quiero estar más cerca de mis viejos", resume), pero también para materializar proyectos de su rubro que la distancia no permite.
En su ausencia, seguirá funcionando el taller que hoy le sirve de centro de operaciones, ubicado a una cuadra del río Este que separa a Brooklyn de Manhattan, donde hoy trabajan cuatro personas fijas y otras que van rotando según la agenda, y que, durante esta tarde de fines de mayo, muestra algunas instalaciones que exhibirá en el futuro inmediato, como la que ya comenzó el viernes 13 en el museo Guggen-heim de la ciudad, que reúne a artistas latinos y donde el chileno montará un carro de supermercado hecho con tubos fluorescentes.
El mismo proyecto que, hace casi una década, le pidió a Nutria que musicalizara, inaugurando precisamente esa faz que hoy lo tiene a las puertas de otros lanzamientos, como reeditar el debut de los reunidos Tobías Alcayota, las grabaciones del grupo punk Indice de Desempleo, los remixes del último trabajo de González y los temas que registró Emociones Clandestinas cuando aún se llamaban Fuerzas Especiales. Rescate a lo más profundo del rock chileno desde el otro lado del mapa.