"Estuvimos en guerra con Chile; si hubiéramos insistido, todavía hoy estaríamos peleando y llorando". Desde la cárcel federal de Campo de Mayo, donde cumple cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad, el ex dictador argentino Jorge Rafael Videla recuerda así la tensión vivida en 1978 por el conflicto del Canal Beagle con Chile. El testimonio del ex gobernante argentino (1976-1981) forma parte del recién publicado libro Disposición Final, del periodista Ceferino Reato, quien dedica casi un capítulo completo a ese episodio que culminó con la mediación del Papa Juan Pablo II.
El 2 de mayo de 1977 se conoció oficialmente el laudo arbitral de la Corona británica, que otorgó a Chile las tres pequeñas islas en disputa con Argentina: Lennox, Nueva y Picton. Este episodio hizo que las relaciones entre ambos países se deterioraran vertiginosamente entre mayo de 1977 y diciembre de 1978.
A comienzos de este último año tuvieron lugar dos reuniones reservadas entre Videla y Augusto Pinochet. La primera en la base aérea mendocina de El Plumerillo, el 18 de enero, y la segunda en Puerto Montt, el 20 de febrero. El gobernante argentino afirma que fue su par chileno quien pidió el primer encuentro. "Fue una reunión a solas, él y yo, nadie más. Pinochet comenzó dramatizando sobre la posibilidad de una guerra entre dos países que, dijo, tenían todo para ser complementarios. Yo le contesté que tampoco nosotros queríamos la guerra y que el rechazo del laudo apuntaba a crear las condiciones políticas para llegar a una solución pacífica, negociada. En un momento, Pinochet se levanta y va hasta un mapa que estaba colgado en una pared; vuelve y hace un croquis, traza una línea y me lo muestra: '¿Qué le parece?'. 'Me parece interesante', le dije. Es que la línea era de norte a sur y partía a dos de las islas, Evout y Barnevelt, la mitad del oeste para Chile y la mitad del este para nosotros. Repartía esos dos territorios. Era un avance, porque impedía que Chile tuviera proyección hacia el Atlántico. Agregué: 'En principio, me gusta por la dirección norte a sur, pero ¿cómo seguiría esta línea, cuál sería el comienzo y cuál sería el final?'. 'No avancemos, por ahora estas dos islas', me contestó". Paralelamente, negociadores de ambos países acordaron la creación de una comisión para intentar un acuerdo, que sería ratificada con la firma de un documento bilateral en Puerto Montt.
Videla viajó a Chile "muy confiado", pero se encontró con que Pinochet "había cambiado de idea", sostiene el libro. El ex dictador argentino recuerda así el episodio: "Lo primero que me dijo fue: 'El dibujo ése que yo le entregué y que firmamos los dos no va más. La Junta no lo acepta. Olvídese'. Me pareció un gran mentiroso porque el poder en Chile era él, la Junta no contaba. Y me informó que había alterado el programa del acto".
"(Pinochet) me planteó un problema: ¿Qué hacer? ¿Retirarme al frente de mi delegación y romper la posibilidad de una negociación que, más allá de ese discurso inesperado, había quedado plasmada en el documento firmado? Opté por una respuesta de circunstancia sobre la hermandad entre ambos países, la complementariedad comercial... Me pareció lo mejor: no quise romper todo. La comisión que me acompañaba se enojó conmigo; consideró ese discurso como una aflojada. Acá (en Argentina) también cayó muy mal: los comandantes se sintieron todos 'halcones'", sostuvo Videla.
El entredicho aceleró la escalada bélica. Videla asegura que "estuvimos en guerra". De acuerdo con el libro, a fines de 1978 la flota naval argentina ya navegaba hacia el Océano Pacífico, los aviones habían cambiado sus bases, patrullas del Ejército "operaban en territorio chileno" e, incluso, se había dispuesto el traslado en tren de miles de féretros. "Hubo un Día D, Hora H; ya habían sido determinados. La invasión sería el sábado 23 de diciembre. No queríamos que coincidiera con la Navidad", dice el ex dictador.
Según el libro, el general Luciano Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo, "sería la punta de lanza de una operación para partir por la mitad a Chile". El "Cachorro" era el más convencido de una rápida victoria. "Estaba obnubilado con Chile, quería la guerra a todo precio. Pensaba que sería un paseo militar, y decía: 'Salimos a las 5 de la mañana y a las 5 de la tarde estamos tomando el té con las chilenas en Valparaíso'", recuerda Videla.
El 21 de diciembre de 1978, en la cuenta regresiva para el inicio del conflicto, un funcionario de la Cancillería interrumpió una reunión entre Videla y los tres miembros de la Junta Militar. Traía un telegrama en el cual Juan Pablo II ofrecía el envío de "un emisario" para intentar una mediación. "¿Cómo llega ahora esta propuesta cuando la guerra ya está en marcha?", dijo el almirante Armando Lambruschini. "Las órdenes ya fueron dadas, no podemos volver atrás", lo respaldó el brigadier Orlando Agosti. El general Roberto Viola también se mostró molesto, pero menos que sus colegas.
"Dejé en claro cuál era mi opinión: una respuesta favorable al ofrecimiento del Papa, y di a entender que si decidían otra cosa, yo no seguía", sostuvo Videla. "Finalicé con una frase que no me olvido: 'Todo esfuerzo es poco con tal de no ir a la guerra'", agregó.
"A la mañana del día siguiente, el viernes 22 de diciembre, los tres comandantes , con total desagrado, me dijeron que aceptaban la propuesta del Papa", relató Videla. "Si de algo estoy conforme, fue de no haber ido a la guerra con Chile. De eso, me felicito todas las noches", señaló.