Aunque guarda esperanzas, el Banco Mundial anticipa que el mercado laboral vuelva a ser el factor más rezagado de la recuperación de la crisis por el coronavirus. En ese marco, su economista principal en Protección Social y Empleo, Truman Packard llama a Chile a poner atención a una de las debilidades que arrastra incluso previo a la pandemia: la falta de capacitación.
Desde el punto de vista del coautor del recientemente publicado informe “El Empleo en Crisis: Un camino hacia mejores puestos de trabajo en la América Latina Pos-COVID-19″, es complejo esperar que todos vuelvan a los mismo puestos trabajo, por lo que el Estado debe cumplir un rol importante en entregar la nuevas habilidades a la población, siempre en diálogo con las diversas industrias, de manera que se atienda a las necesidades del mercado laboral.
De hecho, en estos momentos el BM está trabajando con el Sence (Servicio Nacional de Capacitación y Empleo), precisamente en mejorar la función de la Oficinas Municipales de Intervención Laboral (OMILs), de manera que se atiendan algunas de sus debilidades, como puede ser la falta de inversión en la ayuda para la búsqueda de empleo.
¿Será nuevamente el mercado laboral el más rezagado en la recuperación de la crisis?
-Como hemos notado en el reporte, tiende a ser el parámetro que se recupera con más rezago. Una gran parte del análisis empírico del reporte se concentra en crisis en años anteriores y comparamos la recuperación después de crisis en los años ’80 y ’90, con la recuperación de crisis en las primeras décadas de este siglo.
Un cambio estructural bastante dramático fue que en la región las tasas de inflación habían bajado notablemente. Con la estabilidad monetaria, un margen de ajuste del mercado laboral se endureció, el margen del ajuste de precios, es decir, los salarios reales. Con esto, hay otros márgenes de ajuste para el mercado, no en precios sino en cantidades, eso es decir, horas de trabajo o empleos.
Aunque por esta crisis sin precedentes cualquier pronóstico se debe tomar con cautela, pensamos que un choque tan duro al mercado laboral, combinado con este factor de estabilidad monetaria que hemos tenido durante varias décadas en la región, puede hacer que otra vez el empleo sea el factor de más rezago en la recuperación.
Pero, cabe señalar que en muchos de los países, inclusive Chile, las tasas de participación en el mercado laboral estaban muy altas antes de la crisis. Las tasas de desocupación estaban muy bajas y los tiempos para la búsqueda de nuevos empleos eran muy cortos en relación a lo histórico. Por lo tanto, el mercado laboral estaba en una posición bastante saludable y de pronto llegó esta crisis, que es 100% exógena, es decir, surge de un facto plenamente externo. Con esa característica queda la esperanza de que puede haber una recuperación más acelerada, en lugar de lo que veríamos en una crisis con su raíz, por ejemplo, en el sector financiero.
¿Qué debilidad advierte en Chile de cara a la recuperación del mercado laboral?
-En Chile lo que más preocupa son las habilidades de las persona y que el gobierno ofrezca oportunidades de capacitación y así no dejar que haya desbalances en la oferta de algún tipo de trabajador.
Esto es más complejo en la crisis, por la inhabilidad de ajustarse a otras plataformas, otros canales de hacer el trabajo. Una cosa es tener un oficio que por su naturaleza demanda la presencia física, otra cosa es estar en un trabajo donde la necesidad de estar presente físicamente es por una limitación en mis capacidades, porque me faltó un curso, no estoy capacitado en computación, no conozco cuáles son los medios digitales, no hay cobertura de banda ancha... Esas son limitaciones que antes no les dábamos tanta importancia, ahora vuelven a ser aún más importantes.
¿Cuáles son las políticas a desplegar para enfrentar ese desafío?
-Es un campo en la política laboral que en el pasado se llamaba políticas activas. A mí no me gusta esa manera de describirlo, yo prefiero denominarlo apoyo a la búsqueda. Es todo lo que hacen las Omils, más el Sence, es decir, todo lo que es capacitación, apoyo, asesoramiento... es decir, la parte más débil de protección social.
Son pocos los países que han invertido en esos apoyos a la búsqueda, porque los gobiernos tienden a desarrollar un buen plan de seguro de cesantía, con algún subsidio para la gente que no logra aportes de forma regular, como si darle a la gente un apoyo económico fuera suficiente.
Lo que hemos aprendido es que la gente necesita ambas cosas, el apoyo económico para sostener su consumo durante la búsqueda, pero también mucha información, concejos y ayuda sobre cuáles son las habilidades y cuáles no, asesoramiento de cómo hacer la búsqueda, cómo presentarse... Hay algunos países que ya hacen esto, como Dinamarca, Holanda y Australia.
Lo que es notable, con las últimas cifras entregadas por el gobierno de Chile a la OCDE, es lo poco que Chile gasta de su presupuesto público en servicios de apoyo a la búsqueda de empleo. Esta crisis ha mostrado cuán importante es hacer esa inversión.
¿La inversión en esta área puede tener resultados en el corto plazo?
-Depende. Hay muchos grupos que lo único que necesitan es una actualización corta, un curso básico que les pueda orientar en la modernización de algunos conceptos. Puede que el oficio que se tiene todavía sea una necesidad en el mercado, por lo que quizá solo requieren de una certificación formal de una habilidad que ya tienen y que ya aprendieron a lo largo de su carrera.
Lo más importante es que haya un sistema público de capacitación que vincule muy estrecha y activamente el sistema de oferta de cursos y la demanda del trabajo. Las empresas tienen que dar información sobre lo que están buscando.
En muchos países no hay vínculo entre el sistema Sence que ofrece el gobierno y el sector privado, pero los países donde los periodos de búsqueda son los más cortos, son los que tienen sistemas de capacitación y servicios de apoyo a la búsqueda que son informados por la industria, que al fin y al cabo son las que están buscando a los trabajadores.
Para industrias, donde por factores de cambio tecnológico o cambio climático ya no son viables, como en muchos países la minería, transitar a muchos mineros que están en sus 40 o 30 años a hacer algo que es totalmente distinto sí toma mucho tiempo y mucha inversión. Sin embargo, actualizar la capacidad de ingenieros, de plomeros, de agricultores, no debería requerir tanto.
¿Qué tan relevante es para el BM es que se mantenga la ayuda social a los trabajadores en el mediano plazo?
-Es totalmente clave. Las crisis son choques sistemáticos, entonces todo el mundo está sufriendo lo mismo y los seguros privados no funcionan, por lo tanto, la necesidad de un seguro social es muy alta.
Yo diría que los sistemas de seguro social que son neutros, en cuanto a cómo trabaja la gente y dónde, son los más resilientes. Ajustes en el mercado laboral, tránsitos en el mercado laboral, cambios en los oficios de las personas son una parte del mundo. No podemos volver a un mundo donde todas las personas tendrán el mismo oficio.
Habrán cambios de un trabajo a otro, de un sector a otro y esos cambios muchas veces son empujados por las crisis. Pero la necesidad de ayudarle a la gente a transitar de un oficio a otro, de un sector a otros, de una habilidad a otra, es una constante.
¿Les preocupa el aumento de la informalidad en Chile y la precarización que esta conlleva?
-Es claro que el trabajo en la economía informal es por naturaleza más precario, pero una cosa interesante es que una dimensión de precariedad es la exposición a siniestros, lo que en el marco de la pandemia puede ligarse al trabajo en persona en lugar de trabajo remoto. Si yo tengo una ocupación que me obliga a estar presente físicamente, por la naturaleza de esta pandemia yo estoy asumiendo más riesgo que una persona que tiene la capacidad, por la naturaleza de su trabajo u oficio de poder hacerlos a distancia, por plataformas digitales.
Aunque la informalidad sigue siendo una dimensión importante, esta crisis introduce una nueva precariedad, por el hecho de que ellos sí o sí están expuestos a más riesgos en relación a todos los demás que podemos estar en casa.
Eso es importante, porque en mucha política laboral hay premios por la toma de riesgos. Hace décadas pagábamos un monto más a ciertas industrias donde los trabajadores asumían más riesgo. Los mineros o los trabajadores del ferrocarril, por ejemplo, tenían planes de pensiones distintos, sistemas de protección distintos.
Está surgiendo un debate sobre la política laboral, una nueva definición acerca de qué es el trabajo precario, no solo por el hecho de ser formal o informal, sino el riesgo al que la persona está expuesto.