“Enfermeras/os UCI para refuerzo por contingencia”, “Tens UCI en RM para reconocido hospital”, “Médicos con experiencia en Unidad de Cuidado Crítico” son algunos de los títulos que más se repiten en los portales de búsqueda de trabajos tanto públicos como privados. Y es que, según explican en los distintos recintos de salud -principalmente de la capital-, el rebrote de Covid-19 ya está tocando la puerta de hospitales y clínicas. ¿El problema? Si durante la primera ola se dudaba de los recursos físicos disponibles para atender a los pacientes, como las máquinas de ventilación invasiva, ahora la inquietud es otra: el personal sanitario que escasea. Ya sea por ausentismo, asociado al desgaste de un año de pandemia, o porque no se consiguen funcionarios capacitados específicamente para trabajar en las unidades intensivas.
Las cifras ilustran lo que ocurre al interior de los prestadores de salud. Si durante 2018 el índice de ausentismo laboral era de 24,2 días de licencia médica al año por cada funcionario, y pasó a 25,5 días en 2019, en 2020, empujado por la pandemia, el valor promedió 30 días de baja por cada trabajador, según los datos que maneja Redes Asistenciales. Solo en el sector público la red de establecimientos hospitalarios cuenta con una dotación efectiva que asciende a 142.518 personas. Y de ese total, un 22% presentó licencias médicas entre marzo y diciembre de 2020, lo que corresponde a 32.121 trabajadores.
Frente al rebrote, con varios funcionarios con síndrome de Burnout a cuestas -agotamiento extremo, por causa laboral-, la brecha de personal aún se mantiene y los recintos médicos están saliendo a buscar, pues las próximas cuatro semanas se avizoran como “críticas” en cuanto a la ocupación. De hecho, el subsecretario de Redes Asistenciales, Alberto Dougnac, adelantó ayer a La Tercera que durante las próximas semanas la demanda Covid-19 en unidades intensivas crecerá en al menos 300 pacientes, lo que obligará a un aumento de camas superior al ya alcanzado.
Personal “altamente calificado”
En las últimas semanas, los llamados y concursos privados y públicos que han desplegado los centros de salud solo han logrado, en parte, llenar las vacantes que se requieren. No solo porque la competencia es dura entre los propios recintos, sino porque, además, el personal que viene de un año muy complejo es escaso.
Uno de los prestadores privados que más funcionarios críticos requiere es la Clínica Indisa. Para alcanzar su capacidad histórica instalada durante la pandemia -102 camas UCI-, su director médico, el doctor Rodrigo Castillo, advierte que están en esta frenética búsqueda de personal calificado. “El personal de salud a tiempo completo no existe en este minuto, y si lo encontramos, es porque lo estamos ‘levantando’ de otros prestadores”, explica.
Castillo añade que “son camas que requieren más recursos humanos, es más complejo, y tienen un problema de ausentismo mayor. Al mismo tiempo que la dotación de cesantes en esta área es baja, pues en este momento la gente calificada -como enfermeras o tens UCI- se contrata relativamente rápido”. A su parecer, son los técnicos en enfermería y las enfermeras los cargos más difíciles de encontrar, más aún si se busca con mención en medicina intensiva. Por otro lado, los profesionales dedicados a la kinesiología son más fáciles de hallar. Y en Indisa, Castillo asevera que la brecha de ausentismo hoy está entre un 16% y 18%, dependiendo de la unidad que se mire.
Un panorama similar muestra el Hospital Clínico de la Universidad Católica. El director médico del recinto, doctor José Ignacio Rodríguez, describe que un problema que han identificado es que “formar una enfermera o enfermero para desempeñarse en cama crítica requiere de tiempo e instrucción. Es un hecho que todos los recintos de salud están buscando personal, y muchas veces encontramos gente más joven, con no mucha competencia, que se encuentra con niveles de actividad y complejidad que les cuesta manejar. Y algunos han tenido una duración en el cargo bastante breve”.
Allí, Rodríguez comenta que el ausentismo es mayor: si en épocas normales rondaba en un 12%, la cifra ha crecido en más de 11 puntos porcentuales, a 23%. “El reclutamiento de personal en estos momentos no se está haciendo por llamados masivos, se hace por llamado directo, boca a boca. La velocidad con la cual se requiere el personal hace poco práctico que haga llamados en un concurso”, precisa.
Natalia Siervo, subdirectora médica de la Clínica Universidad de los Andes, agrega que “estamos contratando personal, pues no hay otra forma de habilitar camas UCI, que son intensivas en personal calificado. Parte de estas plazas las hemos cubierto trasladando a profesionales desde otras unidades, pero nuevamente, a la hora de reemplazar a esas personas en sus unidades de origen, nos hemos enfrentado a una tremenda escasez de personal capacitado con experiencia”.
Siervo agrega que han tenido concursos que no alcanzan a llenar los cargos necesarios. “Sí, nos ha ocurrido. Ha sido difícil llenar vacantes, debido a la complejidad de una unidad de intensivo, que requiere del personal más calificado dentro de una clínica”.
En la Clínica Universidad de los Andes, en los dos años previos a la pandemia tenían una tasa de ausentismo del 7,2%. “Ahora tenemos una de 9,6%. Esto es un 33% de crecimiento. Creemos que ese porcentaje podría haber sido incluso más alto de no mediar las medidas de protección al riesgo de contagio y, especialmente, las acciones de contención emocional que se han implementado y que permiten que áreas como la UTI y la UCI tengan una tasa de 6,1% de ausentismo”, agrega Siervo.
Reentrenar funcionarios y contratar
En el Hospital Clínico de la Universidad de Chile la estrategia ha sido doble: buscar, a través de una empresa externa nuevos profesionales. Y a la vez reconvertir a staff estable de otras unidades. “Hemos tenido que buscar empresas externas para aumentar la cantidad de personal disponible. Y desde el punto de vista de los equipos médicos, también tiene sus complejidades el reconvertir a gente de otros sectores”, explica el jefe de la Unidad de Paciente Crítico, Eduardo Tobar.
Allí, la realidad es que el índice de ausentismo de un año a otro subió del 8% al 28%, con un marcado aumento de las licencias atribuibles a patologías de salud mental tras un año de trabajo en pandemia. Respecto de la reconversión de camas, Tobar admite que “deberíamos llegar a 60. Esperamos, tal vez, de aquí al lunes, llegar, ojalá, a 52. Se ve difícil llegar a los 60 -su máximo instalado en la primera ola-, pero es una decisión que tiene que liderar la institución. Nosotros ayudamos contando cuánta gente se necesita y en qué roles. Actualmente, entre médicos, enfermeros, enfermeras y técnicos, necesitamos entre 80 y 120 personas más para lograr llegar a las 60 camas”.
En el Hospital Metropolitano, un recinto habilitado durante la pandemia para operar únicamente como centro asistencial Covid-19, la situación es diferente: no hay personal de “otras áreas” que se pueda reconvertir a una unidad intensiva. Ello ha implicado que las contrataciones de nuevo personal no han cesado desde que se aperturó. “Seguimos contratando personal para completar la dotación total del establecimiento, que ha crecido de manera progresiva. Ya cumplimos nuestro compromiso de cupos ventilatorios (120 camas UCI). Tenemos pendiente abrir 19 camas UTI, esperamos poder lograr cumplir con este compromiso próximamente. Y además, abriremos seis cupos UCI adicionales a lo comprometido durante la próxima semana”, explica la subdirectora médica del recinto, doctora Marjorie Treuer.
Si bien en Clínica Alemana ya alcanzaron las 62 camas UCI “tope” en reconversión, el jefe de la Urgencia, Rodrigo Rosas, advierte que se necesitará de igual forma más personal, pues “la demanda asistencial está siendo muy alta. A diferencia de la primera ola, no solo estamos atendiendo a los pacientes Covid, sino que cerca de la mitad de los requerimientos de camas críticas proviene de pacientes con patologías no Covid, es decir, accidentes, infartos, ACV y otras patologías”.
Para ello, Maritza Navea, directora de Enfermería de la Clínica Alemana, explica que se ha impulsado la formación de enfermeras de las unidades de intermedio para que adquieran herramientas para desempeñarse en las UCI a la vez que se perfecciona a profesionales de las áreas médico-quirúrgico para que cubran las unidades menos complejas. “Eso nos dio la posibilidad de ir escalando a las enfermeras y auxiliares para cubrir los requerimientos”, dice Navea.