Columna de Moisés Naím: ¿Cuál es el mayor “boom” económico del mundo?
Ni China, ni ningún país asiático. El campeón mundial será Guyana.
Por Moisés Naím, analista venezolano del Carnegie Endowment for International Peace
¿Qué economía va a crecer más rápido en los próximos años? Trate de adivinar. Tal vez esté pensando en Vietnam, que ha venido llevándose la cuota de mercado de una China venida a menos por su mala respuesta a la crisis del Covid. O en el campeón africano del crecimiento, Ruanda, cuya economía se ha quintuplicado desde 1995. O Bangladesh, cuyo sector exportador es el catalizador del mayor boom de Asia.
No es ninguno de ellos. El campeón del crecimiento económico mundial en los próximos años será Guyana. Esta diminuta franja de selva tropical, en la costa norte de Sudamérica de la que apenas se oye hablar, está en medio de un boom petrolero de proporciones difícilmente imaginables.
Desde 2015, Guyana ha liderado el mundo en descubrimientos de petróleo en alta mar, con 11.200 millones de barriles nuevos descubiertos, casi un tercio de todos los nuevos descubrimientos de petróleo en el mundo. Los investigadores de la consultora Nexus Group prevén que el país se convierta en unos años en uno de los cinco principales productores de petróleo en alta mar del mundo, dejando atrás a países como Estados Unidos, México y Noruega.
Para mediados de la próxima década, se estima que Guyana producirá más petróleo per cápita que cualquier otro país del mundo. Los ingresos petroleros del gobierno podrían ascender a 21.000 dólares por habitante, casi el doble del PIB per cápita de hoy.
Este año la economía de Guyana podría crecer un 58%, una cifra exorbitante. El PIB petrolero podría crecer un 30% al año entre 2023 y 2026. El que fue hasta hace poco uno de los países más pobres de América ya sobrepasó el promedio mundial de ingreso per cápita y el boom apenas comienza.
Lo que es una buena noticia para Guyana podría parecer una mala noticia para el clima, pero no es así. La intensidad de emisiones del petróleo de Guyana -es decir, la cantidad de carbono liberada por barril producido- es sólo la mitad de la media mundial, y sigue disminuyendo. Si el petróleo guyanés desplaza al de sus competidores, el de Guyana podría ser un boom petrolero que hace caer las emisiones de carbono.
Pero ¿esta bonanza ayudará realmente al pueblo guyanés? No necesariamente. El país se está enriqueciendo, pero muchos de sus habitantes siguen siendo pobres. Ocupa el puesto 108 de 191 países en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU. La Unidad de Inteligencia de The Economist la clasifica como una “democracia defectuosa”: las elecciones son competitivas, pero no siempre limpias. Un conflicto electoral en 2020 dio lugar a un duro enfrentamiento que duró meses y desencadenó varias olas de violencia entre los partidarios de un bando y de otro.
La tensión étnica ha definido durante mucho tiempo la política en un país dividido demográficamente por el legado del imperio británico: el 40% de los guyaneses tienen ancestros que vienen de India, el 30% de África, mientras que el 10% son indígenas y el 20% restante es mestizo. Los guayaneses tienden a votar por bloque étnico, cosa que rara vez va de la mano con la estabilidad política. Y la corrupción, por desgracia, está sumamente arraigada.
Por décadas hemos visto cómo los booms petroleros casi siempre terminan mal. Grupos rivales luchan ferozmente por el control de las rentas petroleras en lugar de trabajar juntos por un futuro mejor para todos. El fenómeno es tan común que tiene su propio nombre: la maldición de los recursos. Vistas sus divisiones étnicas y su historial de corrupción, Guyana marca dos casillas clave en la lista de señales de riesgo de caer en la maldición de los recursos. ¿Será que los guyaneses podrán eludir este destino?
Tal vez sí, porque también cuentan con un par de ases bajo la manga: por muy defectuosa que sea, la de Guyana es una democracia, y esto ayuda a inocular a los pueblos contra la maldición de los recursos. Y la enorme magnitud de la bonanza petrolera que se avizora en Guyana, junto con su diminuta población, podrían hacer posible satisfacer a todos sin tener que entrar en empobrecedores conflictos por el botín petrolero.
Sin una gestión política sabia y prudente, la riqueza petrolera puede fácilmente convertirse en una desgracia. Ojalá que los líderes de Guyana sepan evitar ese triste destino.
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