Pabellones, salas de recuperación y hasta unidades pediátricas albergaron camas UCI durante la primera y segunda ola de la pandemia del Covid-19. Y es que ante la emergencia y las altas tasas de ocupación hospitalaria, todo espacio donde fuera técnicamente factible instalar un cupo de internación fue utilizado.
Así, la red integrada público-privada pasó de una dotación base de 1.313 camas en marzo de 2020, a un peak de 3.216 camas habilitadas cuatro meses después.
Este año, y con una ola más agresiva impulsada por las nuevas variantes en circulación, las cifras alcanzaron los nueve mil contagios diarios y la ampliación debió ser mucho mayor para cubrir la demanda de pacientes agravados por la enfermedad: el 7 de mayo la red llegó a 4.544 cupos UCI, con 2.621 de estas plazas ubicadas en la Región Metropolitana.
Desescalada
Los números reflejan hoy que la situación es radicalmente distinta. La red asistencial cuenta con 3.097 cupos habilitados: 119 menos que en el peak alcanzado durante la primera ola y un 31,8% menos respecto de la máxima capacidad lograda este año. A nivel nacional, los pacientes Covid-19 en las Unidades de Cuidados Intensivos representan apenas el 32% de los internados totales, y solo las regiones de Antofagasta (85%), Valparaíso (92%) y Metropolitana (86%) cuentan con una ocupación por sobre el 80%.
El coordinador de la red integrada, Luis Castillo, detalla que a mediados de julio comenzaron a desarmarse las primeras unidades críticas. Aunque por ahora, y ante la posibilidad de un rebrote del virus, el plan es que la red se estabilice “entre 2.800 y 3.000 camas”.
El intensivista explica que la capacidad de reducción de camas es limitada. Primero, porque pacientes con otras patologías distintas al Covid-19 han comenzado a llenar estas unidades, y segundo, debido a que “estamos resguardando una capacidad de backup en caso de una mayor necesidad en las próximas semanas, pese a que lo esperable es que el número de pacientes Covid-19 siga disminuyendo, así como el número de personas que requieren de un ventilador mecánico. Si hoy tenemos 800 pacientes, lo que se proyecta es que en los próximos 15 días tengamos entre 500 y 600 internados en UCI”.
De hecho, en los últimos días el ingreso promedio a UCI de pacientes con la enfermedad es de apenas 33, mientras que en el peak la red integrada debía absorber hasta 237 diarios.
Considerando los 260 casos de variante delta confirmados por Salud, el facultativo advierte que, según la información que han compartido con autoridades y médicos de otros países, en los lugares con alta tasa de vacunación donde se disemina esta variante “aumenta la tasa de consulta y la enfermedad leve, pero la tasa de internación en UCI no se modifica mayormente”.
Un caso que desde el Minsal miran con atención, ejemplifica Castillo, es la diseminación de delta en el estado de Ohio, EE.UU., donde existe una baja cobertura de inmunización. “Acá ya tenemos casos de delta comunitarios, pero no ‘desbordados’. El plan de inmunización, a fin de cuentas, está siendo el gran protector a nivel poblacional. Y si, teóricamente, se pudiera partir con la vacunación de los niños a fines de este año, el reservorio del virus se acotaría a una población pequeña de rezagados no vacunados”, asevera.
Paciente Covid en UCI: no vacunados y con comorbilidades
En el sector privado, Clínica Indisa es uno de los prestadores de salud que más camas UCI reconvirtió en medio de la emergencia. El jefe de la Unidad de Paciente Crítico, Sebastián Ugarte, señala que la realidad particular en sus camas es que “la proporción de pacientes críticos con coronavirus no va más allá del 30%. Hemos disminuido la cantidad de camas que en un momento llegamos a tener utilizando pabellones y camas de pediatría”.
El perfil de quien enferma con el virus, describe, corresponde principalmente a “no vacunados, tanto hombres como mujeres. También tenemos en menor proporción a pacientes vacunados, pero ese perfil corresponde a adultos mayores, con inmunodeficiencias o enfermedades crónicas. No tenemos, por ejemplo, vacunados jóvenes y sanos”.
La estadía de cada uno de ellos depende. Ugarte afirma que aún existen pacientes graves, internados hace varias semanas, cuando las cifras de contagios no eran auspiciosas. “En este momento el promedio de hospitalización es de 10,5 días en las unidades críticas, pero los pacientes graves que permanecen por varias semanas están asociados a fallas renales, trombosis, entre otros. Hemos tenido casos internados hasta por 100 días”, comenta.
Darwin Acuña, presidente de la Sociedad de Medicina Intensiva (Sochimi), coincide con Ugarte en que “hay un perfil de paciente con factores de riesgo como obesidad y patologías crónicas, que ingresan a UCI de igual forma con vacuna o con su esquema parcial, por eso el llamado es a no relajarse, pese a las buenas cifras”.
Según los reportes de los distintos intensivistas del país, Acuña señala que se mantiene la tendencia en torno al 30% de internados por el virus. ¿El resto? Son pacientes que, por la reactivación de las cirugías, requieren recuperación en UCI, además de infartos, accidentes cerebrovaculares y traumas por accidentes.
“Para nosotros que estamos en la UCI sabemos que hay una cantidad de pacientes que permanentemente van a estar ocupando camas por Covid-19, porque siempre va a llegar alguno que otro agravado. No creo que en algún minuto lleguemos a cero pacientes internados, porque tampoco sabemos aún el comportamiento de delta en Chile, tanto en pacientes no vacunados y vacunados. Sin embargo, algo que es claro es que esta reducción de los casos y de la ocupación crítica es efecto de la vacuna, aunque siempre se debe tener en cuenta que más allá de contagiarse o no, el objetivo principal es no enfermar gravemente”, explica el médico intensivista.