El negocio de los rescates por secuestro está en auge en el norte de Nigeria y las escolares son su mayor commodity. Justo antes de la medianoche el 11 de marzo, hombres armados entraron un colegio a unos 274 metros de una academia de entrenamiento militar en el estado de Kaduna y secuestraron a una docena de estudiantes desde sus dormitorios. Les tomó menos de 12 horas a los captores emitir lo que ahora es una demanda familiar, mediante un video borroso que se publicó en Facebook.
“Ellos quieren 500 millones de naira”, dijo uno de los rehenes aterrorizadas del Colegio Federal de Silvicultura, sentada sin polera en un claro del bosque. Lo que pedían es el equivalente a alrededor de US$ 1 millón. Hombres enmascarados empuñando Kalashnikovs se paseaban entre los 39 estudiantes, en su mayoría mujeres jóvenes, y luego comenzaron a golpearlos con látigos.
“Nuestra vida está en peligro”, gritó una mujer. “Solo denles lo que ellos quieren”.
El 13 de marzo, el Ejército nigeriano frustró un intento de secuestrar a 300 estudiantes más en un internado a menos de 50 millas de distancia. Al día siguiente, había niños entre un grupo de 11 personas secuestradas en la ciudad de Suleja, en el estado de Níger en Nigeria.
Este fue solo un fin de semana en lo que se ha convertido en un negocio rutinario y brutal en el país más poblado de África. Desde diciembre, bandas criminales fuertemente armadas han secuestrado y liberado a más de 800 escolares, golpeando a Nigeria y provocando llamados a la acción urgente del gobierno de Estados Unidos, la Unión Europea y el Papa Francisco. Cientos de campus escolares han sido cerrados en cuatro estados por temor a más ataques, dejando a cerca de 15 millones de niños nigerianos sin escolarizar, más que en cualquier otro país del mundo.
“El secuestro por rescate se ha normalizado e institucionalizado tanto que ahora lleva la marca de una empresa legal”, dijo Bulama Bukarti, analista de seguridad y columnista del Daily Trust, el principal diario del norte de Nigeria. Es aún más lucrativo, “especialmente cuando se trata de niños”, dijo.
La ola de crímenes violentos de Nigeria está ampliando un arco de inestabilidad que se ha extendido a tres de sus países vecinos: Níger, Camerún y Chad. Los secuestradores se han beneficiado de las armas que se llevan al sur desde Libia devastada por la guerra a través de Níger y la frontera de Nigeria.
Un ex secuestrador, Auwal Daudawa, que se entregó al gobierno a cambio de una amnistía, dijo el mes pasado que comprar armas en el norte del país era ahora como “comprar pan”.
En el noroeste del país, bandas criminales realizan secuestros, explotando al ineficaz gobierno y la débil presencia de seguridad. Están dominados por pastores nómadas del grupo étnico Fulani, que han estado peleando con los agricultores por el acceso a las tierras de pastoreo para su ganado. Los enfrentamientos se han vuelto cada vez más violentos y unas 4.000 personas han muerto en combates desde 2015, según SBM Intelligence, una firma de riesgo político con sede en Lagos. Durante el fin de semana, una banda criminal intentó asesinar a Samuel Ortom, el gobernador del estado de Benue, quien ha expresado su apoyo a los agricultores contra los pastores.
Los bandidos, como se les llama en Nigeria, se han vuelto sofisticados y bien armados, utilizando el denso bosque Rugu -que se extiende por cuatro estados nigerianos y varios cientos de millas cuadradas- como escondite y base desde donde lanzan ataques y luego mantienen a los rehenes ahí.
En el noreste, Boko Haram, cuyo nombre se traduce aproximadamente como “la educación occidental es pecaminosa”, comenzó los ataques a las escuelas después de declarar la guerra al estado nigeriano en 2009. El grupo yihadista ha secuestrado a miles de escolares para aterrorizar a las comunidades y obligar a los niños y niñas a estar en sus extensos campamentos.
El secuestro masivo que llamó la atención internacional fue el infame secuestro de 276 colegialas de la ciudad de Chibok por Boko Haram en 2014, lo que encendió la campaña global #BringBackOurGirls (devuelvan a nuestras niñas).
Más de 100 de esos rehenes fueron liberados en dos intercambios en 2016 y 2017 por un canje de prisioneros y un rescate de 3 millones de euros, o alrededor de US$ 3,6 millones, según funcionarios del gobierno y personas involucradas en las negociaciones. El grupo tiene como objetivo crear un califato y es responsable de la muerte de más de 37.000 personas desde 2009, según el Consejo de Relaciones Exteriores, un grupo de expertos con sede en Washington.
Los funcionarios de seguridad nigerianos han alertado de que hay nuevas señales de integración entre el grupo terrorista y las redes criminales.
Boko Haram publicó un video en el que se atribuye el crédito del secuestro de 344 niños de una escuela en Katsina en diciembre. Funcionarios del gobierno dijeron que grupos criminales llevaron a cabo el secuestro y Boko Haram no jugó ningún papel, pero personas familiarizadas con las negociaciones y analistas de terrorismo dijeron que el papel del grupo terrorista fue más significativo.
Una persona familiarizada con las negociaciones de rehenes dijo que el líder de Boko Haram, Abubakar Shekau, el hombre más buscado de África con una recompensa por parte de Estados Unidos de US$7 millones por su cabeza, envió emisarios a trabajar con grupos de bandidos para ayudar a planear más ataques y aumentar la recompensa por cada secuestro, utilizando el miedo que genera Boko Haram a inducir el pago.
“Hemos establecido que los yihadistas están aquí”, dijo Yusuf Anka, un analista de conflictos con sede en Zamfara. “Se están insertando y deben tomarse medidas rápidamente”.
Shekau, quien juró lealtad al Estado Islámico en 2014 y luego se separó del grupo en 2016 por disputas teológicas, ha estado cultivando alianzas con grupos criminales, lo que le daría a su organización la capacidad de llevar a cabo ataques terroristas en una geografía más amplia. En mensajes de video recientes, Shekau afirmó que Boko Haram tiene células en el noroeste y parecía dirigirse a posibles nuevos reclutas en el idioma regional fulani.
Los funcionarios de inteligencia nigerianos dicen que Boko Haram no es el único grupo terrorista que busca explotar el vacío de poder de la nación, y dicen que el capítulo del Estado Islámico de Nigeria y la filial de Al Qaeda, Al Ansaru, también están tratando de cerrar acuerdos de cooperación con grupos de bandidos.
La fusión del bandidaje y el terrorismo en el norte de Nigeria está magnificando una inestabilidad que ahora se extiende desde la región del lago Chad a través de los desiertos del Sahel y el Sahara y hasta Libia.
El general Stephen Townsend, jefe del Comando de África de Estados Unidos, dijo al Congreso el año pasado que el Estado Islámico y Al Qaeda estaban activos en el Sahel y que se había quintuplicado la actividad terrorista en la región. Los ataques contra civiles han creado cientos de miles de refugiados.
Atrapados entre los secuestradores y un gobierno cada vez más conflictivo están los civiles, que solo quieren que sus familiares vuelvan ilesos.
“En este momento es difícil ver una manera de detenerlo”, dijo Fulan Nasrullah, un analista de terrorismo que ha asesorado a funcionarios del gobierno sobre los secuestros. “Si no pagan el dinero, están dispuestos a matar a los niños”.
El Presidente Muhammadu Buhari, un exgeneral que ganó elecciones consecutivas con la promesa de restaurar la seguridad, dijo recientemente que la región enfrenta una profunda crisis y ha instado a los gobernadores regionales a dejar de pagar rescates.
Nasir El-Rufai, gobernador del estado de Kaduna, donde ocurrió el secuestro de la escuela forestal, ha prometido públicamente que no pagará rescates para liberar a los rehenes, lo que preocupa a las familias de las víctimas.
“Deben pagar el rescate”, dijo Lovina Odige, cuyo hermano está entre los rehenes. “Si estos estudiantes fueran hijos del gobernador, él haría todo lo posible para recuperarlos”.
No ha habido más comunicación pública desde que se publicó el video un día después del secuestro. El lunes, más de una semana después del cautiverio de los estudiantes, cientos de padres y estudiantes se reunieron en el campus de la universidad para exigirle al gobierno que hiciera todo lo necesario para traer de vuelta a los rehenes.
“Hemos visto este tipo de eventos desagradables en los estados de Katsina, Zamfara y Níger y rápidamente los gobiernos actuaron y garantizaron el rescate seguro y oportuno de las víctimas, entonces, ¿por qué nuestro caso es diferente?” dijeron los padres en una declaración escrita. “¿Por qué nuestros niños inocentes deberían pagar por el fracaso del gobierno en brindar seguridad a la vida y la propiedad?”
El gobierno federal ha prometido nuevas y radicales medidas de seguridad para combatir la violencia. A principios de este mes, el gobernador del vecino estado de Zamfara, Bello Matawelle, anunció un despliegue de 6.000 soldados federales para atacar los campamentos de bandidos en el bosque de Rugu. El gobernador también anunció la prohibición de que más de una persona viaje en moto, que es el medio de transporte preferido por los forajidos.
Los esfuerzos anteriores para prohibir las motos en el noreste, donde Boko Haram las ha utilizado para redadas y ataques suicidas, no han tenido éxito, ya que muchas personas dependen de ellas para el transporte.
También a principios de este mes, Buhari anunció una zona de exclusión aérea sobre el estado de Zamfara (los funcionarios de seguridad dicen que aviones ligeros han volado hacia el norte con armas para los bandidos) y dijo que cualquier persona que sea vista con un arma en el bosque de Rugu recibiría un disparo.
El giro hacia una política militarizada se produce después de que varios gobernadores locales respaldaran una amnistía y un diálogo con grupos criminales liderados por los llamados bandidos arrepentidos. Algunos rehenes han sido liberados después de un intercambio de prisioneros, dinero o suministros como vehículos.
En el centro de la política de mediación se encuentra el jeque Abubakar Gumi, un destacado clérigo islámico del norte de Nigeria que se designó a sí mismo como negociador que trabaja para asegurar la liberación de las víctimas de secuestro. Gumi sostiene que el 80% de los bandidos podrían verse obligados a deponer las armas mediante el diálogo y las amnistías para abordar sus quejas, una afirmación que ha sido recibida con escepticismo en gran parte de Nigeria.
El gobernador del estado de Níger, Abubakar Bello, dijo este mes que la política había fracasado en gran medida, ya que algunos de los delincuentes utilizaron dinero del gobierno para “comprar más armas”.
El secuestro y rescate de 279 niñas de la escuela secundaria Jangebe en el estado de Zamfara el mes pasado es un caso de estudio sobre el nuevo modelo de negocio violento que ahora opera en el noroeste de Nigeria.
Poco después de la medianoche del 26 de febrero, Habiba Ilyasu, de 15 años, se despertó con el sonido de disparos cuando decenas de hombres fuertemente armados irrumpieron por las puertas del campus. Habiba y sus compañeras de clase fueron acorraladas en filas por los hombres armados, y en minutos se vieron obligadas a marchar hacia el bosque Rugu en una larga columna.
“Cuando disminuíamos la velocidad, uno de ellos corría hacia atrás para golpearnos con la rama de un árbol”, dijo Habiba. “Estaba descalza. Solo cinco de nosotras teníamos pantuflas”.
El grupo caminó durante horas más adentro del bosque, sus pies y tobillos quedaron lacerados por el terreno accidentado.
A unos 160 kilómetros de distancia, en la residencia de Matawelle, el gobernador de Zamfara, los funcionarios trataron frenéticamente de deducir cuál de los innumerables grupos criminales de la región se habían llevado a las estudiantes y esperaron a que se pusieran en contacto.
Matawelle, quien había encabezado una política de amnistía que ofrecía dinero y vehículos a los bandidos arrepentidos, había aparecido en la radio local meses antes para dar un número de línea directa para que los bandidos llamen.
Después de dos días, llegó un mensaje de los hombres armados que sostenían a las niñas Jangebe.
De vuelta en el bosque, Habiba y sus compañeras de clase volvieron a caminar a punta de pistola. Notaron que muchos de sus captores eran apenas mayores que ellas. Los secuestradores les ofrecieron comida, pero le arrojaron arena a los alimentos. Se negaron a darles agua, por lo que se vieron obligadas a cavar con las manos y chupar tierra húmeda. “Bebimos directamente del suelo, como lo hacen las vacas”, dijo.
Cuando el grupo se detuvo, los hombres armados llevaron a otro grupo de siete rehenes y Habiba reconoció a su padre, que estaba atado y con los ojos vendados. Tres meses antes, cuatro miembros de la familia de Habiba habían sido secuestrados de su aldea por la misma banda criminal que irrumpió en su escuela. Habiba comenzó a llorar al ver a miembros de la familia que pensaba estaban muertos.
“Me sorprendió”, dijo Habiba. “Comencé a llorar, pero mi hermana mayor, Raliya, me dijo que me callara porque los bandidos me iban a golpear”.
Horas más tarde, podía acercarse de forma segura a su padre, que todavía tenía los ojos vendados y no sabía que ella estaba allí. Había sido herido en el hombro y la sangre se filtraba por su camisa. “Baba”, dijo Habiba que le susurró. “¿Es mi Habiba?”, respondió.
Su padre dijo que los secuestradores sospechaban que la familia pertenecía a una milicia civil que había intentado resistir y le dijo que no revelara la aldea de su familia.
Pronto se separaron, ya que Habiba y las chicas Jangebe fueron trasladadas a otro lugar.
Las alumnas no lo sabían, pero las conversaciones para asegurar su libertad estaban avanzando. El equipo de mediadores del gobernador de Zamfara, liderado por dos bandidos arrepentidos que alguna vez fueron secuestradores de alto rango, estaban negociando un acuerdo de dinero y un intercambio de criminales detenidos en las cárceles locales con representantes de los secuestradores, según una persona familiarizada con las conversaciones . Una delegación viajó en moto al bosque y se reunió con los negociadores de los secuestradores.
Dos días después, Habiba y otros tres rehenes vieron a los secuestradores disparar sus rifles al aire en celebración. “Dijeron que era porque se había pagado un rescate y que ahora podíamos irnos a casa”, dijo.
Las autoridades de Zamfara niegan haber pagado un rescate.
Cuando Habiba llegó a casa, les explicó a su madre y a su tío que su padre y su hermana estaban vivos. El gobernador de Zamfara prometió intervenir para resolver el caso. Diez días después, ellos también fueron puestos en libertad.
“Volveré a la escuela una vez que sea seguro”, dijo Habiba. “Pero los secuestros tienen que terminar. Están sucediendo en todas partes aquí, todos los días, a todos”.