A una semana de haber asumido como rey, Carlos III ya ha protagonizado una serie de polémicas, desde su enojo por la tinta de una lapicera, hasta porque su escritorio no había sido desocupado. Pero ahora las controversias van más allá y ya se dio a conocer que decenas de empleados de Clarence House (la residencia real ubicada en el Mall, la calle que une el Palacio de Buckingham con Trafalgar Square y en la que desde 2003 vive el ahora monarca) han recibido avisos de despido en momentos en que las oficinas del soberano y su esposa se trasladan al Palacio de Buckingham después de la muerte de la Reina Isabel II.

Así lo dio a conocer el diario The Guardian, que indicó que hasta 100 empleados de la antigua residencia oficial del ahora rey, incluidos algunos que han servido allí durante décadas, recibieron la notificación de que podrían perder su fuente laboral, justo cuando trabajaban las 24 horas para que su ascenso al trono se llevara a cabo de manera ágil y tranquila.

Los secretarios privados, la oficina de finanzas, el equipo de comunicaciones y el personal doméstico recibieron un aviso -durante el servicio de acción de gracias a la reina, en la Catedral de St. Giles en Edimburgo el lunes- de que sus puestos estaban en peligro. El diario indica que los empleados habían asumido que se fusionarían en la nueva casa del rey, pero aseguraron que no se les dio ninguna indicación de que serían despedidos hasta que recibieron la carta de Sir Clive Alderton, el principal ayudante del monarca. “Todos están absolutamente furiosos, incluidas las secretarias privadas y el equipo senior. Todo el personal ha estado trabajando hasta tarde todas las noches desde el jueves para encontrarse con esto. La gente estaba visiblemente conmocionada por eso”, dijo una fuente a The Guardian.

La medida fue calificada como “un gesto despiadado”, por parte del Sindicato de los Servicios Públicos y Comerciales (PCS). “Si bien era de esperarse que se produjeran algunos cambios en las distintas instancias de la casa real, producto del cambio de papeles en la familia real, la escala y la velocidad con la que se han anunciado revela una insensibilidad extrema. Más aún porque todavía no está del todo claro qué personal podría necesitar el nuevo príncipe de Gales (Guillermo) y su familia”, afirmó Mark Serwotka, secretario general de la organización sindical, la cual representa a algunos de los funcionarios reales afectados.

A ello se suma la presencia del príncipe Andrés, duque de York, quien lució una serie de medallas militares en un traje de mañana civil cuando se unió a una procesión detrás del ataúd de la reina en medio de afirmaciones de que las autoridades británicas lo protegieron de los fiscales estadounidenses que investigan sus vínculos con el multimillonario delincuente sexual Jeffrey Epstein.

Andrés no puede usar su uniforme militar para los eventos que marcan el fallecimiento de la reina, excepto para una vigilia de reposo que se llevará a cabo para su madre.

El duque, ahora octavo en la línea de sucesión al trono, fue despojado de sus patrocinios militares y del uso del título de Su Alteza Real después de pagar un acuerdo financiero a Virginia Giuffre, quien lo había acusado de agresión sexual, afirmación que él negó.

Mientras el duque seguía el ataúd de su madre desde el Palacio de Buckingham hasta Westminster Hall el miércoles, surgieron nuevos informes relacionados con el escándalo en Estados Unidos.

Un exfiscal estadounidense, Geoffrey Berman, que dirigía la investigación, afirmó en un libro publicado el martes que los fiscales estadounidenses estaban ansiosos por hablar con Andrés sobre su amistad con el financiero multimillonario Epstein y Ghislaine Maxwell. La exnovia de Epstein fue sentenciada a 20 años de prisión por cargos de tráfico sexual en Nueva York en junio.

El príncipe, escribe Berman, “declaró públicamente que cooperaría con la investigación y teníamos la intención de darle la oportunidad de cumplir su palabra”.

Pero aunque el duque “siguió diciendo públicamente que estaba cooperando en la investigación de Epstein”, escribe Berman, eso “no era cierto”.

Como si fuera poco, las redes sociales se encendieron cuando se conoció que el príncipe Andrés continuará en su papel de Consejero de Estado, que posee desde 1981, lo que significa que puede reemplazar al Rey Carlos en caso de que no pueda asumir sus funciones oficiales, ya sea porque no se encuentre bien o esté fuera del país.

Un Consejero de Estado incluye al cónyuge del soberano y las siguientes cuatro personas en la línea de sucesión mayores de 21 años. La reina consorte, Camilla, asumirá el papel junto al príncipe Guillermo y el príncipe Harry. La hija de Andrés, la princesa Beatrice, es la miembro más joven en ser nombrada, con 34 años.

El sitio web de la Familia Real dice: “Los Consejeros de Estado están autorizados a llevar a cabo la mayoría de los deberes oficiales del Soberano, por ejemplo, asistir a las reuniones del Consejo Privado, firmar documentos de rutina y recibir las credenciales de los nuevos embajadores en Reino Unido”.

La revista The Spectator explicó que ser apto para ser Consejero de Estado no significa que realmente lo llamen para hacer el trabajo. En cualquier caso, las decisiones deberían ser tomadas por dos consejeros actuando conjuntamente: Camilla y Guillermo serían las opciones obvias.

Un monarca desconectado

En medio de las controversias también han llegado los cuestionamientos. El diario The New York Times criticó al Rey Carlos III y calificó al monarca de “desconectado” por disfrutar de privilegios fiscales mientras el público británico “depende de los bancos de alimentos”.

El periódico estadounidense escribió que, como príncipe de Gales, Carlos pasó “medio siglo convirtiendo su patrimonio real en una cartera de miles de millones de dólares y uno de los generadores de dinero más lucrativos en el negocio de la familia real”.

Los autores de la historia describieron cómo el Rey Carlos se haría cargo de la cartera de su madre, y heredaría una parte de esta fortuna personal incalculable libre de impuestos “mientras que los ciudadanos británicos normalmente pagan alrededor del 40% del impuesto a la herencia”.

Luego cuestionaron su riqueza personal, que dicen que se acumuló durante una época en que Reino Unido enfrentó profundos recortes presupuestarios de austeridad y el uso de bancos de alimentos casi se duplicó.

“Su estilo de vida de palacios y polo ha alimentado durante mucho tiempo las acusaciones de que no está en contacto con la gente común. Y en ocasiones ha sido el símbolo involuntario de esa desconexión”, escriben Jane Bradley y Euan Ward, los autores del artículo. “La propiedad del Ducado de Cornualles opera como una corporación”, indicaron.

Dicen que la propiedad privada del Ducado de Cornualles ha estado “generando decenas de millones de dólares al año” y “lo ha hecho sin pagar impuestos corporativos como la mayoría de las empresas en Gran Bretaña están obligadas a hacerlo, y sin publicar detalles sobre dónde invierte su dinero la propiedad”.