El presidente en tres miradas

Durante su trayectoria el Mandatario electo ha consolidado vínculos y recibido influencias que hoy lo definen como figura pública. Su familia, los dirigentes estudiantiles con quienes libró batallas y sus ideólogos más cercanos moldearon su carácter. Pedimos un representante de cada mundo que compartiera su mirada del nuevo Presidente.


“Mi querido Gabriel, mi hermano”

La mirada más cercana y personal al mandatario electo, en palabras de uno de sus hermanos menores. Simón Boric repasa la infancia en Punta Arenas, la carrera política del nuevo presidente y la angustia familiar que conllevó el proceso electoral.

A mi hermano Gabriel, “el Boris”, lo conozco desde hace 33 años, cuando grabé en mi memoria los primeros recuerdos de la complicidad desinteresada que dos hermanos pueden tener. Luego llegó Tomás y ya éramos tres. Tres en Punta Arenas, en el fin del mundo, que para nosotros siempre fue el principio del mundo. Gabriel influyó siempre en esa mirada y en valorar la vida desde la inmensidad del mar y el viento, en reconocernos como parte de un territorio alejado de la capital y en estar orgullosos de construir historias siempre pensando en colectivo.

Somos una familia como cualquier otra, que se quiere, con tradiciones que se mezclan con generaciones y pueblos, que en el diálogo reconoce los valores con los que se lucha contra las injusticias. Y en eso Gabriel ha sido un hermano cariñoso, riguroso, honesto, soñador y trabajador.

Hoy, mientras Chile lo ha ido conociendo cada vez más y a través de él a miles de personas que han impulsado este momento transformador, veo como él ha ido avanzando colectivamente, aprendiendo cada día sobre cómo “el poder” debe ser visto para ser repartido, haciendo dialogar todos los saberes. He sido testigo de ese camino que Gabriel ha recorrido desde un espacio de acción y de reflexión constante. Lo he visto levantarse una y otra vez como la persona solidaria, de convicciones, íntegra, dialogante y coherente que es. Levantarse como la mayoría de quienes habitamos Chile, un país que él ama profundamente.

Todas estas cualidades han sido fundamentales en cada desafío político que ha asumido colectivamente y en los cuales siempre nos dijeron que no, que no lo lograría, que no era su tiempo. Primero fue la Fech, luego el binominal, después tocó reelegirse, hace muy poco lo vi juntando firmas y ser parte de todo un trabajo hecho para aprobar con dignidad. Fue pasando una a una cada etapa con el fin de asumir responsabilidades en la urgencia y en la emergencia, y seguir trabajando en un proyecto que requiere de más desvelos, de esfuerzos para profundizar la democracia con la misma energía con la que en paralelo se levanta una nueva Constitución.

Mi hermano ha transitado, con todo el apoyo de nuestra familia y de la familia extendida que hemos construido con amigos y amigas de siempre, por este camino político que implica un llamado plural a confiar en la juventud y en una izquierda con una mirada renovada para avanzar hacia mundos posibles con la cabeza y el corazón puestos en la diversidad de pueblos, en el respeto y defensa de los derechos humanos y sociales, y en la protección de un planeta en crisis.

Cuando pienso a Gabriel, cuando lo veo, veo a un hombre que cree en los afectos, en el trabajo arduo y en los sueños colectivos, y ahí no se pierde. Él, cuando ha dicho que el poder es para impulsar transformaciones sociales y no para acumular más, lo dice con la misma convicción con la que ha vivido.

Estos han sido días intensos, algunos durísimos y otros de felicidad incontenible. Una angustia viene a saludar cada tanto, pero trato de ignorarla. ¿Angustia por qué?, me pregunto yo que no postulo a nada, pero rápidamente me respondo que la familia es un proyecto tan colectivo como el que políticamente germina en los deseos de un Chile más justo, más democrático.

Este domingo, más allá del resultado de este proyecto que se trenza entre millones, se consagra una madurez colectiva y convocante, un proyecto hermoso impulsado por la empatía y lucidez de muchas y muchos de todas las regiones, realidades y generaciones que empujan con fuerza la consolidación de un Chile más justo, más democrático, más amoroso, más creativo e inclusivo.

Para mí la victoria ya está demostrada en una campaña limpia, seria, con vocación de mayorías y que ya ha instalado los valores e ideas que llegarán también a ser parte de cómo nos volvemos a narrar en una nueva Constitución. Con el Estrecho de Magallanes como el lugar que nos devuelve siempre el abrazo largo de los tres hermanos, de los cinco que somos los Boric Font, solo puedo decir que en estos 33 años la admiración y orgullo solo crecen y entregan esperanzas. Te admiro, mi querido Gabriel, mi hermano. #Seguimos


Barrilete cósmico

Su exjefa de gabinete -y ahora convencional constituyente- Constanza Schönhaut (CS) rememora los días de Gabriel Boric en el Congreso durante su primer período parlamentario. Desde ese punto de partida, la constituyente recuerda el camino desde el quiebre de la Izquierda Autónoma, la creación del Movimiento Autonomista, hasta la creación de Convergencia Social.

El 2016, Gabriel me pidió ser su jefa de gabinete y desde ahí fuimos forjando nuestra amistad en una inusual relación dialéctica de jefaturas, donde con ceño fruncido nos disputamos siempre la última palabra.

Creo que esa dinámica nos ayudó a moderar nuestra terquedad y a confirmar que dos o más cabezas piensan mejor que una. Pasábamos por momentos complejos ese año. Veníamos de una organización con presencia sólo en algunas universidades. Algunos teníamos la convicción de que era momento de dar un salto y hablar más allá de nuestros espacios, otros creían que no era el momento. Gabriel hizo todo lo posible para hacer ceder posiciones y mantener una posición unitaria, pero finalmente eso no prosperó. Nos dividimos en dos grupos políticos. También se nos dividieron algunas amistades que hasta el día de hoy sentimos en la profundidad del corazón. Creo que desde ahí nos rebelamos ante esa costumbre de que la política sea causal de ruptura de afectos.

Quizás por eso reivindicamos tanto la política con llorar y más que con cuero de chancho, con piel de gallina. Quizás por eso Gabriel se permite reconocer errores antes de seguir adelante arriesgando romper algo valioso para él, para otros o para Chile. Para mí, esto es una visión humana de la política, porque vale la pena emocionarse por lo que hacemos.

No parecía haber mucha salida. Vivíamos un momento donde no teníamos domicilio político y éramos 300 personas las que quedamos perplejas. Ahí fue cuando en un acto de osadía, Gabriel debió liderar una inusual e incierta apuesta: convocar a todo Chile a construir una alternativa política. Quizás no llegaba nadie, pero desde Concepción lanzamos el Congreso Construyendo Alternativa con el objetivo, básicamente, de juntar personas desconocidas entre sí a pensar qué Chile queríamos construir en conjunto. Y bueno, llegaron 2.500 personas de todas las regiones. Ese año recorrió casi todo Chile para que funcionara. Al final de este, habíamos pasado de 300 a 1.500 militantes de lo que llamamos Movimiento Autonomista. Y en marzo de 2017, a 12 meses de esa perplejidad, ya teníamos una organización política y una candidata presidencial que fue capaz de interpretar al 20% de nuestro país: Beatriz Sánchez. El 2019, junto a otras organizaciones logramos, además, conformar nuestro partido: Convergencia Social. Y hay que reconocerlo, pandemia y estallido mediante.

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Quizás fue a propósito de este condensado, profundo e inesperadamente fructífero proceso que consolidamos la convicción de que la política sólo se avanza de forma colectiva. Quizás es a propósito de esas incertidumbres que se convirtieron en hermosas certezas que se atreve a empujar los cercos de lo que parece inamovible.

Venimos del movimiento estudiantil. Recuerdo cuando Gabriel me decía “no sé qué hubiese pasado si no fuera por esos cuatro votos con los que gané el Centro de Estudiantes el 2009″. Y claro, luego, el 2012 fue electo presidente de la Fech; el 2013 fue el primero en romper con el binominal; el 2017, cuando decían que no lo lograba, superó su primera votación; el 2019, fue parte de ese acuerdo que hoy nos tiene escribiendo parte de nuestra nueva historia; el 2021, cuando parecía imposible, logramos las firmas para competir en la primaria de Apruebo Dignidad. Hoy, contra la costumbre de la historia, se convierte en el primer presidente que no ganando en primera vuelta, gana en segunda. Gabriel crece, suma, construye y aprende.

A Gabriel lo veo como expresión de la consolidación de la movilización social. Lo veo como quien ha perseverado en un ejercicio crítico de la política que le ha permitido corregir y aprender. Que ha facilitado la articulación del mundo social y su vínculo con la institucionalidad. Lo veo como el barrilete cósmico que nos merecemos, como esa persona que es capaz de disfrutar desde los Fiskales hasta Silvio Rodríguez, pasando por Ricardo Arjona. Lo veo como el Presidente que puede sanar Chile.


Una vida en tiempos intensos

En más de alguna ocasión, Gabriel Boric ha sindicado al intelectual Carlos Ruiz Encina como uno de sus referentes ideológicos. Vinculados desde los tiempos de la Izquierda Autónoma, Ruiz escoge como punto de partida al Boric dirigente estudiantil. Allí, dice, se forjó su mirada de las cosas: tiempo donde irrumpe una “generación que desafía los moldes conservadores”.

A fines de los años 80, en plenas negociaciones de la transición a la democracia, donde se trazaban los límites de la esfera política futura, Norbert Lechner estampaba una advertencia, hoy clásica, sobre la necesidad de tener en cuenta los patios interiores de la democracia. Un aviso desoído. Hasta dónde era imperativo restringir la política de la vida cotidiana, es otra discusión. Lo cierto es que no paró de crecer un abismo entre política y sociedad. Se prolongó una esfera política burocratizada, ensimismada en palabras de Lechner, ya sin las razones que pudo haber tenido para ello.

Por la zanja de ese abismo empezaban a desfilar disímiles movilizaciones sociales que, ya al menos desde 2006, se cuentan en cientos de miles y, pronto, en millones de personas, en contraste con las pocas decenas de miles que sumaban en el quietismo de los años 90. Los secundarios, los subcontratistas, el creciente feminismo, las libertades sexuales, conflictos regionales, medioambientales, las pensiones y harto más, hasta confluir en la reciente revuelta social más grande de la historia inmediata.

Gabriel se construyó en ese tiempo intenso. Ahí se erigió su mirada de las cosas y su entrega a habitar tal presente desde el protagonismo, con una determinación que nadie podría poner en duda. Por ahí circulaba desde el Camus de El Hombre Rebelde; El Siciliano, de Puzo, hasta Oh, Jerusalén, de Collins y Lapierre, o La Guerra de Galio, de Aguilar Camín, pasando por “los” Gramsci, el de la ofensiva, el de la derrota, el del repliegue, o las páginas del socialismo chileno de Eugenio González. Gabriel siempre tuvo una mirada puesta en la necesidad de ampliar los horizontes de la izquierda del siglo XX, atento y sensible a la nueva geografía social y cultural, en un grado que, acaso, lo distinguía dentro de su propia generación.

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La fragua más destellante de sus inicios es la movilización estudiantil de 2011, donde irrumpe y se proyecta hasta hoy una generación que desafía los moldes conservadores de esa política que daba la espalda a los patios interiores de la democracia. De allí venían también Giorgio Jackson, Camila Vallejo, Francisco Figueroa, Karol Cariola, Daniela López, y más. Algunos logran proyectarse a la política institucional. Entre ellos, la irrupción de Gabriel, desde un inicio está marcada por esa espontaneidad que todo el empaquetamiento necesario de la campaña no pudo opacar. Desde el primer día lo rodeó un escándalo por entrar en los salones de esa política institucional distanciada de la sociedad, con su ropa común y sin corbata. De ahí en más, esas expresiones serían visibles para todos y, bajo ellas, mucha gente se fue aproximando al personaje.

Contrario a lo que muchos alegan, eso no era sinónimo de ligereza ni irresponsabilidad. Al punto que, de la mano de ese arrojo que siempre ha tenido, cuando asume la responsabilidad de la candidatura presidencial, se hace cargo de la enorme tarea de forjar una alianza social y política mucho más amplia que cualquiera de sus experiencias pasadas, ante un país fracturado y con una extrema derecha que acecha las libertades y la propia democracia. Una encrucijada histórica donde la urgencia política no está para darse gustos, y apremia la necesidad de una marcha donde las ideas con las que surgió el propio Frente Amplio deben reunirse con otras tantas, porque la posibilidad de las transformaciones sociales y un nuevo modelo de desarrollo se enfrentan a un obstruccionismo conservador, que alcanza al propio proceso constituyente.

Esa urgencia que no permite distracción se encuentra con un Gabriel más templado, con el mismo arrojo, la espontaneidad más o menos guardada por el talante que exige la campaña, la apertura de siempre a nuevos horizontes y la responsabilidad de dilucidar que la hora es de aunar.

Una carrera corta, alegan muchos, por su juventud. Si se mide en intensidad, la suma es otra.

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