Los talibanes, que retomaron el poder en Afganistán, son objeto de un odio permanente por parte del grupo yihadista Estado Islámico (EI), que Estados Unidos ve como una amenaza para los miles de afganos desesperados por huir de Kabul.
El Presidente estadounidense, Joe Biden, había dicho que existía un “riesgo agudo y creciente” de ataque en el aeropuerto de Kabul por parte de su rama regional: el grupo Estado Islámico-Khorasan (EI-K).
Meses después de que el EI declarara un califato en Irak y Siria en 2014, antiguos talibanes paquistaníes le juraron lealtad y se unieron a otros militantes en Afganistán para formar un capítulo regional.
La dirigencia central del EI reconoció formalmente al grupo un año después de que se instalara en el noreste de Afganistán, en las provincias de Kunar, Nangarhar y Nuristán. También estableció células en otras partes de Pakistán y Afganistán, incluyendo Kabul, según monitores de la ONU.
Las últimas estimaciones de su fuerza varían de miles de combatientes activos hasta 500, según un informe del Consejo de Seguridad de la ONU divulgado en julio. “Khorasan” es un nombre histórico de la región, que incluye partes de lo que actualmente es Pakistán, Irán, Afganistán y Asia Central.
El EI-K reivindicó algunos de los ataques más mortíferos de los últimos años en Afganistán y Pakistán. Masacró civiles en ambos países en mezquitas, santuarios, plazas y hospitales.
El grupo, sunita extremista, ha atacado sobre todo a musulmanes que considera herejes, en particular a los chiitas. En agosto de 2019 reivindicó un atentado contra los chiitas en una boda en Kabul, en el que murieron 91 personas.
Además, se sospecha que perpetró en mayo de 2020 en Kabul un ataque que estremeció al mundo. Hombres armados abrieron fuego en la maternidad de un barrio mayoritariamente chiita, donde mataron a 25 personas, entre ellas 16 madres y recién nacidos.
En las provincias en las que se implantó, su presencia dejó profundas huellas. Sus hombres mataron a tiros, decapitaron, torturaron y aterrorizaron a los aldeanos y dejaron minas por todas partes.
La relación del EI-K con los talibanes
Aunque ambos grupos son militantes islámicos sunitas de línea dura, también son rivales y difieren en detalles sobre religión y estrategia, y cada uno dice ser el verdadero estandarte de la yihad. En una muestra de su enemistad, los comunicados del EI se refieren a los talibanes como apóstatas.
El EI-K se enfrentó a la represión de los talibanes contra sus disidentes y no pudo extender su territorio, tal y como consiguió hacer el grupo en Irak y Siria. En 2019, el Ejército gubernamental afgano, después de operaciones conjuntas con Estados Unidos, anunció que lo derrotó en la provincia de Nangarhar.
Según evaluaciones de Estados Unidos y de la ONU, el EI-K operó desde entonces en gran medida mediante células durmientes en las ciudades para perpetrar ataques mediáticos.
¿Cómo recibió el EI la victoria talibana? Nada bien. El Estado Islámico fue muy crítico con el acuerdo del año pasado entre Washington y los talibanes que condujo a un pacto para la retirada de las tropas extranjeras, acusándolos de abandonar la causa yihadista.
Tras la rápida toma de Afganistán por los talibanes, varios grupos yihadistas en el mundo los felicitaron, pero no el EI. Un comentario suyo publicado tras la caída de Kabul acusó a los talibanes de traicionar a los yihadistas con el acuerdo con Washington y prometió continuar su lucha, según el SITE Intelligence Group, que monitorea las comunicaciones de grupos militantes.
Pero este grupo podría aprovechar la situación. “Mr. Q”, un experto occidental que publica sus investigaciones en Twitter bajo un seudónimo, aseguró que el EI-K perpetró 216 ataques entre el 1 de enero y el 11 de agosto, frente a 34 en el mismo período de 2020.
Autoridades de Estados Unidos y otros países occidentales alertaron que el aeropuerto de Kabul, con miles de soldados norteamericanos rodeados por multitudes enormes de afganos desesperados, estaba amenazado por el EI-K.
En los últimos días, aviones de transporte militar han salido de Kabul lanzando señuelos, incluidos los diseñados para desviar misiles. La zona también se expone eventualmente a fuego de mortero y a ataques suicidas, según los expertos.
Varios analistas, entre ellos ExTrac, un grupo privado especializado en tratar datos de grupos yihadistas, apunta que el EI-K detuvo brutalmente su actividad hace 12 días. Las filiales del EI suelen desaparecer del mapa cuando activan el “modo supervivencia” o cuando preparan un ataque de envergadura, explica el grupo en Twitter. Tanto ExTrac como “Mr. Q” abogan por la segunda opción.
“El grupo puede analizar la situación (...) o bien prepara un potencial gran ataque para mostrar a todo el mundo la incapacidad de los nuevos dirigentes afganos para garantizar la seguridad del territorio”, dijo a France Presse este último, justo antes del atentado de este jueves en el aeropuerto de Kabul.