Estudiar en el cerro: la historia de Yazu, la niña que acampa para sus clases virtuales
Yazunari Aliaga, de ocho años, cursa Cuarto Básico y vive en Filoco, una localidad rural de Pitrufquén. No ha pisado una sala de clases desde marzo de 2020 y su comuna está en cuarentena, por lo que sus lecciones son online. Para apoyarla, su familia compró antenas que deberían captar la señal de internet, pero no lo han conseguido, y la niña solo logra conectarse arriba de un monte, al que sube de lunes a viernes, tras una larga caminata por el campo y el bosque.
Es el ocaso del domingo y Luis Aliaga (26) sube al cerro para dejar todo listo. Une varillas con conectores y estira con cuidado la lona de una carpa que al otro día ocupará Yazunari (8), su pequeña hermana, para alcanzar la única señal 3G con la que logra conectarse a clases virtuales. De lejos, parecen dos viajeros acampando; de cerca, una muestra más de las inequidades que la pandemia ha acentuado sobre todo en los niños, tras estar un año lejos de sus salas de clases.
Viven camino a Toltén, en el sector de Filoco, en la comunidad mapuche Manuel Lemunao de la Región de La Araucanía, un escenario que maravilla por sus bucólicos paisajes verdes, pero donde comunicarse es un desafío. Y, aunque en medio del campo, el sábado pasado se contaron 115 contagios de Covid-19 en Pitrufquén, comuna que se encuentra en Fase 1 del Plan Paso a Paso, es decir, en cuarentena. “El primer día no me pude conectar. Las clases se cortaban y al final no pude escuchar a la profesora así que por eso ahora tengo que subir al cerro, porque ahí me toma la señal”, cuenta Yazu, que ya cursa cuarto básico.
Este lunes, la pequeña inició su tercera semana de clases en la Escuela Huefel-Comuy, un establecimiento particular subvencionado. Pese a las evidentes dificultades, es una de las más destacadas en el curso; de grande, sueña con ser veterinaria. “Le va muy bien, el año pasado pasó con un 6,8 de promedio”, cuenta Ana María (47), su mamá.
En marzo de 2020, apenas se decretó la pandemia en el país, su escuela también debió cerrar sus aulas. Y aunque el año pasado las clases se hacían a través de guías que se retiraban en la escuela y otros materiales que se enviaban por WhatsApp, este año las clases son telemáticas. Adelantándose a ello, Yazu consiguió ahorrar dinero y comprar en noviembre su propio computador. “El año pasado ella se compró su propio computador. Juntó el dinero todo el año: vendió varias ovejas y dos corderos, ahora se quedó con tres”, cuenta su hermano, que es enfermero.
Pero aunque esta historia hable de superación e inspire, para Yazunari no es fácil. Camina casi un kilómetro desde su casa hasta el monte, atravesando largos pastizales que cuando llueve o la bruma es espesa, la mojan hasta las rodillas. Y rodeados de ríos, bosques y montañas, las lluvias torrenciales aquí son parte del paisaje. “Como que ya estoy cansada de la pandemia, quiero que se acabe pronto para poder volver al colegio. El año pasado tenía que ir a buscar las guías y nos daban daban un horario para ir y ahí a veces veía a mis compañeros. Nos dejaban jugar, pero con distanciamiento”, relata la niña.
Y como muchos niños en confinamiento, la pequeña Yazu no lo ha pasado tan bien en casa. “No ir a clases ha sido complicado para ella, porque está todo el día aquí. Ha estado un poco deprimida, porque en la casa siente que todos la retamos”, confiesa la mamá.
Según cifras del Mineduc, en Chile existen 3.317 escuelas rurales, donde estudian un total de 300 mil alumnos. Y entre ellos hay más casos como el de Yazu. “Casos como éste dan cuenta de la importancia de que los colegios reciban a sus alumnos, y con mayor urgencia en localidades rurales. Si la comuna está en cuarentena, es importante que se utilicen los distintos recursos que existen para clases remotas, que no necesariamente se tienen que abordar a través de internet”, explica el subsecretario de Educación, Jorge Poblete.
De acuerdo a la Subsecretaría de Telecomunicaciones (Subtel), en Pitrufquén apenas un 15,4% de los hogares cuenta con internet fijo, pues el servicio, por su geografía, es acotado.
“Compramos una antena repetidora, pero no funcionó. También una antena Huawei, que tiene la forma como de un cañón, pero no se han visto mejoras en la velocidad de la señal. Hemos buscado por todos lados, pero no hemos encontrado una solución. La factibilidad de internet hogar no llega y el satelital es carísimo”, repara Luis.
Y aunque el problema de conexión no cambiará dentro de poco, a partir de junio debería comenzar a mejorar. Según avisa Subtel, el concurso público para instalar la red 5G deberá instalar por ley 17 antenas en la comuna. “Las empresas tienen 18 meses para dar esa conectividad en las localidades que son obligatorias”, dicen desde su departamento de prensa.
El Mineduc, por ahora, enfrenta el problema entregando computadores a los estudiantes. “Hemos trabajado para que más alumnos puedan contar con las herramientas que necesitan. El año pasado entregamos más de 120 mil computadores a alumnos a través de Junaeb, este año serán cerca de 150 mil y con el plan Conectividad 2030, el 99,9% de los colegios de Chile tendrán conexión a internet al 2022″, asegura Poblete.
De lunes a viernes, a las 11 o las 15 horas, Yazunari continuará subiendo al monte para conectarse a clases. “Lo hará hasta que comiencen las lluvias, porque ella tiene problemas en sus riñones y no podemos exponernos a que esté en la humedad y se enferme. Lamentablemente, si no se soluciona el problema va tener que ir a buscar las guías”, dice su mamá. La carpa naranja es por ahora el mejor aula que encontró, aunque ahora el clima amenace su difícil rutina estudiantil.
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