Rosa Tejo Galaz (30) hoy sonríe. Lo hace sabiendo que hace poco más de un año todo en su vida era una pesadilla: parejas violentas, un autoestima por el suelo, la falta de un hogar estable y una adicción a la cocaína que arrastra desde hace seis años, la tenían pensando en lo peor. Es madre de dos mujeres y un varón, de entre 1 a 11 años, pero el nacimiento de su última hija la empujó buscar ayuda.
Fue así como llegó al Programa Terapéutico Residencial para Mujeres de Quilicura, especializado en mujeres adultas que se encuentren en situación de pobreza y presenten consumo problemático de alcohol y drogas. Un programa en que las residentes pueden realizar su proceso terapéutico en compañía de sus hijos en edad preescolar. Ella lleva seis meses allí junto a su hija menor, recibiendo la ayuda especializada con la que espera poder reinsertarse en la sociedad. “Si todo sale bien, este 17 de marzo habré cumplido con la primera parte de mi rehabilitación”, cuenta, feliz. Ahora, sueña con estudiar Operaciones Logísticas.
Pero su problema no comenzó hace tan poco. Según su relato, fue entre séptimo y octavo básico cuando probó la marihuana por primera vez y aunque suene a cliché, allí comenzó a caer en una espiral descendente. “Lo hacía con amigos, ellos me convidaban y yo, por curiosidad y saber qué se sentía, la probé. Siempre continué fumando, porque no consideraba que fuese algo malo, aunque aquí, en el programa, entendí que sí”.
Fue hace casi dos décadas, cuando aún eran pocas las estudiantes que figuraban como consumidoras. Hoy, en cambio, las cifras alertan de que las estudiantes chilenas lideran en el consumo de alcohol y drogas; como Rosa, otras podrían sufrir el mismo calvario.
Así lo estableció el último Estudio Nacional de Drogas en la Población Escolar (Enpe), realizado por el Senda a más de 800 mil escolares de todo el país, donde las cifras demostraron que pese al trabajo en prevención, el consumo de drogas sigue al alza. Y según los resultados, son las mujeres quienes lideran el índice (ver infografía).
Consumen más alcohol (32,5% mujeres dicen haber bebido alcohol en el último mes, y un 27,2% para los hombres), marihuana (las escolares declaran haber consumido marihuana en el último año es de 27,7%, mientras que los hombres 25,9%), tranquilizantes sin receta médica (prevalece mucho más en mujeres, con 9,9%, frente al 8,5% en varones) e igual cantidad de cocaína (la brecha es mínima, pero se ha ido acortando desde 2017).
Lo peor es que, mirando en el continente, el escenario se complica aún más. Según un informe de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas, de 2019, Chile es el primero en la lista en consumo de tabaco, marihuana, cocaína, pasta base y tranquilizantes, con edades que fluctúan entre los 13 y 14 años de edad como inicio del consumo.
Cambio cultural
“Esto no es algo que sorprenda mucho, porque las cifras ya han venido al alza”, dice el sicólogo Rodrigo Venegas. El docente de la Universidad San Sebastián, especialista en temáticas infanto-juvenil, viene estudiando el fenómeno desde hace años, por lo que tiene una tesis clara: “Lo primero es que hay poca focalización para disminuir el fenómeno. Senda hace el esfuerzo, pero claramente falta un modelo de prevención. Otro aspecto es que hay un cambio cultural en la adolescencia. Las mujeres, hasta 2010, consumían menos. Hoy, bajo el relato de igualdad, también se afectó estos componentes y, por último, el mercado, porque el acceso ahora es muy amplio. La tecnología también ha influido mucho, porque hoy en día, quien quiera consumir algo lo recibe en su casa a través de un delivery”.
Marcelo Sánchez, el gerente general de la Fundación San Carlos de Maipo, que entre sus muchas funciones también tiene la de rehabilitar a mujeres del consumo dependiente de estupefacientes, también coincide con el sicólogo. Y en su experiencia, la dependencia en mujeres es mucho más problemática, ya que “hay algo mal entendido en el feminismo, que hizo que muchas creyeran que estos malos hábitos, que se podían considerar antes mucho más presente en los varones, ahora las tiene a ellas liderando. También hay un tema que tiene que ver con la cultura global, pues la penetración del narcotráfico ha llegado hasta la música que escuchan, lo que sin duda ha ayudado a proliferar este problema”.
Las temáticas mal entendidas sobre la igualdad, sumado al uso de las nuevas tecnologías en la venta de drogas, son para ambos profesionales los principales factores que han influenciado en esto. Pero hay otros. Sucy Muñoz, directora del programa para mujeres de Quilicura, también apunta a la familia. “Hay un abandono de los padres a los hijos, pues en muchos hogares los padres se enfocan demasiado en el trabajo, pero no se preocupan de entregar los valores de prevención a sus hijos. Eso, sin mencionar a los niños que sufren abusos de todos los tipos en sus hogares, lo que claramente influye en los patrones de consumo”, asegura.
Según todos los profesionales consultados, los resultados que esta encuesta expone no son una sorpresa. Es más, si no se hace algo pronto, dicen, este problema seguirá creciendo. Y está exponiendo a las mujeres por varias razones. “El patrón de consumo ha hecho que muchas mujeres tengan comportamiento análogos a los hombres y eso ha hecho que ellas se sometan a muchos más riesgos, que antes no se atrevían a enfrentar”, dice Sánchez, de la Fundación San Carlos de Maipo.
“Los adolescentes tiene menor consciencia de daño. Por ejemplo, la marihuana genera daños sicológicos y físicos en los jóvenes, pero ellos creen que no hace mal, o que les hará daño más adelante. Perdieron el miedo a engancharse a eso”, sostiene el director de Senda, Carlos Charme Fuentes.
Es por eso que Senda viene trabajando en el problema, Y aunque durante el año pasado no pudieron trabajar mucho en la prevención de escolares, sí consiguieron profundizar en la ayuda hacia las mujeres. Porque hasta 2019, las regiones de Arica, Tarapacá, Ñuble, Araucanía, Los Lagos, Aysén y Magallanes no contaban con centros femeninos de tratamiento y rehabilitación, algo que este año, finalmente, se consiguió. “Teníamos programas específicos para mujeres, pero en siete regiones no teníamos. Desde hace un año y medio nos dedicamos a dar cobertura nacional, porque con ellas el tratamiento es más difícil, pues no consiguen acercarse a los centros, pues lo hacen solas, desamparadas y con vergüenza personal y social”, cuenta Charme.
Y ellas lo agradecen. Como Rosa, que sueña con ser profesional, varias compañeras también trabajan para retomar sus vidas. “Estuve en programas mixtos, donde era la única mujer. Era incómodo, porque al mismo tiempo que me rehabilitaba, mis compañeros hombres me joteaban”, cuenta Patricia Montecinos Pavié (41), que trata un problema de adicción a la cocaína. “Aquí nos tratan muy bien, yo bromeó con que no voy a salir más, porque de verdad estoy contenida y entendiendo el daño que me hacía”, confiesa Perla Díaz Vásquez (33), otra beneficiaria.
En total, son cerca de 500 los centros que Senda a dispuesto por ahora para tratar los distintos problemas de adicción. Una cifra importante, pero que aún parece no bastar, sobre todo pensando en que los más chicos están consumiendo más. Y es allí donde deben poner el foco “Estamos apoyando con prevención en muchas escuelas, pero sabemos que no alcanza. Creemos que al menos con estos esfuerzos conseguiremos fijar las políticas para que en 2030 este problema esté más resuelto”, concluye Charme.